ES UN DECIR, PORQUE ESTE CALOR ES INAGUANTABLE. DE MILAGRO OS PUEDO TRAER EL TROCITO SEMANAL DE "JACK VUELVE". NO PUEDE UNO PONERSE A ESCRIBIR A NINGUNA HORA, NI DE DÍA NI DE NOCHE.
EN FIN, OS DEJO CON JACK. A PASARLO LO MEJOR POSIBLE.
Constance
hubo de esperar unos instantes mientras su desbocado corazón volvía a su ritmo
normal. Aún dudaba de su cordura. Sus ojos no la engañaban. Era Alfred.
—Salí de casa a tomar una cerveza
—mintió— y os vi a Percy y a ti en la calle, de pie, parados. Parecía… —hizo
una breve pausa para dar la sensación de que lo que iba a decir le avergonzaba
un poco— parecía que estabais discutiendo. Luego te vi marcharte sola y vine
tras de ti. No es muy seguro que una joven camine sola por las calles de
Londres una vez que se ha puesto el sol.
Ella se quedó mirándole. Aquella
historia rozaba lo absurdo y la actitud de Alfred no era la que correspondía
con su carácter, tranquilo y afable. «Esta noche está resultando muy atípica»,
pensó Constance mientras escrutaba el rostro de Alfred. «Atípica y reveladora
por partes iguales», los pensamientos le llegaban a ráfagas, como si de
revelaciones se tratase. En una asociación extraña de ideas, se le vino a la
mente la noche de la sesión de espiritismo, a la que había acudido solo por
coincidir con Percy. Experimentó una peculiar sensación, como si ese recuerdo
surgido de la nada significase algo importante, pero desechó la idea para
centrarse en lo que tenía delante.
Decidió que lo mejor era no andarse
con rodeos y formuló la pregunta que pugnaba por asomar a sus labios.
—Alfred, te voy a hacer una pregunta
que quizás te pueda chocar, puede que incluso la juzgues impertinente, pero hay
una cosa que necesito saber. Te ruego seas sincero conmigo si es que aprecias
en algo mi amistad, aunque en una noche como esta ya todo se me antoja confuso
e incierto. ¿Estabas en la comisaría hace un rato?
Un ligero sobresalto asomó en la
expresión de Alfred. Por un momento estuvo tentado de seguir con la pantomima,
pero se dio cuenta de que su historia se había derrumbado en un segundo. Justo
en el momento en que Percy le había visto. Bajó la vista antes de contestar.
—En efecto, era yo el que estaba
allí. Supongo que Percy te lo ha contado.
—Así es. En menos de media hora he
descubierto que dos de la personas que tenía por mis amigos no son lo que yo
pensaba.
—No me juzgues aún, Constance. No
has oído mi historia. Hay muchas cosas que ignoras.
—Es posible que no quiera sabes los
detalles, Alfred —la indignación de Constance iba en aumento—. Puede que
prefiera seguir siendo una mujer ignorante que puede ser tratada como un ser de
inteligencia inferior, mientras los hombres pensáis que podéis utilizarnos a
vuestro antojo, a vuestra conveniencia.
—No se trata de eso —dijo él con voz
calmada, haciendo un gesto conciliador con la mano—, deberías…
—¡No me digas lo que debo o no debo
hacer! —Constance dejó salir la furia acumulada en su interior— ¡Lo primero que
has de hacer, Alfred o como te llames, es aprender a ir con la verdad por
delante! Tu vida será más fácil y al menos las personas que te quieren lo harán
por ti y no por la máscara que llevas puesta. ¿Quién eres de verdad?
Alfred se tragó la humillación y,
tras aclarar la voz, consiguió decir:
—Si me dejas, te lo contaré. Te
ruego que no me interrumpas. Mi verdadero nombre es Alfred, y no soy ni tan
falso como crees ni tan mal intencionado. Todos tenemos mucho que aprender. Tú
deberías aprender a no juzgar a la gente tan a la ligera y a escuchar lo que
los demás tienen que decir, Constance. Las cosas no son ni de lejos como tú
imaginas.
Mientras Alfred relataba su
historia, a tan solo tres manzanas de distancia, la sangre inundaba la casa y
el jardín de los Thornton.
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