jueves, 24 de abril de 2014

SOMBRAS (FINAL)

   HOLA A TODOS
   ESTA SEMANA NOS VEMOS UN POCO ANTES DE LO NORMAL, TAL Y COMO OS CONTÉ EN LA ÚLTIMA OCASIÓN. ESO ES PORQUE MAÑANA TENGO CITA EN EL V ENCUENTRO DE HISLIBRIS Y NO PODRÉ ESTAR CON VOSOTROS.
   SE ACERCA UNA ÉPOCA DE MUCHO TRAJÍN LITERARIO PARA MÍ. ES HORA DE ATENDER TODA UNA SERIE DE COMPROMISOS ADQUIRIDOS Y POSTERGADOS MIENTRAS ACABABA "JACK VUELVE" Y OTRAS COSAS QUE TENGO GUARDADAS EN LA MANGA, YA VERÉIS.
   NO PODÍA IRME SIN ACABAR ESTA HISTORIA QUE NOS HA TENIDO EN VILO DURANTE LOS ÚLTIMOS MESES, DE MODO QUE LO PROMETIDO ES DEUDA, AQUÍ TENÉIS, POR FIN, EL DESENLACE DE "SOMBRAS".
   ESPERO QUE OS HAYA GUSTADO.
   UN ABRAZO. HASTA DENTRO DE UNAS SEMANAS.

La araña y Susan quedaron momentáneamente cegadas por aquel resplandor, hasta que sus ojos se acostumbraron a la nueva luminosidad. La araña emitió un extraño bufido, lleno de ira.
—¡Maldita mocosa! ¿De dónde has sacado eso?
Susan se esforzó por vislumbrar el objeto que su hija sostenía. Aún veía manchas de color flotando en el aire, producto de la ceguera transitoria. Por fin consiguió enfocar los ojos de nuevo. Lo que Lorraine esgrimía era ni más ni menos que el curioso broche que le había visto mientras dormía, aquel con la forma de una extraordinaria mariposa. Solo que ahora no era oscura y apagada. Refulgía como una supernova en la mano de la niña. La araña se removió sobre los hilos.
—No es asunto tuyo la forma en que llegó a mis manos —Lorraine se veía relajada y tranquila, circunstancia que preocupó más, si cabe, a su madre ¿De dónde salía todo ese aplomo, tanta entereza?
—¡No te pertenece, niña estúpida! ¡Es mío! ¡Devuélvemelo!
Pero no se acercaba a Lorraine. Se había quedado estancada en el mismo punto. Susan intuyó que de alguna forma aquel objeto le daba miedo, o quizás no era el broche en sí mismo, sino la luz que emitía tan pura que casi podía olerse.
 Lejos de hacer lo que le habían dicho, Lorraine se acercó a la parte alta de la escalera, al punto donde arrancaban los primeros hilos de la telaraña. Soltó el alfiler y lo usó a modo de una navaja, cortando los hilos que se hallaban a su alcance. A Susan le pareció que toda la estructura cedía un poco, que caía un poco hacia el suelo. La araña chilló de pura impotencia.
—¡Deja de hacer eso, pequeña zorra! Han sido ellos ¿verdad? Ellos te lo dieron ¿Qué más te han contado? ¿Eh? ¿Te han explicado acaso cómo les torturé hasta que lentamente expiraron su último aliento? Porque eso es lo que voy a hacer con vosotras. Conoceréis un dolor tan grande que suplicaréis mil veces que acaba con vuestra vida. Pero no lo haré. Cada segundo que os resta de vida será una agonía insufrible, os lo aseguro. A no ser que me entregues lo que pertenece —el tono de la araña se volvió más meloso, como si así pudiese convencer mejor a la niña—. Si lo haces, os dejaré marchar a ti y a tu madre. Podréis alejaros de la casa, de MI casa, sin siquiera un rasguño —mintió.
Lorraine se echó a reír. Su risa no era la de siempre, sino una risa adulta, llena de desprecio y de cinismo, que puso los pelos de punta a Susan. Durante un instante, pensó que aquella no era su pequeña, que algo la había poseído. Sin embargo, cuando habló, la voz de la niña volvió a resonar con su timbre infantil y sonoro.
—Tienes razón, Tajima o como quiera que te llames. Ellos me dieron el broche —nueva carcajada llena de desdén—. Y también me dijeron lo que tenía que hacer con él. Aquí acaba tu mísera existencia, engendro —Susan se preguntaba de dónde había salido aquel vocabulario. Jamás le había escuchado esas palabras—. No volverás a asesinar a nadie.
La niña avanzó dos pasos y, de un contundente tajo, cortó uno de los hilos principales de la telaraña, que estaba sujeto a la pared. Todo un sector de la telaraña se derrumbó, justo aquel donde se encontraba Susan, que cayó al suelo. Cuando se fue a incorporar, se percató de que había unas siluetas oscuras en el pasillo. Varios adultos y una niña. Al fijarse mejor pudo observar las heridas que salpicaban sus cuerpos y comprendió. Esos eran los fantasmas que veía su hija. Ella no la había creído, pero allí estaban. Inmóviles como estatuas, contemplando la escena con un brillo de esperanza en sus ojos muertos. ¿Esperanza? ¿Qué era lo que podían estar esperando? Un sonido de la parte superior llamó su atención. La araña se había movido, se acercaba al lugar donde Lorraine la esperaba, a mitad de la escalera. Un grito de horror se escapó de los labios de Susan.
—¡Déjala, desgraciada! ¡Ven por mí, si te atreves! —el intento de distraer la atención de la araña fue en vano. Seguía acercándose más y más a su hija.
Susan, desesperada, empezó a apartar los hilos pegajosos para llegar hasta el pie de la escalera y así alcanzar a su hija. Le costaba un trabajo ímprobo, la seda era pegajosa y tenía la sensación de enredarse más de lo que avanzaba. Entonces una mano la agarró del brazo. Una mano helada.
Una mano de muerto.
Se giró con el vello de punta y contempló a una niña vestida con una ropa que se caía a trozos. Su tez era blanca como el papel, a excepción de las enormes ojeras negras que la adornaban. Debía ser la niña que había mencionado Lorraine.
—No temas —la voz de la niña sonaba dentro de la cabeza de Susan, no en sus oídos—. No te necesita. Es fuerte.
—Pero… —Susan intentó argumentar algo, decir que tan solo era una niña, pero la mirada de la pequeña fantasma segó las palabras antes de que saliesen de sus labios.
Mientras tanto, Tajima, el ser en el que se había convertido, casi estaba junto a Lorraine. Esta había abierto una brecha considerable en la telaraña a su alrededor, aumentando el espacio que poseía para maniobrar. Cuando la araña la tuvo a su alcance, estiró una pata hacia la niña, intentando aterrarla para así poder lanzarse sobre ella con tranquilidad.
Lorraine no lo pensó. Cuando la pata estaba casi junto a su brazo se giró y con la aguja del broche convertida en una daga mortal cercenó la mitad de la pata, arrancando un grito de dolor a Tajima.
—¡Maldita seas, mocosa del demonio! ¿Cómo te atreves? ¡Lo pagarás caro!
Una sustancia viscosa había empezado a chorrear de la extremidad amputada. Era de un color oscuro, casi negro, y apestaba como una cloaca. Susan se tuvo que tapar la nariz, no podía respirar. En Lorraine, sin embargo, no pareció surtir ningún efecto.
La araña se balanceó un poco hacia atrás para tomar impulso y saltó hasta colocarse junto a la niña, por encima de ella, debido a la diferencia de tamaño. Se disponía a lanzar una dentellada mortal cuando Lorraine, con una agilidad asombrosa, se deslizo por debajo del cuerpo del ser a la vez que lanzaba otra estocada, que acertó cerca de la boca de Tajima, cortándole un quelícero. Esta aulló, pero no pudo hablar, la boca se le estaba inundando del mismo líquido espeso y nauseabundo. Desesperada, se giró para volver a tener a Lorraine dentro de su campo de visión, pero esta ya había actuado: mientras se escurría bajo el abdomen de la pesadilla con patas clavó el alfiler  y fue describiendo un arco negro a lo largo del mismo. Cuando llegó al final, la barriga de la araña se abrió en canal, dejando salir las vísceras, que se desparramaron escaleras abajo. Lorraine ya había corrido junto a su madre, que la abrazó con los ojos anegados en lágrimas.
La araña trastabilló un segundo, como si estuviera indecisa entre morir o no morir, pero finalmente se derrumbó con un ruido sordo y no volvió a moverse.
Susan lloraba, incapaz de articular palabra alguna, abrazando a su hija tan fuerte que la pequeña se quejó.
—Mamá, no me dejas respirar.
Entonces la voz de Sarah resonó dentro de la mente de ambas.
—Ahora es nuestro turno, Lorraine. Nosotros también debemos descansar.
Lorraine se despegó de su madre y se acercó a Sarah, que tenía una mano tendida. Sabía lo que debía hacer. Depositó el broche en la mano de la niña fantasma. Ya nunca más se volverían a ver. La luz que emitía el broche aumentó de intensidad hasta llenar toda la estancia. Madre e hija se vieron obligadas a cubrirse los ojos, el resplandor les hacía daño.
—Adiós, Lorraine, gracias por liberarnos… —las voces de los muertos se alejaban a medida que la luz aumentaba más y más, hasta llegar a un clímax final, con un destello tan brillante como una supernova que fue seguido por el más absoluto silencio.
Cuando Lorraine y su madre despertaron. Todo y todos habían desaparecido. Estaban tumbadas en el suelo, a poca distancia de la escalera. El sol ya había salido. La casa volvía a tener su aspecto normal, como si todo lo ocurrido hubiese sido un sueño.
—Recogeremos las cosas y nos mudaremos hoy mismo —dijo Susan con decisión.
—No mamá, no es necesario. Este es nuestro hogar. Nuestro. Ya no hay nada que debamos temer. Ahora quiero ir a la cama, estoy agotada. ¿Vienes?
Susan sonrió, sorprendida por el valor y la entereza mostrados por su pequeña. La tomó de la mano y subieron juntas las escaleras.
Allí es donde comenzaba de nuevo su vida.

viernes, 11 de abril de 2014

SOMBRAS FINAL (2 DE 3)

   BUENOS VIERNES
   LO PROMETIDO ES DEUDA. ESTA SEMANA PREVACACIONAL PARA ALGUNOS OS TRAIGO EL SEGUNDO FASCÍCULO DEL FINAL DE SOMBRAS. HOY SUSAN VA A DESCUBRIR LA VERDADERA CARA DE SU TIERNA VECINA.
   LA SEMANA QUE VIENE TENEMOS FIESTA, EL BLOG PERMANECERÁ CERRADO, Y LA SIGUIENTE TENGO UN COMPROMISO, DE MODO QUE LA TERCERA Y ÚLTIMA PARTE DE "SOMBRAS" SERÁ O ELJUEVES 24 O LA SEMANA DEL PUENTE DE MAYO.
   QUE LO DISFRUTÉIS, HASTA PRONTO

Forcejeó para liberarse, pero pronto se encontró inmovilizada de pies y manos, como si la hubieran atado. La negrura era tan densa que tenía la sensación de que ni siquiera el sonido podía existir allí. Después de un tiempo indeterminado, igual podían haber sido segundos que horas, le pareció sentir una caricia en la nuca, poco más que un aliento cálido que la hizo gritar con todo el aire que tenía en los pulmones hasta vaciarlos. Sin embargo, ningún sonido se escuchó. Sus cuerdas vocales habían quedado inútiles, o al menos eso le pareció.
No pierdas el tiempo, nadie puede oírte, no en este lugar…
La voz, un susurro, provenía de todas partes a la vez, quizás del interior mismo de la cabeza de Susan. No podía hablar, pero una idea cruzó su mente. Si no se podía escuchar su voz, quizás sí se oyeran sus pensamientos.
«¿Quién eres? ¿Dónde estoy?»
Susan se esforzó por calmarse, por pensar con calma para no evidenciar que la histeria estaba a punto de acabar con el escaso control que le quedaba sobre sí misma.
Una risa resonó como un eco den todos los recovecos de su mente. Era una carcajada inhumana, asexual, tosca, con un matiz de maldad que ponía los pelos de punta.
Eso da igual. Lo importante es que eres mía. Ya no hay nada que puedas hacer. No hay salida. Ya no estás en el mundo de los vivos, pero aún no has penetrado en el de los muertos, aunque ese momento no tardará en llegar.
Había funcionado. Podía comunicarse de forma telepática y eso la animó a seguir.
«Muéstrate. Si no tienes nada que perder, deja que te vea»
De nuevo la carcajada, tensa, cortante.
Puede que no soportes mirarme a los ojos. Puede que la línea que te separa de la locura se quiebre cuando veas el rostro de quien te va a devorar, a sorber hasta la última gota de tu esencia vital.
«¿Es así como lo haces? ¿Asustas niños para capturar a los adultos?»
Susan se devanaba los sesos para ganar algo de tiempo que le permitiera pensar de qué modo escapar de esa situación, si es que existía alguna manera.
¿Lo dices por tu hija? Esa pequeña metomentodo… ya me ocuparé de ella cuando acabe contigo. A ella la reservo para el final, el bocado más delicioso.
El instinto maternal se impuso, a pesar de lo ridículo de la situación.
«¡No se te ocurra ponerle las manos encima a Lorraine o te mataré! ¡Lo haré, no lo dudes!
No tengo manos, querida, no podría hacerlo aunque quisiera. Míralo por ti misma.
De algún lugar comenzó a brotar una tenue claridad que lo fue invadiendo todo. Susan no podía determinar si provenía de arriba o de abajo. Simplemente su ojos iban detectando formas difusas a su alrededor, una forma oscura y enorme un poco más alejada. Cuando todo hubo cobrado contornos definidos, gritó. Esta vez sí se oyó.
Estaba enredada en una enorme telaraña, que flotaba sobre el salón, el recibidor y la escalera de su casa. «Bienvenida al mundo de los vivos», dijo la voz en su cabeza.
En la parte más alejada de la telaraña, una gigantesca araña la miraba. Negra, llena de pelo y… con la cara de Tajima. De sus colmillos goteaba un líquido viscoso que se derramaba sobre la tela que las sostenía a ambas. Susan recordó que Lorraine le había contado una vez que las arañas no devoraban a su presas del modo típico, sino que inyectaba dentro de ellas sus jugos digestivos para que la carne y los órganos internos fueran disolviéndose y luego se limitaban a sorber la comida ya digerida. Los escalofríos la sacudieron de la cabeza a los pies. La perspectiva era terrorífica. De entre todas las posibles formas de morir, no se le ocurría ninguna peor que aquella.
La araña comenzó a acercarse, como una acróbata, sobre los hilos, haciendo que la estructura se bambolease. No parecía importarle aquel detalle, sus ojos brillaban ante la idea del banquete que se avecinaba.
Susan gritó una vez más. Y otra. Con todas su fuerzas. Gritó hasta que le dolió la garganta, el alma misma, pero aquel monstruo peludo continuaba con su avance.
—¿Mamá? ¡Mamá! ¿Estás bien?

La sangre dejó de correr por la venas de Susan. La araña se detuvo, sorprendida. En la parte alta de la escalera se hallaba Lorraine. En su mano brillaba una luz cegadora.

viernes, 4 de abril de 2014

SOMBRAS (FINAL 1 DE 3)

   HOLA A TODOS

   SEMANA ESTA DE MUCHO QUEHACER PARA MÍ, Y ADEMÁS LLENA DE BUENAS NOTICIAS. PARA EMPEZAR, YA SE HA PUBLICADO EL NÚMERO 133 DE LA REVISTA DIGITAL MINATURA, SE PUEDE DESCARGAR GRATIS EN LA WEB DEL MISMO NOMBRE. HACE UN PAR DE AÑOS COLABORÉ CON ESTA REVISTA EN TRES NÚMEROS, Y LO HABÍA DEJADO APARCADO PERO ME ACORDÉ DE LO BIEN QUE ME HABÍAN TRATADO Y HE VUELTO. ESTA VEZ EL TEMA ERA "VAMPIROS" (IRRESISTIBLE). SI ESTÁIS INTERESADO DECÍDMELO, OS PUEDO FACILITAR EL PDF A TRAVÉS DE MAIL O DE FACEBOOK.
   POR OTRO LADO, YA ME HAN PASADO LA MAQUETA DE DOS LIBROS QUE CONTIENEN RELATOS MÍOS. UNO DE ELLOS ES EL RECOPILATORIO DE HISLIBRIS, EN EL CUAL SE HALLA "LA ETERNA SONRISA", Y EL OTRO ES EL VOLUMEN 3 DE LA FACTORÍA DE LITERATURA STEAMPUNK "PLANES B", DEDICADO EN ESTE CASO AL RETROFUTURISMO. EN UNAS SEMANAS AMBOS SALDRÁN A LA VENTA.
   POR ÚLTIMO, OS TRAIGO EL FINAL DE "SOMBRAS". COMO ES UN POCO LARGO Y PARA QUE NADIE SE ABURRA, LO HE DIVIDIDO EN TRES PARTES, LA PRIMERA OS LA DEJO AQUÍ COLGADA ESTA SEMANA.
   HASTA PRONTO, QUE LO DISFRUTÉIS.

Susan despertó en medio de la noche. Algo la había sacado del sueño. A su lado estaba Lorraine, profundamente dormida. Ni siquiera se había enterado cuando la niña había venido a su cama. La acarició el pelo. Estaba muy preocupada por todo lo acontecido. No porque su hija viese fantasmas, sino porque creía verlo, y eso, a su modo de ver, indicaba algún tipo de trastorno o afección oculta. Quizás la pequeña había sufrido una impresión o trauma, pero si ese era el caso ella ya no sabía qué hacer. Habló con su tutora en el colegio, y esta le había dado referencias inmejorables: su hija era una niña encantadora y popular, el resto de compañeros siempre querían estar con ella y su comportamiento y calificaciones eran inmejorables. Si existía un problema, no estaba allí.
            Ella se devanaba los sesos intentando recordar si en alguna ocasión, por mínima que fuese, Lorraine había mostrado algún signo de temor, si había sufrido un sobresalto, quizás un golpe, pero no consiguió recordar nada significativo que pudiese haber afectado de forma especial.
            La luz que penetraba por la ventana, proveniente de las farolas de la calle, le permitió apreciar un detalle. Las manos de la niña estaban apretadas, estaba sujetando algo con fuerza. Con suma delicadeza, le abrió los dedos sin despertarla para ver qué era. Lorraine se rebulló un poco, pero siguió durmiendo.
            Susan extrajo el objeto y lo contempló. Se trataba de un broche. Los filos metálicos relucían ligeramente. Tenía la forma de una mariposa, un extraña mariposa oscura, quizás negra, aunque no podía apreciarlo sin dar la luz. Perpleja, hizo un esfuerzo por recordar si había visto el broche antes, pero no era así. Jamás había visto algo parecido, ni tenía la más remota idea de quién podía habérselo dado a su hija. Tanta acumulación de circunstancias anómalas se le antojó bastante siniestra en aquel momento, a altas horas de la madrugada. Volvió a poner el broche en la mano de su hija y se recostó sobre la almohada, cerrando los ojos. Al día siguiente le preguntaría a Lorraine.
            Acababa de traspasar el umbral del sueño cuando despertó de nuevo, esta vez con la certeza de que había escuchado algo. Permaneció inmóvil unos segundos a la expectativa, pero el silencio era absoluto. Alargó el brazo para encender la lámpara de la mesilla  y miró el reloj. Casi las cinco. Cuando tuviese que levantarse a las siete estaría hecha polvo con tanta interrupción nocturna. Apoyó la cabeza sobre la almohada y cambió de postura. Entonces lo oyó.
El sonido le llegaba como ahogado, parecido al que la hace una alfombra cuando la sacuden si uno lo está escuchando desde otra habitación a través de una puerta cerrada. Lo siguiente que se le pasó por la imaginación fue que lo que estaba escuchando eran pasos, el roce de unos pies cubiertos por algo suave y blando, o como si estuviesen caminando sobre moqueta. Pero ella no tenía moqueta en casa. Los suelos eran de tarima, y cualquier calzado sonaría más nítido. El sonido pareció disminuir de intensidad, igual que si los pasos que había imaginado se alejaran, pero luego volvió. Ahí estaba, inconfundible. Dentro de la casa.
Sin encender la luz, se levantó y se enfundó las zapatillas. No podía permanecer allí sin hacer nada. Seguramente era una tontería, pero no podría pegar un ojo con ese soniquete atormentándola. Se dirigió hacia la puerta y la abrió lentamente, procurando no hacer el más mínimo ruido. Con cuidado, una rendija nada más.
Todo estaba oscuro fuera de la habitación. «Demasiado oscuro», pensó. Totalmente negro. El sonido no había cesado, le pareció localizarlo abajo, en el salón o quizás en la entrada de la casa. Le llegó también un extraño olor, como el que desprende una alcantarilla en verano, cuando se secan. «Todo esto es muy extraño», el eco rebotó en su mente. Si tan siquiera tuviese algo para defenderse… sonrió. Sí que lo tenía, en la habitación de Lorraine. Se descalzó para poder caminar en silencio y salió al pasillo. Recorrió con sigilo los escasos tres metros que separaban ambas puertas. Por fortuna, la de su hija se hallaba abierta.
Entró y fue directa al armario empotrado de su hija. También abierto. Deslizó una mano y fue palpando en el interior hasta que halló lo que buscaba. Largo, liso y duro. El bate de béisbol de Lorraine. Lo asió con fuerza y de inmediato se sintió más segura. Pisando con extremo cuidado volvió al pasillo y empezó a bajar los peldaños de la escalera uno por uno, sin prisa. La negrura era tan completa que ni siquiera podía ver sus propias manos, así que extendió una mano hasta tocar la barandilla para guiarse.
Entonces su pie se enredó en algo suave y sedoso, se desequilibró y cayó en la oscuridad. Gritó, no pudo evitarlo.
Sin embargo, no llegó a tocar el suelo. Quedó suspendida allí, flotando sobre algo que la retenía, como un colchón invisible. Tampoco oyó caer el bate, que se le escapó de las manos. ¿Cómo era posible?
Volvió a escuchar el ruido, siseante, algo se arrastraba no muy lejos de ella y hacía vibrar la materia que la mantenía suspendida.