ESTA SEMANA HE ANDADO UN POCO APURADO PARA ESCRIBIR Y PUBLICAR EL TROCITO DE "SOMBRAS" QUE NOS TOCA, PERO AQUÍ ESTOY PUNTUAL. AÚN SIN NERVIOS, NI AGOBIOS, YA VEREMOS DE AQUÍ A UNOS DÍAS.
OS DEJO TRANQUILOS PARA QUE PODÁIS DISFRUTAR DE ESTA HISTORIA DE FANTASMAS.
HASTA PRONTO
—¿Por
qué pones esa cara de boba? Anda ayúdame con estas bolsas mientras voy al coche
a por el resto. Puedes ir colocando la compra mientras vuelvo, entre las dos no
tardamos nada y luego podemos sentarnos un rato juntas en el salón.
Lorraine
obedeció como un autómata. ¿Cómo iba a explicar a su madre que había dejado
entrar en casa a una extraña, aunque se tratase de una anciana a primera vista
inofensiva? Se iba a aponer hecha una furia. Eso por no mencionar lo otro, lo
de la niña que había aparecido y desaparecido por arte de magia. De esa manera
no podía contarlo, desde luego. Ella siempre había sido responsable, siempre le
decían que parecía mayor de lo que en realidad era, pero ese asunto le hacía
sentir ridícula. Estaba segura de no haberlo soñado, pero seguramente las
personas que sufren alucinaciones piensan lo mismo, lo había visto una vez en
un programa de televisión.
Llegó
hasta la cocina y, al posar las bolsas sobre la mesa, se dio cuenta de no le
iba a quedar más remedio que contar a su madre al menos una de las dos cosas:
allí sobre la encimera, se hallaba la fuente que Tajima había traído. No se
veía el contenido, se hallaba cubierta de papel de aluminio. Una vocecilla se
coló dentro de su cabeza. «No te preocupes, solo es una tarta de bienvenida. No
hay nada malo en ello». Sin embargo, algo que no alcanzaba a definir le decía
que esa mujer no era de fiar. Lorraine no podía explicarlo, pero no le había
gustado ni un pelo la forma en que había entrado y le había hablado.
Una
idea llegó resplandeciente como el sol en verano. Podía arrojar la tarta al
triturador de basura antes de que su madre volviera y meter la fuente en una
bolsa y esconderla. Dejó a un lado las bolsas que le había dado su madre y se
acercó a la encimera, decidida a deshacerse de aquel objeto inoportuno.
—Ya
estoy aquí, nena. ¿Qué haces? Te he dicho que fueras poniendo las cosas en su…
¿y eso? ¿qué es eso?
No
le había dado tiempo ni de coger la fuente. Al menos, su madre no la había
visto deshacerse de ella. «Estoy exagerando con lo de la tarta», pensó
Lorraine. «Si me llega a pillar en el momento de tirarla, habría tenido que dar
un montón de explicaciones, como si fuera poco lo que tengo que contar.
—Esto…
esto es… Verás mamá. Esto es una tarta que ha dejado aquí una anciana que se ha
presentado como nuestra vecina. Se trata de un detalle de bienvenida, ya sabes
cómo es la gente de los pueblos pequeños.
La
cara de su madre no dejó lugar a duda alguna. Sorpresa. Indignación. Cabreo en
grado máximo.
—Creo
haberte dicho mil veces que no abras la puerta a nadie cuando estás sola. No
eres tan niña como para no entenderlo, Lorraine —el rostro de su madre iba
subiendo de color a medida que reprimía las ganas de gritar—. Por si fuera
poco, no conocemos a nadie aún, acabamos de mudarnos al vecindario.
—Pero
mamá, no podía dejarla ahí fuera con la fuente en la mano. Es una anciana
encantadora, ya verá cuando vuelva.
—Esa
no es la cuestión, cariño, y lo sabes. Haré la vista gorda por esta vez pero si
lo haces de nuevo vas a estar castigada sin televisión hasta que cumplas los
cuarenta. Supongo que me he explicado bien.
—Claro,
mamá —Lorraine bajó la vista, aliviada por haberse librado de una buena—. No
volverá a suceder. Te lo prometo.
La
atención de Susan se desvió hacía un punto tras la espalda de Lorraine.
—Bien,
vamos a echar un vistazo a esa tarta. Ya no podemos hacer nada al respecto, así
que vamos a mirar el lado positivo. Cuando visite la báscula me arrepentiré,
pero ahora mismo se me está haciendo la boca agua. Vamos a tomarnos un trozo de
ese lo que sea.
Susan
se acercó a la encimera y retiró el papel de aluminio. Lorraine no veía la
tarta. Su prioridad, eludir el castigo, había pasado a un segundo plano de
repente. Ni siquiera tenía hambre a causa de la tensión que acababa de
experimentar.
—Tiene
buena pinta —dijo Susan—. Casi es la hora de comer, así que cortaré un pedazo
pequeño para cada una.
Abrió
un cajón y extrajo un cuchillo. Tomó dos platos de escurreplatos y se entregó a
la faena. Lorraine se sentó a la mesa tras sacar un par de servilletas de papel
y llenar un par de vasos de refresco. Susan cortó un pequeño pedazo de la tarta
con un tenedor y se dispuso a tomar un anticipo. Lorraine se volvió, y centró
su atención por fin en la tarta. Un grito quedó ahogado en su garganta. La
estampa era una pesadilla.
Su
madre estaba a punto de meterse en la boca un pedazo de aquello.
—¡No,
mamá! ¡No lo hagas!
La
tarta o lo que hubiera sido en su momento era un hervidero de gusanos, que se
retorcían asustados por la luz o por el movimiento. Uno de ellos colgaba del
tenedor a escasos centímetros de la boca de su madre.
Ohhh me mueroo si me pasara ajaj.
ResponderEliminarYa me enganchaste con la historia.
Besos!
Sí, el gusanillo también estaba enganchado, jajaja!!!! Mis relatos son así, una de cal y dos de arena. Espero que te guste todo entero!!! Un abrazote!
ResponderEliminarVaya con la viejita... ¿Se la comerán pronto los gusanos a ella también?
ResponderEliminarPor supuesto que No voy a revelar lo que viene después, Sandra! jajaja!!! Todo a su tiempo...
ResponderEliminarjejejeje.... Qué bueno, xD!!!
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