HOLA A TODOS
ESTA SEMANA NOS VEMOS UN POCO ANTES DE LO NORMAL, TAL Y COMO OS CONTÉ EN LA ÚLTIMA OCASIÓN. ESO ES PORQUE MAÑANA TENGO CITA EN EL V ENCUENTRO DE HISLIBRIS Y NO PODRÉ ESTAR CON VOSOTROS.
SE ACERCA UNA ÉPOCA DE MUCHO TRAJÍN LITERARIO PARA MÍ. ES HORA DE ATENDER TODA UNA SERIE DE COMPROMISOS ADQUIRIDOS Y POSTERGADOS MIENTRAS ACABABA "JACK VUELVE" Y OTRAS COSAS QUE TENGO GUARDADAS EN LA MANGA, YA VERÉIS.
NO PODÍA IRME SIN ACABAR ESTA HISTORIA QUE NOS HA TENIDO EN VILO DURANTE LOS ÚLTIMOS MESES, DE MODO QUE LO PROMETIDO ES DEUDA, AQUÍ TENÉIS, POR FIN, EL DESENLACE DE "SOMBRAS".
ESPERO QUE OS HAYA GUSTADO.
UN ABRAZO. HASTA DENTRO DE UNAS SEMANAS.
La
araña y Susan quedaron momentáneamente cegadas por aquel resplandor, hasta que
sus ojos se acostumbraron a la nueva luminosidad. La araña emitió un extraño
bufido, lleno de ira.
—¡Maldita
mocosa! ¿De dónde has sacado eso?
Susan
se esforzó por vislumbrar el objeto que su hija sostenía. Aún veía manchas de
color flotando en el aire, producto de la ceguera transitoria. Por fin
consiguió enfocar los ojos de nuevo. Lo que Lorraine esgrimía era ni más ni
menos que el curioso broche que le había visto mientras dormía, aquel con la
forma de una extraordinaria mariposa. Solo que ahora no era oscura y apagada.
Refulgía como una supernova en la mano de la niña. La araña se removió sobre
los hilos.
—No
es asunto tuyo la forma en que llegó a mis manos —Lorraine se veía relajada y
tranquila, circunstancia que preocupó más, si cabe, a su madre ¿De dónde salía
todo ese aplomo, tanta entereza?
—¡No
te pertenece, niña estúpida! ¡Es mío! ¡Devuélvemelo!
Pero
no se acercaba a Lorraine. Se había quedado estancada en el mismo punto. Susan
intuyó que de alguna forma aquel objeto le daba miedo, o quizás no era el broche
en sí mismo, sino la luz que emitía tan pura que casi podía olerse.
Lejos de hacer lo que le habían dicho,
Lorraine se acercó a la parte alta de la escalera, al punto donde arrancaban
los primeros hilos de la telaraña. Soltó el alfiler y lo usó a modo de una
navaja, cortando los hilos que se hallaban a su alcance. A Susan le pareció que
toda la estructura cedía un poco, que caía un poco hacia el suelo. La araña chilló
de pura impotencia.
—¡Deja
de hacer eso, pequeña zorra! Han sido ellos ¿verdad? Ellos te lo dieron ¿Qué
más te han contado? ¿Eh? ¿Te han explicado acaso cómo les torturé hasta que
lentamente expiraron su último aliento? Porque eso es lo que voy a hacer con
vosotras. Conoceréis un dolor tan grande que suplicaréis mil veces que acaba
con vuestra vida. Pero no lo haré. Cada segundo que os resta de vida será una
agonía insufrible, os lo aseguro. A no ser que me entregues lo que pertenece
—el tono de la araña se volvió más meloso, como si así pudiese convencer mejor
a la niña—. Si lo haces, os dejaré marchar a ti y a tu madre. Podréis alejaros
de la casa, de MI casa, sin siquiera un rasguño —mintió.
Lorraine
se echó a reír. Su risa no era la de siempre, sino una risa adulta, llena de
desprecio y de cinismo, que puso los pelos de punta a Susan. Durante un
instante, pensó que aquella no era su pequeña, que algo la había poseído. Sin
embargo, cuando habló, la voz de la niña volvió a resonar con su timbre infantil
y sonoro.
—Tienes
razón, Tajima o como quiera que te llames. Ellos me dieron el broche —nueva
carcajada llena de desdén—. Y también me dijeron lo que tenía que hacer con él.
Aquí acaba tu mísera existencia, engendro —Susan se preguntaba de dónde había
salido aquel vocabulario. Jamás le había escuchado esas palabras—. No volverás
a asesinar a nadie.
La
niña avanzó dos pasos y, de un contundente tajo, cortó uno de los hilos
principales de la telaraña, que estaba sujeto a la pared. Todo un sector de la
telaraña se derrumbó, justo aquel donde se encontraba Susan, que cayó al suelo.
Cuando se fue a incorporar, se percató de que había unas siluetas oscuras en el
pasillo. Varios adultos y una niña. Al fijarse mejor pudo observar las heridas
que salpicaban sus cuerpos y comprendió. Esos eran los fantasmas que veía su
hija. Ella no la había creído, pero allí estaban. Inmóviles como estatuas,
contemplando la escena con un brillo de esperanza en sus ojos muertos.
¿Esperanza? ¿Qué era lo que podían estar esperando? Un sonido de la parte
superior llamó su atención. La araña se había movido, se acercaba al lugar
donde Lorraine la esperaba, a mitad de la escalera. Un grito de horror se
escapó de los labios de Susan.
—¡Déjala,
desgraciada! ¡Ven por mí, si te atreves! —el intento de distraer la atención de
la araña fue en vano. Seguía acercándose más y más a su hija.
Susan,
desesperada, empezó a apartar los hilos pegajosos para llegar hasta el pie de
la escalera y así alcanzar a su hija. Le costaba un trabajo ímprobo, la seda era
pegajosa y tenía la sensación de enredarse más de lo que avanzaba. Entonces una
mano la agarró del brazo. Una mano helada.
Una
mano de muerto.
Se
giró con el vello de punta y contempló a una niña vestida con una ropa que se
caía a trozos. Su tez era blanca como el papel, a excepción de las enormes
ojeras negras que la adornaban. Debía ser la niña que había mencionado
Lorraine.
—No
temas —la voz de la niña sonaba dentro de la cabeza de Susan, no en sus oídos—.
No te necesita. Es fuerte.
—Pero…
—Susan intentó argumentar algo, decir que tan solo era una niña, pero la mirada
de la pequeña fantasma segó las palabras antes de que saliesen de sus labios.
Mientras
tanto, Tajima, el ser en el que se había convertido, casi estaba junto a
Lorraine. Esta había abierto una brecha considerable en la telaraña a su
alrededor, aumentando el espacio que poseía para maniobrar. Cuando la araña la
tuvo a su alcance, estiró una pata hacia la niña, intentando aterrarla para así
poder lanzarse sobre ella con tranquilidad.
Lorraine
no lo pensó. Cuando la pata estaba casi junto a su brazo se giró y con la aguja
del broche convertida en una daga mortal cercenó la mitad de la pata,
arrancando un grito de dolor a Tajima.
—¡Maldita
seas, mocosa del demonio! ¿Cómo te atreves? ¡Lo pagarás caro!
Una
sustancia viscosa había empezado a chorrear de la extremidad amputada. Era de
un color oscuro, casi negro, y apestaba como una cloaca. Susan se tuvo que
tapar la nariz, no podía respirar. En Lorraine, sin embargo, no pareció surtir
ningún efecto.
La
araña se balanceó un poco hacia atrás para tomar impulso y saltó hasta
colocarse junto a la niña, por encima de ella, debido a la diferencia de
tamaño. Se disponía a lanzar una dentellada mortal cuando Lorraine, con una
agilidad asombrosa, se deslizo por debajo del cuerpo del ser a la vez que
lanzaba otra estocada, que acertó cerca de la boca de Tajima, cortándole un
quelícero. Esta aulló, pero no pudo hablar, la boca se le estaba inundando del
mismo líquido espeso y nauseabundo. Desesperada, se giró para volver a tener a
Lorraine dentro de su campo de visión, pero esta ya había actuado: mientras se
escurría bajo el abdomen de la pesadilla con patas clavó el alfiler y fue describiendo un arco negro a lo largo
del mismo. Cuando llegó al final, la barriga de la araña se abrió en canal,
dejando salir las vísceras, que se desparramaron escaleras abajo. Lorraine ya
había corrido junto a su madre, que la abrazó con los ojos anegados en
lágrimas.
La
araña trastabilló un segundo, como si estuviera indecisa entre morir o no
morir, pero finalmente se derrumbó con un ruido sordo y no volvió a moverse.
Susan
lloraba, incapaz de articular palabra alguna, abrazando a su hija tan fuerte
que la pequeña se quejó.
—Mamá,
no me dejas respirar.
Entonces
la voz de Sarah resonó dentro de la mente de ambas.
—Ahora
es nuestro turno, Lorraine. Nosotros también debemos descansar.
Lorraine
se despegó de su madre y se acercó a Sarah, que tenía una mano tendida. Sabía lo
que debía hacer. Depositó el broche en la mano de la niña fantasma. Ya nunca más
se volverían a ver. La luz que emitía el broche aumentó de intensidad hasta llenar
toda la estancia. Madre e hija se vieron obligadas a cubrirse los ojos, el resplandor
les hacía daño.
—Adiós,
Lorraine, gracias por liberarnos… —las voces de los muertos se alejaban a medida
que la luz aumentaba más y más, hasta llegar a un clímax final, con un destello
tan brillante como una supernova que fue seguido por el más absoluto silencio.
Cuando
Lorraine y su madre despertaron. Todo y todos habían desaparecido. Estaban tumbadas
en el suelo, a poca distancia de la escalera. El sol ya había salido. La casa volvía
a tener su aspecto normal, como si todo lo ocurrido hubiese sido un sueño.
—Recogeremos
las cosas y nos mudaremos hoy mismo —dijo Susan con decisión.
—No
mamá, no es necesario. Este es nuestro hogar. Nuestro. Ya no hay nada que debamos
temer. Ahora quiero ir a la cama, estoy agotada. ¿Vienes?
Susan
sonrió, sorprendida por el valor y la entereza mostrados por su pequeña. La tomó
de la mano y subieron juntas las escaleras.
Allí
es donde comenzaba de nuevo su vida.