ESTE VIERNES OS TRAIGO UN POCO MÁS DE "SOMBRAS", PERO DESCANSAMOS DE NOTICIAS, NI BUENAS NI MALAS. SÍ QUE OS CONTARÉ QUE MI NUEVA NOVELA YA ESTÁ BASTANTE AVANZADA, ESPERO TENER EL PRIMER BORRADOR EN CUESTIÓN DE UN MES O DOS. DEJARÉ A UN LADO LOS CONCURSOS PARA CENTRARME EN REMATARLA. YA OS IRÉ CONTANDO CÓMO VA LA COSA.
HASTA PRONTO Y QUE DISFRUTÉIS DE "SOMBRAS"
Los
días se sucedieron sin más incidentes. Lorraine fue recuperando la
tranquilidad. Cada vez que abría una puerta esperaba encontrarse a Sarah. Hasta
para usar el cuarto de baño dejaba la puerta abierta y le pedía a su madre que
estuviera del otro lado. Cuando la niña había referido a su madre todo lo
ocurrido, Susan había preferido no herir su susceptibilidad, pero en el fondo
su primer pensamiento había sido que la pequeña lo había inventado o imaginado.
No se le ocurría el motivo por el cual haría algo semejante, pero era un hecho
de todos conocido que algunos niños llegan a extremos inimaginables para captar
la atención de sus padres. Cierto era que Lorraine ya tenía toda su atención,
pero con eso y con todo bien podía ser que tuviese algún problema y eso la
hubiera alterado e impulsado a hacer algo raro. Nunca en su vida la niña había
mostrado signos de un comportamiento tan radical, pero al crecer los niños
modifican su comportamiento y…
Por
otro lado estaba un hecho que apoyaba la historia de Lorraine, que era el
estado de la habitación cuando había entrado aquella tarde. Ella misma podía
haberlo revuelto todo y haber volcado los muebles, pero eso no cabía en la
cabeza de Susan. Decididamente, su hija jamás sería capaz de hacer algo
semejante.
En
cuanto a Tajima, no había vuelto a visitarlas desde entonces. A Susan no le
había parecido nada malvada, solo una viejecilla. No entendía cómo Lorraine
podía haber contado todas esas cosas sobre ella. Incluso había mirado el cubo
de la basura al día siguiente, pero no había encontrado ni rastro de los
dichosos gusanos, solo un pastel con un aspecto delicioso echado a perder.
En
cualquier caso, las cosas parecían haber vuelto a la normalidad. Habían
cambiado los muebles de la habitación de Lorraine a otra que estaba vacía a
petición de la niña y esta se había mudado gustosa a su nueva habitación. Las
pesadillas habían remitido y cada una había recuperado su cama. Durante un par
de semanas Lorraine había estado ojerosa, callada e inapetente, pero con el
paso de los días el color natural había vuelto a su rostro a la vez que su
sonrisa, y Susan había desterrado poco a poco todo lo ocurrido a un rincón cada
vez más alejado de su mente.
Esa
tarde en concreto se encontraba sentada en la cocina repasando la lista de la
compra para el día siguiente, esperando que Lorraine volviese del colegio para
merendar algo juntas y después, mientras la niña hacía las tareas ella vería un
poco de televisión o se sentaría tranquila a leer mientras llegaba la hora de
preparar algo de cena para ambas.
Fue
entonces cuando le pareció escuchar un ruido procedente de la planta superior. Levantó
la vista del papel que tenía delante y aguzó el oído para cerciorarse de que no
lo había imaginado. Así era. Un ligero tap-tap-tap, como unos pasos amortiguados
sobre su cabeza.
—¿Lorraine?
¿Ya estás aquí?
Miró
el reloj de la pared. Las cuatro. Demasiado pronto aún. Lorraine no llegaba a casa
hasta las cuatro y media, más o menos. Salvo que hubiera habido algún contratiempo,
claro. Aún así, nunca entraba en casa sin ir a darle un beso, siempre lo hacía de
ese modo. Dejó el bolígrafo sobre la mesa y se puso en pie. Se dirigió hacia las
escaleras cuando le llegó el sonido de una puerta al cerrarse arriba. Nada brusco,
la puerta se cerró con suavidad.
—Hija
¿por qué has vuelto tan pronto? ¿te encuentras bien, cielo?
La
respuesta no llegó. Extrañada, Susan subió los peldaños con sumo cuidado para no
hacer ningún ruido. La puerta de la calle estaba cerrada, no tenía sentido que Lorraine
no contestara. Llegó a la planta de arriba y escuchó. Nada. La puerta del cuarto
de baño estaba cerrada. Así que era ahí donde Lorraine se había metido. Se acercó
y abrió.
—Cariño
¿te ocurre algo para que…?
No
había nadie en el cuarto de baño, pero el grifo del lavabo estaba abierto. Sorprendida,
se acercó y lo cerró. Gracias a Dios, no pudo ver la imagen en el espejo, justo
detrás de ella, ni los restos de la sangre que se había ido por el sumidero. Solo
sintió más frío de lo normal, pero lo asoció a que quizás la calefacción no funcionaba
bien. En ese momento oyó la puerta de la calle abrirse.
—¿Lorraine?
¿estás ahí?
Pero cómo me dejás así! !!!! A ver qué pasa!!!! Sigooooo.....
ResponderEliminarUyuyuyuyuy... Que mieo!!!
ResponderEliminarjajaja!!!
ResponderEliminarOtro abrazo!!!