AQUÍ OS TRAIGO UNA NUEVA ENTREGA DEL RELATO QUE NOS OCUPA DURANTE UNAS SEMANAS, ADEMÁS DE UNA NOTICIA: ANTEAYER ME LLEGÓ LA CONTESTACIÓN DE LA PRIMERA EDITORIAL DONDE ENVIÉ "MOLOBO", DICIENDO QUE NO LES INTERESA, QUE LA PROSA NO ES MADURA Y QUE NO ES LO QUE ELLOS BUSCAN. AÚN QUEDAN UN PAR DE EDITORES POR MANIFESTARSE Y LUEGO... YA VERÉ LA MANERA DE QUE LA NOVELA VEA LA LUZ. HAY UNA EDITORIAL EN MÁLAGA QUE EDITA EL LIBRO Y ORGANIZA UNA PRESENTACIÓN SI A CAMBIO UNO SE COMPROMETE A VENDER 40 EJEMPLARES. ES UNA POSIBILIDAD QUE NO DESCARTO. YA OS IRÉ CONTANDO.
HASTA PRONTO
La sonrisa se borró de pronto de su cara,
cuando los fantasmas del pasado empezaron a llamar a la puerta. En 1983 había
perdido al sol de su vida, su hijita, su preciosa Carolina. Sólo tenía cinco
años. El viejo dolor conocido y arrinconado en su alma volvió a llenar su pecho
una vez más. Una vez más, las lágrimas quisieron adueñarse pero él se hizo
fuerte y las contuvo, como tantas veces a lo largo de tantos años.
Mientras pensaba, le dio una patada a
algo que había en el suelo. Se agachó y lo cogió. Era una chapa de esas que se prende
en la ropa con la foto de Michael Jackson y su eterna sonrisa con ese traje
blanco. Sin pensar en ello, se la metió en el bolsillo de la camisa. A su niña
le encantaba bailar, y la volvía loca el vídeo de los zombies tan famoso del
cantante.
No podía dejar de pensar en su hija ni un
minuto. Carolina había nacido con un pequeño defecto en el corazón, algo que la
cirugía actual hubiera reparado sin mayor dificultad pero en aquel momento
resultó letal. Con ocho años empezó a fatigarse por todo. Llevar la mochila al
colegio era misión imposible. En poco tiempo ni siquiera podía levantarse de la
cama. Sus enormes ojos castaños se fueron apagando, ni una sonrisa salía de sus
labios, hasta que un día…
Al llegar al escaparate de la floristería,
levantó la vista y, por un momento, todo se le fue de la cabeza. No podía dar
crédito a lo que estaba viendo. ¡De nuevo era joven!. Ya no recordaba su
aspecto de entonces. Mirarse al espejo cada día le había hecho olvidar su
propia imagen, qué ironía. Veía, a menudo,
las fotos de su hija y las de su mujer, pero apenas reparaba en sí
mismo. Por supuesto, siempre procuraba tener un aspecto pulcro, pasada la mala
racha el tiempo fue empañando la ventana de sus recuerdos y el dolor también
había adquirido un matiz de lejanía, ya se sabe, la vida sigue…
De pie frente al escaparate, volvió a
retomar el hilo de sus pensamientos. Pensó en Bárbara, su mujer. Ella no había
podido superar la muerte de su hija. Después de enterrar a la criatura, él
había intentado que siguieran adelante, le había propuesto viajar, proyectó
reformar la casa, pero ella no quería hacer nada. Intentó que se mudaran a otro
barrio, pero ella se negaba a dejar su casa… que era donde había vivido su
hijita. Y así fueron transcurriendo días, semanas…
Bárbara era como un robot programado.
Hacía sus tareas diarias de una forma tan minuciosa como ausente. Cuando Luis
volvía del trabajo, intentaba entablar conversación, aunque fuera sobre
cualquier tema sin trascendencia, algo que estuvieran poniendo en la tele, lo
primero que se le venía a la mente con tal de romper aquel silencio aterrador.
Su mujer respondía de vez en cuando sí, no, ya ves…
Al final, había tirado la toalla y la
vida de ambos se tornó gris, monótona, repetitiva. Hasta el cariño pareció
diluirse en un mar de abandono. Hasta que un día, al volver de comprar el pan y
el periódico, con un ramo de flores en la mano, entró en casa y Bárbara no
respondió a su llamada.
Esa editorial de Málaga seguro que es la misma que quería publicar mi novela, pero no te da nio un duro a tí, hasta que no pase un año de la publicación del libro.
ResponderEliminarQue lo sepas.
Muy triste, pero muy real al mismo tiempo.
ResponderEliminarHabía que ponerse en la piel de Bárbara, para saber lo que hubiéramos hecho los demás.
Un abrazo, y a seguir!!!!!!!!!!!!!.
Yo ya abandoné la ídea de publicar nada.
Hola!
ResponderEliminarTe he enviado un correo sobre el tema del porcentaje de los escritores. Léelo y no te desanimes. Las cosas son así.
Un abrazo y,como tú misma dices siempre, adelante!!!