ADEMÁS DEL CORRESPONDIENTE CORTE DEL "EL OTRO LADO", ESTA SEMANA EMPIEZAN A LLEGAR LAS NOTICIAS. EN PRIMER LUGAR, HE TENIDO UNA PENOSA EXPERIENCIA EN UN FORO LLAMADO HISLIBRIS DE LA CUAL NO QUIERO HABLAR. ME HAN ACUSADO DE TRAMPOSO Y TODO, Y YO HE CONTESTADO POR SUPUESTO. HAY GENTE QUE SE CREE ALGO MUY BUENO PERO CUANDO ABRES EL ENVOLTORIO NO HAY NADA DENTRO.
LO QUE SÍ NOS ATAÑE ES QUE TENGO UNA PROPUESTA DE PUBLICACIÓN DE "MOLOBO". ESTOY VALORÁNDOLA Y HASTA DENTRO DE UNAS SEMANAS NO SABRÉ NADA DEFINITIVO PERO YA OS IRÉ CONTANDO. ESPERARÉ A TENERLO BIEN CLARO.
HASTA PRONTO...
La
iluminación aséptica del pasillo del hospital indujo en Laura una sensación de
irrealidad. No era mucho lo que había tardado en acudir tras escuchar el
mensaje grabado en el contestador. Apenas se había detenido a desayunar, se
había vestido y había salido de casa a toda velocidad. El doctor la hizo entrar
en un pequeño despacho. Este detalle no pasó desapercibido para ella. Los
médicos suelen informar a los familiares en el pasillo ¿por qué aquella
formalidad? ¿qué ocurría para que el doctor la llevase aparte para informarla
acerca del estado de salud de su marido?
—Dígame doctor. Sea claro, por
favor, estoy en ascuas.
—Lo comprendo. Intentaré ir directo
al grano. Desde que su marido ingresó, le hemos practicado diversas pruebas. En
principio nos pareció una afección cardiaca, pero fuimos descartando diversas
hipótesis a medida que las pruebas daban negativo. El problema que se nos ha
planteado es el siguiente: los síntomas que Jon presentaba eran extraños, los
análisis de sangre eran correctos y sin embargo la tensión sufría caídas
repentinas y el ritmo del corazón se desacompasaba durante estos episodios. Lo
siguiente que nos pareció posible fue la ingesta o consumo de drogas, pero de
nuevo los controles demostraron que no estábamos en lo cierto. Consulté con un
colega de Toxicología y él sugirió una posibilidad que no se nos había pasado
por mente…
—Por favor, doctor, concrete.
—Bien, su marido ha sido envenenado.
La expresión de puro asombro de
Laura hizo pensar al doctor que se había equivocado en sus sospechas. «O es una
buenísima actriz», pensó para su adentros. Ella no dio la más mínima señal de
conocer el hecho.
—¿Envenenado? ¿Quiere decir que ha
comido algo en mal estado o que le han envenenado a propósito?
—No ha comido nada en mal estado. Ha
sido adrede. Hemos detectado en su organismo una traza de una variedad de
cicuta. Como comprenderá, esa sustancia no proviene de un alimento en mal
estado.
—¿Cicuta? Eso me suena a tragedia
griega, doctor. No me puedo imaginar cómo es posible que… —una lucecilla se
encendió en algún rincón oscuro de la mente de Laura, y se quedó mirando al
doctor, incrédula—. No estará pensando que yo… ¡No puedo creerlo! ¡Han pensado
que yo soy la asesina de mi marido! ¡De mi propio marido! Mire doctor, si usted
me garantiza todo lo que está diciendo yo seré la primera en ir a denunciarlo a
la policía. No tengo nada que ocultar, créame. Si alguien ha envenenado a Jon,
hay que descubrirlo. Quizás esté en juego la vida de otras personas.
El médico le hizo un gesto con la
mano para que se calmara, y empezó a hablar con voz tranquila. No podía
permitir que aquella situación se le fuera de las manos. Ella no lo sabía, pero
la policía ya había sido informada. Los casos de envenenamiento criminal eran
muy delicados, y todo llevaba un protocolo muy extraño, sobre todo cuando las
circunstancias eran tan especiales como en este caso.
—Cálmese, Laura, todo a su tiempo.
En primer lugar ha de saber que Jon se encuentra bien, hemos conseguido
estabilizarle en cuanto la causa de su mal ha salido a flote. En segundo lugar,
he de informarle acerca de un detalle que hace que el envenenamiento de su
marido sea… único, por así decirlo.
—¿Único? Ahora sí que me he perdido.
Explíquese.
—La cicuta es un veneno muy raro en
la actualidad, no sé si lo sabe. La química nos ha proporcionado cientos de
sustancias que matan en cuestión de segundos. La cicuta proviene de una planta
y requiere un largo y a veces complicado proceso de preparación, no es tan
fácil como ir a la farmacia a comprarlo o intentar encontrarlo en el mercado
negro. De hecho, es prácticamente imposible hallarlo de forma comercial. Nadie
se entretiene en su elaboración. En la antigüedad lo elaboraban las brujas y
los curanderos, pero esta práctica ha sido abandonada.
—¿Y entonces, de dónde puede haber
salido la cicuta? Cada vez estoy más intrigada. Eso sin contar con el hecho de
que no pudo imaginar que nadie quiera envenenar a Jon. Que yo sepa, no tiene
enemigos ni se lleva mal con nadie. Si le conociera, lo comprendería. Y además,
llevarse mal con una persona es una cosa, y asesinarla es otra.
—Está claro. Pero aún no he
terminado. Las peculiaridades del asunto no terminan aquí. Enviamos las
muestras al laboratorio y a la policía para ver si podían aportar más
información acerca del origen del veneno.
—¿Y? ¿Les dijeron de dónde proviene?
—No y sí.
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