viernes, 27 de abril de 2012

LA BESTIA (VII)

   BUENOS VIERNES:
   AQUÍ TENÉIS LA CORERSPONDIENTE ENTREGA DE LA BESTIA. ESPERO QUE OS GUSTE Y QUE OS RESULTE EMOCIONANTE.
   DENTRO DE UNOS DÍAS TENDRÉ NOTICIAS (ESPERO QUE BUENAS, POR UNA VEZ) DE UN PAR DE CONCURSOS. OS MANTENDRÉ INFORMADOS.
   HASTA PRONTO.

****
            La lucha fue intensa, pero no duró mucho. Enjugándose el sudor con la manga, Tiago permaneció observando los restos de la batalla, miembros amputados, cabezas cortadas, torsos abiertos. Sin sangre, qué curioso, pensó. Como aquellos seres no estaban vivos, nada corría por sus venas y nada se derramó al cercenar sus cuerpos. Un vahído de irrealidad lo invadió. Por primera vez, pensó que, a fin de cuentas todo era un juego.
            - ¿Y ahora? –preguntó, aún sin recuperar el aliento.
            - Ya hemos limpiado la primera sala. Esto era bastante fácil –Tiago enarcó una ceja-. Ahora vamos  a atravesar la Primera Puerta. Pero primero hemos de hacer algo muy importante.
            Romeo se acercó a uno de los muros, cerca del lugar donde se veía otro panel luminoso que indicaba una salida del juego. Tiago lo siguió. Al aproximarse a la pared, se percató de que sobre una de las piedras había una extraña marca tallada.
            - ¿Qué es eso? ¿Qué significa?
            - Paciencia, compañero. Tu curiosidad se verá satisfecha en seguida. Esta marca es una runa, un símbolo perteneciente a un antiguo alfabeto de una lengua ya muerta. Las runas fueron los precedentes de las letras que usamos actualmente. Es una clave que indica la existencia de una cámara secreta.
            - ¿Una cámara secreta? ¿Y hacia donde lleva?
            - No lleva a ninguna parte. Lo que importa es lo que hay dentro.
            - Que es…
            Romeo no contestó. Posó sus dedos sobre la marca y susurró unas extrañas palabras, ininteligibles.
            - ¿Qué has dicho?
            - Es un privilegio de los Maestros Arqueros. Como yo. Podemos invocar encantamientos con sólo tocarlos. Si te digo la verdad, ignoro lo que he dicho. Pero es necesario pronunciar las palabras.
            - ¿Las palabras? ¿Para qué?
            Antes de que llegara la contestación, una sección del muro se movió a un lado, dejando al descubierto una oquedad que a Tiago le había pasado inadvertida.
            - Para esto –contestó Romeo.
            Dentro del hueco había dos objetos. Uno de ellos era un escudo. El otro, un carcaj lleno de flechas. Romeo tomó una de las flechas y la examinó con delectación.
            - Increíble –murmuró-. Liviana como una pluma.
            - ¿Qué tiene de especial?
            Romeo tomó su arco, preparó la flecha y apuntó hacia uno de los cuerpos que yacía al otro lado de la estancia. Tensó la cuerda y soltó. La flecha, al instante de salir despedida, se inflamó en una llamarada cegadora. Cuando hizo blanco, el cuerpo se consumió en unos instantes, quedando reducido a un rastro de cenizas. El calor generado fue tal que la temperatura de la sala aumentó varios grados en apenas un minuto. Tiago no salía de su asombro.
            - Impresionante, sí.
            - El escudo es para ti. Es impenetrable. Te hará falta en la siguiente sala. Cógelo y familiarízate con él.
            Tiago lo tomó y comprobó que, a pesar de tener una apariencia robusta y un tamaño considerable, pues le cubría todo el cuerpo, el escudo parecía flotar en el aire. Podía hacerlo girar sólo con la muñeca y sin esfuerzo aparente.
            - ¿Listo? Vamos allá, entonces –y se dispusieron a atravesar la Primera Puerta.

jueves, 19 de abril de 2012

LA BESTIA(VI)

    ¡UN SALUDO PARA TODOS!

   ESTA SEMANA LLEGO CON UN POCO DE ANTELACIÓN PORQUE, POR MOTIVOS PERSONALES, MAÑANA VIERNES NO PODRÉ ESTAR CON VOSOTROS.
    COMO SIEMPRE, AQUÍ OS DEJO UN NUEVO PEDACITO DE ESTE RELATO QUE YA SE ACERCA A SU FIN. QUE LO DISFRUTÉIS.

    HASTA PRONTO...


****
            Llegar al castillo no resultó difícil. Un estrecho sendero serpenteaba hasta la cima de la montaña donde se asentaban sus raíces. Una densa niebla helada lo rodeaba, calando hasta los huesos de los dos. Cuando tenían el portón delante de sí, Tiago tomó la palabra.
            - ¿Y ahora qué? ¿Llamamos a la puerta?
            Romeo se volvió, a punto de contestar una barbaridad, pero se dio cuenta de que le estaba tomando el pelo.
            - Espera un poco y verás.
            Con un chirrido estremecedor a pesar de que la niebla amortiguaba los ecos, las cadenas comenzaron a moverse, descolgando la puerta sobre el foso a modo de puente levadizo. Los goznes crujían como si fueran a partirse en cualquier momento.
            - ¿Cómo saben que estábamos esperando?
            - Lo saben todo. Ya has oído al oráculo.
            - No me dirás que has creído lo que ha dicho la bruja. Eres más ingenuo de lo que yo pensaba.
            - El que no sabe de qué habla eres tú. Prepárate. La acción está a punto de comenzar.
            No hubo recibida. Nadie salió a su encuentro. Indecisos, cruzaron el puente y se detuvieron en el patio del castillo. No se movía nada a la vista. Ni siquiera el aire, que parecía haberse detenido junto con el tiempo en aquel lugar. El puente se elevó poco a poco detrás de ellos.
            - Pero… -dijo Tiago- no podremos volver atrás.
            - Tú lo has dicho. El único camino es hacia adelante. Siempre puedes echarte atrás y salir pulsando una puerta como la que viste en el oráculo. Hay más en diferentes salas del castillo.
            Tiago permaneció unos segundos en silencio sin saber muy bien qué decir. Una vez dentro, la idea no parecía tan buena. La atmósfera allí era lúgubre. No sabía decir por qué, pero un negro presentimiento atenazaba su corazón. Algo le decía que esa aventura no iba a salir como él había previsto. Pero ya era demasiado tarde para arredrarse, así que miró hacia las escaleras que había al fondo del patio y que conducían al castillo.
            - Es por ahí ¿no? ¿A qué esperamos?
            - Los esperamos… a ellos –Romeo señaló con un dedo a un lateral del patio, donde se hallaban las caballerizas.
            Tiago estuvo tentado de frotarse los ojos. Una treintena de personas avanzaba en su dirección. Al acercarse, comprobó que no eran exactamente personas. Vestían ropas hechas jirones y avanzaban con dificultad, como si les costase caminar. Sus gargantas sólo emitían gemidos guturales, ininteligibles. Cuando estuvieron a escasos metros, horrorizado, comprobó el motivo de todo ello. La carne de aquellos seres se caía a trozos, putrefacta, dejando ver sus entrañas, o lo que quedaba de ellas. El olor llegó como una oleada hedionda, que penetró en sus pulmones, anegándolos hasta hacer imposible la respiración.
            - Son… son….
            - Lo son. Prepárate a defender tu vida, chaval, -exclamó Romeo preparando su arco-. La espada ígnea te será de gran utilidad. Si no acabas con ellos, ellos acabarán contigo. No dudes. Es matar o morir. Deja los remilgos para otro momento.
            Resistiéndose a creer lo que tenía ante sí, desenvainó su espada y ambos se lanzaron a la carga.

viernes, 13 de abril de 2012

LA BESTIA (V)

   BUENAS NOCHES A TODOS!!!

   DE NUEVO NOS VEMOS PARA COMPARTIR UN NUEVO CORTE DE ESTE RELATO DE FICCIÓN, "LA BESTIA". LA COSA SE VA CALENTANDO POCO A POCO.

   QUE LO DISFRUTÉIS. HASTA PRONTO


- Habéis venido para saber lo que os depara el destino cuando entréis en el castillo para derrotar al Invencible ¿es así?

            - No es invencible –terció Romeo-. Precisamente si estamos aquí es porque ya ha sido vencido.

            - No te confundas, joven –la bruja parecía no reconocerles-. Has vencido a una imagen figurada. Aunque te cueste creerlo, esto es real. Tiende la mano.

            Romeo extendió la mano con la palma hacia arriba, entendiendo que aquella le iba a leer el futuro en la misma. Para su sorpresa, la anciana hizo aparecer, como por ensalmo, una daga en su mano y, a una velocidad impensable y con absoluta precisión, efectuó un pequeño corte en la mano. Romeo la retiró al instante.

            - Pero ¿qué haces, vieja bruja? -observó como una gota de sangre corría presta por el borde de la mano-. ¡Me has cortado!

            - No te preocupes, no morirás por tan poco. Sin embargo, cuando vuelvas a tu mundo, si es que vuelves, comprobarás que estoy en lo cierto. No dejéis que la fantasía nuble vuestras mentes, lo que hagáis aquí determinará vuestra vida de forma inexorable. Vuestra vida o… vuestra muerte. Y ahora voy a complacer vuestros deseos.

            De una pequeña jarra de barro que tomó del borde de la lumbre, vertió un líquido oscuro y humeante en dos tazas y las empujó hacia los jóvenes.

            - Bebed. Los posos me hablarán de vuestros designios. Adelante.

            Con cierto reparo, Romeo se acercó la taza a los labios. Hizo una mueca de asco. Aquel brebaje apestaba. Tiago, al verlo, no llegó ni a levantar su bebida.

            - No es veneno, no temáis. Bebed. Si no lo hacéis, vuestra presencia aquí no tiene ningún sentido.

            Reprimiendo una arcada, los dos apuraron sus bebidas, haciendo un esfuerzo titánico para engullirlas. Luego devolvieron las tazas a la hechicera. Esta las miró simultáneamente, si bien su rostro no dejó traslucir ninguna emoción. Unos minutos después, levantó la vista y la posó de forma alternativa en sus anfitriones.

            - Uno de vosotros no volverá. Los posos son muy claros. Dos entrarán, uno saldrá.

            - ¿Quién? -urgió Tiago- ¿Quién es el que no volverá? ¡Habla, vieja!

            - No es mi cometido influir en el destino. Puedo leerlo, pero no intervenir. Lo que ha de ocurrir está escrito desde el día que nacemos hasta el último de nuestras vidas. Nadie debe interferir. Deberíais saberlo.

            - Yo diría que tus visiones son más bien confusas. No nos has dicho nada acerca de lo que vamos a encontrar o cómo combatirlo. Sólo paparruchas.

            - Precisamente tú, que te jactas de haber vencido al Oscuro, se supone que conoces lo que os espera ahí dentro. Para eso no necesitáis ningún adivino.

            - Te demostraremos que estás equivocada, vieja. Si le vencí una vez, lo haré de nuevo. Volveremos y te traeremos la cabeza del Maligno. Entonces te darás cuenta de que nada está escrito. La vida puede cambiarse. Nada está predeterminado.

            - No tengo nada más que decir –espetó la hechicera, levantándose-. Ahora dejadme.

            Cuando los muchachos hubieron salido por la puerta, ella permaneció inmóvil como una estatua, con un brillo extraño en los ojos.

            Desde luego que todo estaba escrito. Los posos en las tazas siempre dicen la verdad.

viernes, 6 de abril de 2012

LA BESTIA (IV)

BUEN VIERNES DE DOLORES

A PESAR DE LAS MINIVACACIONES (BENDITAS SEAN), NO PODÍA PERMITIRME FALTAR A NUESTRO ENCUENTRO SEMANAL CON LA BESTIA. A VER QUÉ OS PARECE CÓMO VA TRANSCURRIENDO LA COSA.

CUIDADO CON EL VIERNES QUE VIENE, ¡¡ES VIERNES 13!! IDEAL PARA LOS AMANTES DEL TERROR SANGRIENTO.

HASTA PRONTO

Bordeando las traicioneras y pestilentes aguas, que emanaban gases irrespirables, avanzaban a través del pantano. La luna llena, enorme en el cielo claro, iluminabas sus pasos.
            - ¿Dónde se supone que vamos?
            - En poco tiempo lo sabrás paciencia. Acostúmbrate al arma. Puede hacerte falta en cualquier momento. No te fíes.
            Tiago desenvainó la espada que colgaba de su cinto. Iba ataviado al modo medieval. La espada no parecía pesar. Sorprendentemente, estaba en lllamas, pero no emitía ningún calor.
            - Es el fuego purificador –aclaró Romeo-. Únicamente abrasa la maldad. Te será especialmente útil contra enemigos inteligentes, cuando lleguemos al castillo lo comprenderás. Para seres naturales, usa mejor la ballesta. A medida que vayas venciendo adversarios, podrás optar por otras armas. Como mi arco de flechas explosivas. No falla nunca –lo esgrimió en alto como para reforzar su valía.
            - ¿Es allí donde nos dirigimos? ¿Al castillo?
            - Después. Primero tenemos que visitar a una persona.
            - ¿Qué persona? Me niego a dar un paso más si no me lo explicas.
            - No hace falta que des ni un solo paso. Es ahí.
            Ante ellos se alzaba una construcción que es sus tiempos debió ser magnífica, de piedra ahora deslucida y llena de musgo. La vegetación había ido ganando terreno sobre los muros y el tejado, propiciando un aspecto más bien ruinoso. Un cartel de madera medio descolgado decía: “ORÁCULO”.
            - ¿Tenemos que entrar ahí? ¿Es necesario?
            - Antes de adentrarte en las mazmorras del castillo, la hechicera debe estudiar tus designios. Puede que te dé alguna pista que luego te sea útil. En la versión real del juego, no he llegado mucho más allá. Por cierto, te sorprenderás cuando entres.
            - ¿En serio? A mí me parece una simple pocilga. Por cierto, ¿qué es esa especie de pantalla brillante y multicolor que hay al lado de la ventana?
            - Es un puerta de salida. Para volver, simplemente posas la mano sobre ella y al instante aparecerás de nuevo fuera del juego. Si lo ves  mal, úsala. Si mueres dentro del juego, no volverás. ¿no te lo había dicho?
            - No que yo recuerde –dijo Tiago, muy serio-. Y yo diría que se trata de un detalle de suma importancia.
            - Siempre puedes echarte atrás. Ahí mismo tienes la salida.
            - Ni lo sueñes. Eso sería ponértelo demasiado fácil. Vamos allá –empujó la puerta del oráculo y entró de sopetón.
            Dentro, todo estaba en penumbra. Al fondo de la estancia, sentada tras una mesa iluminada únicamente por un par de velas casi consumidas, había una anciana. Su rostro estaba en la oscuridad, no se podía distinguir bien. Un voz cavernosa, áspera, brotó de su garganta.
            - Pasad y sentaos. Os estaba esperando.
            Romeo cerró la puerta tras de sí, y todos quedaron envueltos en una atmósfera pesada, irrespirable. El olor a moho era muy intenso, y por debajo se adivinaba otro olor que Tiago no identificó. Era indescriptible. Romero le empujó hacia la mesa.
            - No temas. No muerde.
            Ambos se acomodaron en un par de taburetes que hallaron cerca de la mesa. La anciana se echó hacia adelante, dejando ver su rostro.
            - ¡Pero… tú… eres…Bea! –exclamó Tiago, estupefacto.
            Efectivamente, la anciana era la versión futura de Bea, vieja y reseca.