ESTA SEMANA NUESTRO RELATO HA AVANZADO CON UN POCO DE DIFICULTAD A CAUSA DE LA CORRECCIÓN DE MOLOBO, QUE YA SE HA PUESTO EN MARCHA. PERO A PESAR DE TODO AQUÍ ESTAMOS DE NUEVO, PUNTUALES, PARA SEGUIR LA MARCHA DE ESTA HISTORIA A TRAVÉS DE UN OSCURO PASADO QUE AÚN NO HA SIDO DESVELADO.
QUE LO DISFRUTÉIS.
El
sargento Martínez era un hombre de corta estatura, más bien rechoncho. Lucía un
mostacho a la antigua usanza y su oronda figura estaba coronada por una mata de
pelo que ya empezaba a ralear. Laura se entretuvo examinando estos detalles
mientras permanecía sentada en una silla al otro lado de la mesa, en un pequeño
y mal ventilado cuartucho de la comisaría.
—Y dice usted que no sabe quién
puede haber sido el que ha envenenado a su marido.
—Así es. Jon no tiene enemigos, ni
acreedores, ni nadie que pueda desear su muerte. Que yo sepa.
—Que usted sepa. No se ofenda por la
pregunta, comprenda que he de hacerla ¿si su marido tuviese alguna afición,
digamos oculta, usted estaría al tanto? Me refiero a juego, drogas, ya sabe…
Laura estuvo a punto de soltar un
exabrupto, pero inmediatamente cerró la boca, comprendiendo que en muchos casos
eso era cierto. Personas que ignoran lo que sus parejas hacen cuando no están
en casa.
—Estoy segura de que no. No lo digo
sin pensar, créame. Jon no suele llegar tarde a casa, ni salir a deshoras o sin
mí. Y cuando necesito algo de él le puedo localizar en el trabajo. Quiero decir
que es muy improbable que tenga una doble vida. Eso requiere tiempo, sargento.
—Por supuesto. De todas formas, me
gustaría que hiciese un esfuerzo en recordar si en algún momento alguien le ha
amenazado, aunque solo fuese algo circunstancial, como una discusión de
tráfico. Algo así, pasó en un momento y ya está. Quizás toparon ustedes con
algún maníaco sin saberlo.
Laura estaba empezando a ponerse
nerviosa. Se retorcía los dedos de las manos compulsivamente, sin darse cuenta.
Al sargento Martínez el gesto no le pasó inadvertido. A pesar de su apariencia
despistada y de su físico descuidado, era un sabueso de la cabeza a los pies.
Tampoco dejó de ver el peculiar objeto que aquella mujer portaba en el dedo.
—No sé, ahora mismo no alcanzo a
pensar en nadie en concreto o en alguna situación específica. Lo siento.
—No se preocupe. Si recuerda algo,
ya sabe dónde encontrarme. Cualquier dato, aunque a usted le parezca nimio,
podría resultar de gran relevancia. No lo olvide. Por cierto, permítame elogiar
ese exótico anillo que lleva usted. Jamás había visto algo semejante. Y puede
usted afirmar que visto montones de cosas rarísimas.
Laura bajó la mirada y reparó en lo
que había estado haciendo. Se soltó las manos inmediatamente.
—Oh sí. Es un recuerdo de familia.
—Parece muy antiguo. Nada de
hojalata barata comprada en un “todo a un euro”.
—No, no. La verdad es que no sé de
qué época data. Mi madre lo recibió de su abuela. Por lo que sé, se remonta
varias generaciones atrás en mi familia, pero no puedo precisarle cuánto. ¿Lo
pregunta por algo en concreto?
—En absoluto. Simplemente me llamó
la atención. Bien, por el momento no necesito nada más. Puede usted marcharse
si lo desea. Recuerde lo que le he dicho: cualquier detalle que le venga a la
memoria háganoslo saber.
—Lo haré, descuide —Laura salió por
la puerta, intrigada. Nunca había dado gran importancia al anillo, pero la
observación del policía había despertado varios interrogantes en su cabeza.
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