DESPUÉS UNA SEMANA DE REPOSO LITERARIO (MÁS BIEN HE ESTADO PENDIENTE DE OTRAS OCUPACIONES, LA PELA ES LA PELA), AQUÍ OSTRAIGO UN POCO MÁS DE ESTA NOVELA CORTA (QUE YA LO ES) QUE SE PROLONGA UNA SEMANA TRAS OTRA.
LA SEMANA PASADA LO DEJAMOS EN UN INESPERADO ENCUENTRO QUE DEJA AL DESCUBIERTO LA ESTRATEGIA DE ALFRED ¿QUÉ PASARÁ? NO TE QUEDES SIN SABERLO...
OS DEJO CON ALFRED, PERCY Y EL RESTO.
HASTA PRONTO
Constance
charlaba animadamente con el sargento Pileggi. La noche le había sentado bien y
si veinticuatro horas antes tenía el mismo aspecto que le hubiera pasado un
huracán por encima, ahora se la veía resplandeciente y fresca. Percy había
perdido el interés en la declaración. Estaba aburrido de repetir una y otra vez
las mismas cosas. Ya había explicado lo ocurrido de tres o cuatro maneras
distintas, y al final tampoco era gran cosa lo que había que explicar, según lo
veía él. Un callejón oscuro, un mendigo borracho… pero aquel policía insistía
en preguntarles por qué motivo habían entrado allí, qué les había dicho aquel
vagabundo maloliente con palabras exactas, como si uno se pudiera acordar, cómo
era posible que la sombrilla hubiera podido ir a parar allí…
Apartó
el rostro para bostezar disimuladamente y se fijó en las mesas cercanas para
luchar contra el tedio que le invadía. En ese momento una especia de algazara
se produjo en un despacho situado no muy lejos de donde ellos se hallaban. Dentro
de las paredes acristaladas del pequeño despacho había dos hombres discutiendo
acaloradamente. Uno de ellos se encontraba de espaldas a Percy, y aunque este
supo explicar por qué aquel tipo le resultaba familiar. El otro, que parecía el
superior porque llevaba la voz cantante, estaba tan rojo que parecía que iba a
reventar en cualquier momento.
El
sujeto que estaba de espaldas gesticulaba con gran vehemencia ambos gritaban y
las voces se oían desde fuera del despacho, pero Percy no podía entender lo que
decían. En un momento dado, el que parecía el subordinado hizo un gesto
extraño, como si arrojara algo al suelo y se giró con violencia para salir por
la puerta del despacho como un vendaval. Solo que no llegó a salir. Sus ojos se
cruzaron con los de Percy en una singular batalla entre el asombro y la
estupefacción. Una O se dibujo en la boca de aquel hombre al mismo tiempo que
lo hacía en la de Percy. No podía creerlo. Alfred. ¿Qué diantre estaría
haciendo allí vestido de policía?
Percy
se giró solo un breve instante para rozar el codo de Constance y llamar su
atención sobre tan singular circunstancia, pero ella reía despreocupada ante
una observación que había hecho el sargento.
—Constance,
mira esto…
—¡Un
momento Percy, estoy hablando con el sargento! Ahora mismo te hago caso, no es
de buena educación interrumpir las conversaciones ajenas.
—Pero
Constance, no te lo vas creer…
Ella
se giró, airada.
—¿Se
puede saber qué mosca te ha picado? ¿Qué es eso tan importante que no puede
esperar a que termine de hablar con el sargento?
—No
te vas a creer quién está aquí ahora mismo. ¡Y vestido de uniforme! ¡Mira!
Constance
dirigió la vista hacia donde el dedo de Percy señalaba, agitado. Al momento se
volvió, con expresión molesta.
—Ya
he mirado. ¿Qué es eso tan extraordinario, si puede saberse? —su voz sonaba
indignada, aunque trataba de contenerse.
Percy
miró hacia el despacho. La puerta estaba abierta. Alfred había desparecido.
¡Hola Vidal!
ResponderEliminarHe estado desaparecida un tiempo de por estos lares.
Espero que ya sabrás por qué. No tenía muchos ánimos para comentar nada.
Ahora que volví, todavía no se si seré capaz. pero lo que he leído, me ha gustado lo último. Ahí está la línea entre el asombro y lo irreal.
Un abrazo chico.
¡Bienvenida, Lía!
ResponderEliminarMe alegro de corazón de que hayas encontrado por fin los ánimos, no solo por pasarte por aquí, sino por ver que el sol aún está ahí. Yo también he pasado una época bastante mala, pero la tormenta al final pasa.
¡¡¡Muchos besos!!!!