EN VÍSPERAS DEL PUENTECILLO DEL DÍA DEL PADRE, VOLVEMOS CON UN PEDACITO MÁS DE ESTA HISTORIA DE AMBIENTACIÓN VICTORIANA TAN INUSUAL EN MI ESTILO. ESTA SEMANA FAITH CONOCE AL QUE QUIZÁS SEA EL HOMBRE DE SU VIDA... ¿O NO?
NO OS LO PERDÁIS
HASTA PRONTO
Habían
transcurrido unas semanas desde el incidente de la casa de campo. Faith se
había recuperado y todos habían guardado en su memoria los acontecimientos bajo
la etiqueta de “un mal sueño”. Después de encerrar el recuerdo bajo varias
llaves, las arrojaron bien lejos para así asegurarse de que jamás volvieran a
aparecer. El verano avanzaba y el calor se hacía opresivo en las horas
centrales del día. En el club de campo, a la sombra de unos arces, Faith, en
compañía de Constance, Percy y James disfrutaban de un partido de cricket.
Constance había conseguido hacerse
habitual en la compañía de Percy. Aún no había conseguido acercarse tanto como
hubiera deseado, pero en sus propias palabras “era una cuestión de tiempo y de
trabajo”. A Faith le había parecido en extremo gracioso que su amiga se tomase
la relación como un “trabajo”. Mientras tanto, Percy se veía relajado junto a
ella, pero no muy amoroso, según Faith lo veía. Por supuesto, esto no se lo
había mencionado a su amiga, y pondría sumo cuidado en no hacerlo. Ya se
encargaría el tiempo de poner las cosas en su sitio.
James, por su parte, estaba más
pendiente de Melissa Lakebold, la heredera única de la inmensa fortuna de la
familia. Melissa se hallaba sentada, junto con sus padres y unos amigos de la
familia, alrededor de una mesa arropada por una enorme sombrilla con flores
estampadas. Se encontraban a pocos metros del grupo de Faith, tomando un
refrigerio bajo la protectora sombra. Melissa miraba con atención el fondo de
su vaso, como si el futuro se hallase allí escondido y ella pudiera leerlo.
Faith no sentía excesiva simpatía por ella, la veía como una cursi malcriada y
estirada, cualidades estas que a su modo de ver afeaban enormemente a una
señorita. No era capaz de imaginarse qué podía ver James en ella. Dinero y más
dinero, suponía. Pero Faith era una romántica, estaba convencida de que el
dinero no traía la felicidad. Levantó el vaso de limonada que sostenía en las
manos y se lo acercó a los labios para darle un pequeño sorbo cuando se vio
empujada hacia adelante. Una pequeña cantidad de limonada se derramó sobre la
pechera de su vestido. La mancha originada parecía crecer por momentos.
—¡Lo siento! ¡Dios mío, discúlpeme,
soy un torpe! ¡Oh, vaya, su precioso vestido!¡Se ha echado a perder!
La voz correspondía a un varón.
Faith se dio media vuelta para quitarle importancia al asunto cuando su hermano
intervino.
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