ESTA SEMANA, APARTE DE NUESTRA HABITUAL CITA CON JACK, VENGO CARGADO DE BUENAS NOTICIAS.
EN PRIMER LUGAR, AUNQUE LO PODEIS LEER DEBAJO DE ESTA ENTRADA, PUES HICE UN COMENTARIO ESPECIAL EL OTRO DÍA, ESTÁ LA SELECCIÓN DE UN CUENTO INFANTIL QUE ESCRIBÍ PARA UN LIBRO SOLIDARIO DE CUENTOS E ILUSTRACIONES CUYOS BENEFICIOS IRÁN A PARA A LA FUNDACIÓN LUIS OLIVARES, QUE TRABAJA FAVOR DE LAS FAMILIAS CON NIÑOS AFECTADO POR LA LEUCEMIA. TODO UN HONOR PARA MÍ Y UNA ALGERÍA EL PODER PARTICIPAR EN ALGO TAN ESPECIAL Y ÚNICO. CUANDO EL LIBRO SALGA (SE VENDERÁ A TRAVÉS DE AMAZON) YA OS AVISARÉ. NUNCA PIDO QUE COMPRÉIS LOS LIBROS DE LOS QUE HABLO, PERO EN ESTA OCASIÓN MERECE LA PENA. OS DEJO EL ENLACE PARA QUE PODAIS LEER ACERCA DE ESTA INICIATIVA Y DE LAS ACTIVIDADES DE LA FUNDACIÓN, SUS OBJETIVOS, ETC.
EN SEGUNDO LUGAR, TAMBIÉN HAN SELECCIONADO OTRO RELATO MÍO PARA FORMAR PARTE DE UN LIBRO DE TEMÁTICA STEAMPUNK FANTÁSTICO. LO EDITARÁ UN COLECTIVO LLAMADO PLANES B, QUE SE DEDICAN A LA PROMOCIÓN DE AUTORES NOVELES DENTRO DEL TEMA MENCIONADO, EL STEAMPUNK. SE TRTATA EN ESTE CASO DE LIBROS QUE SE VENDEN A UN PRECIO MUY ECONÓMICO EN PAPEL Y SE PUEDEN DESCARGAR GRATIS DESDE LA PLATAFORMA BUBOK EN FORMATO PDF. TAMBIÉN OS AVISARÉ CUANDO ESTÉ LISTO. OS DEJO EL ENLACE PARA QUE PODÁIS LEER ACERCA DE TODO EL ASUNTO Y ADEMÁS SI QUERÉIS DESCARGAR LOS VOLÚMENES ANTERIORES ¡ES GRATIS!
RESUMIENDO, ESTA SEMANA HA SIDO IRREPETIBLE, ASÍ QUE VOY A SABOREAR ESTA SENSACIÓN TODO LO QUE PUEDA, QUE LUEGO CUANDO VIENEN LOS MALOS TIEMPOS CUESTA TRABAJO NO PERDER EL NORTE.
OS DEJO CON ALFRED, QUE ESTA SEMANA SE VA A LLEVAR UNA SORPRESILLA...
TA PRONTO.
—Me
cuesta creer que alguien con su perspicacia se dejase engañar con truco tan
barato, Hedges. Me ha decepcionado usted, agente. Había recibido unas
referencias inmejorables acerca de sus capacidades, pero ahora no lo veo tan
claro.
Ambos se hallaban en la comisaría,
en el despacho del inspector Higgs. Se trataba de un pequeño cuarto acristalado
con vistas a todas las mesas de la comisaría. El inspector ni siquiera se había
molestado en bajar las persianas. Le estaba echando un buen rapapolvo a Alfred,
y pretendía que sirviera de escarmiento y de advertencia para todos los demás.
El mensaje estaba claro: «Aquí mando yo y que nadie se atreva a llevarme la
contraria». Era la tarde siguiente al fiasco sufrido con el jardinero de Faith.
La tarde siguiente a la terrible
experiencia sufrida por Percy y Constance con aquel mendigo.
—No fue un engaño, inspector Higgs.
Aquel hombre estaba sacando los restos de la poda del jardín, y la forma del
saco era sospechosa. Es normal que me dejara guiar por las apariencias.
El inspector Higgs estaba
descargando la tensión que recibía por parte de sus superiores acerca de aquel
caso que le traía de cabeza y que no avanzaba en ninguna dirección sobre el
agente Alfred Hedges. Este aguantaba el temporal cabizbajo ante su superior. Se
daba perfecta cuenta de que el inspector estaba aprovechando su desliz para
ensañarse, pues estaba en contra de aquella investigación. El sargento Pileggi
así se lo había confirmado.
—No intente justificarse, Hedges.
Cualquier agente del cuerpo se hubiera cerciorado antes de lanzarse a seguir
una pista falsa. Ese modo de proceder es sumamente incauto y no le llevará a
buen fin
—Pero inspector, si me permite…
—¡Por supuesto que no le permito!
¡Ni tampoco que intente justificar lo que no tiene justificación, agente! ¡No debí
permitir que Pileggi me enredase con sus absurdas ideas! Esto es lo que ocurre
por confiar en personas incompetentes. Lleva usted semanas ¡qué digo! ¡Meses! vigilando
de cerca a esa mujer y no ha conseguido ni siquiera un mínimo avance ¿me
equivoco?
—Bueno, en realidad, he podido
constatar que no hay nada sospechoso en ella. Se trata de una mujer con un
fuerte carácter, pero yo no diría que en absoluto se trate de una asesina…
El inspector se puso colorado hasta
la raíz del pelo. Con solo mirarle, cualquiera hubiera jurado que estaba a
punto de estallar. Literalmente, como un odre demasiado lleno.
—Pero ¿usted se escucha? Parece un
niño pequeño balbuceando tonterías. ¿Con qué parte del cuerpo piensa usted,
agente? ¿Es que no se da cuenta de que babea por esa mujer? ¿Acaso le ha
engatusado para desviar las sospechas de sí misma? Cualquier idiota se daría
cuenta y no se dejaría atrapar en una trampa tan obvia.
Alfred sintió que algo se había
quebrado en su interior. El inspector acababa de traspasar la línea que marca
el límite de lo tolerable. Una cosa era una reprimenda ante un error
profesional, y él tampoco consideraba haberlo cometido, y otra muy diferente
era la sarta de descalificaciones e injurias que estaba escuchando y que se iba
recrudeciendo a medida que el inspector se iba calentando sin encontrar
oposición. Si le permitía seguir por ese camino, antes de salir de aquel
despacho estaría acabado como policía y humillado como persona hasta un punto
insoportable. Era ahora o nunca.
—Un momento, inspector. Con el
debido respeto, creo que se está usted excediendo. Ni yo he cometido una falta
a mi profesionalidad que justifique toda esta retahíla de acusaciones por su
parte ni tampoco hay motivo para que usted levante calumnias sobre personas que
no están delante para defenderse. Como buen policía que soy y como persona, le
exijo que se disculpe por los insultos proferidos contra mi persona. No estamos
hablando de capacidad policiaca, ya ha entrado usted en el terreno de lo
personal.
El inspector Higgs enmudeció ante la
verborrea de Alfred. Solo durante unos segundos. Indignado ante aquella
insubordinación descarada, dejó escapar toda su ira.
—¡ME EXIGE!¡USTD ME EXIGE A MÍ!
¿Pero quién diantre se ha creído que es? ¡Usted no tiene autoridad ni moral ni
profesional para exigirme nada, mequetrefe!¡Le abriré un expediente por
insubordinación!¡Acabaré con su carrera dentro del cuerpo!
Alfred sacó su placa del bolsillo de
su chaqueta y la arrojó al suelo a los pies de Higgs.
—No es necesario, inspector. Con
personas de tan poca inteligencia como usted, estoy de sobra aquí. ¡Dimito
ahora mismo! —y giró sobre sus talones dispuesto a salir de aquel despacho
dando un buen portazo.
Pero su mano se detuvo en el pomo de
la puerta. Afuera, sentados frete a la mesa del sargento Pileggi, se
encontraban Constance y Percy.
Percy
le miraba fijamente con los ojos muy abiertos por la sorpresa.
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