viernes, 25 de julio de 2014

EL OCASO DE LA MAGIA (VIII)

   BUENOS VIERNES:
   A TRANCAS Y BARRANCAS, SOCARRADOS POR LA CHICHARRERA, VENIMOS ESTA SEMANA CON UN POCO MÁS DE ESTA HISTORIA BAJO EL BRAZO. TODO SEA POR VOSOTROS, LOS QUE SEMANA A SEMANA DEDICÁIS UN POCO DE VUESTRO TIEMPO EN CUALQUIER ÉPOCA DEL AÑO PARA LEER LAS COSILLAS QUE OS VOY TRAYENDO. RESISTIREMOS MIENTRAS EL CUERPO AGUANTE.
   LO DICHO, OS DEJO CON LATSIRC Y COMPAÑÍA.
   HASTA PRONTO.



Etneilav desenvainó su espada y enfrentó a las dos bestias, impidiendo que se adentrasen en la cueva. El más pequeño de los escorpiones se abalanzó sobre el guerrero, moviendo sus pinzas en un intento de cortar la carne y triturar los huesos. Etneilav, ágil, realizó una finta imposible y esquivó el ataque. El filo de su espada destrozó una de las pinzas del animal, que lanzó un sonido agudo y estridente de dolor. El eco del grito de la bestia rebotó en las paredes de la cueva e hizo temblar los tímpanos de Latsirc. La muchacha pensó que se iba a quedar sorda, pero el grito descendió con la misma rapidez con que se había elevado.
            De la pinza cercenada chorreaba un líquido negruzco y espeso, la sangre del animal, que olía a putrefacción. En un intento desesperado, el escorpión se giró sobre sí mismo mientras su compañero intentaba rodearle y atacar a las mujeres, tarea difícil debido a lo estrecho de la entrada de la cueva, obstruida por el escorpión herido y el guerrero en plena pugna. Finalmente consiguió trepar por la pared, dejar a un lado a los contendientes y penetrar en la cueva. Las dos mujeres se encontraban al fondo. Simara protegía a la joven con su cuerpo. Sus ojos estaban cerrados mientras se concentraba y musitaba unas palabras. El escorpión se lanzó sobre ellas y, justo cuando su aguijón estaba a punto de atravesar a la hechicera, una cúpula de energía apareció de la nada alrededor de las mujeres y evitó su muerte. El conjuro de Simara había funcionado en el último segundo.
            El escorpión se revolvió, furioso por la frustración de haber fallado el ataque, y empezó a golpear la bola de energías con ambas pinzas. La estructura en un principio pareció aguantar los envites del animal, pero pronto comenzaron a aparecer pequeñas resquebrajaduras en los puntos donde las temibles pinzas impactaban sobre la superficie luminosa, como si de un cristal se tratase. Simara estaba haciendo un esfuerzo ímprobo por sostener el hechizo, pero sus fuerzas estaban mermadas desde el encuentro con la serpiente y a causa del largo camino que llevaba recorrido. Al final, con o sin magia, no era más que una anciana llevada al borde de su resistencia. El sudor apareció en su frente a causa del esfuerzo, y pronto su rostro se volvió ceniciento, al borde del colapso.
            Entretanto, Etneilav peleaba enconadamente con el otro escorpión. Aún sin una de sus pinzas no se daba por vencido y atacaba al guerrero una y otra vez. Este detenía los golpes con su espada mientras se preguntaba cuánto tiempo más podría sostener aquella lucha, la resistencia del animal era muy superior a la suya.
            El alacrán gigante retrocedió unos pasos, desconcertando a Etneilav. Pero no tuvo tiempo de pensarlo mucho, la bestia se lanzó a la carga sobre el guerrero con su aguijón por delante, dispuesto a asestar un golpe mortal. Etneilav reaccionó sin pensar, solo su instinto le salvó la vida. Esquivó el lance y asestó un tajo que traspasó la coraza del animal, abriendo su cefalotórax de alto en bajo. Una marea de fluido negro y maloliente inundó el suelo de la entrada de la caverna mientras el cuerpo del escorpión caía sin vida sobre la roca.
            Su compañero casi había conseguido quebrar el escudo protector creado por Simara. La hechicera se hallaba al borde del desvanecimiento, Latsirc la abrazaba, sosteniéndola en pie. Un último empellón y el escorpión destrozó la cúpula de energía. Se detuvo un instante, como si estuviera saboreando su éxito, y descargó su aguijón con toda su fuerza contra las mujeres. Etneilav gritó desde la entrada, impotente, incapaz de llegar hasta donde estaban las mujeres para luchar junto a ellas.
            —¡No! ¡No puede acabar aquí! —nunca había prestado demasiada atención a las cuestiones religiosas, pero en aquel segundo elevó lo más parecido a una plegaria que había hecho en su vida.
            Un destello iluminó la cueva, sorprendiendo al guerrero. Cuando cesó, la escena era increíble.
            Latsirc había extendido un brazo, como si con un gesto de la mano pudiera detener el ataque de la bestia. Y lo había hecho. Sus ojos permanecían cerrados, y a poca distancia de su mano el aguijón de su enemigo se había detenido, había quedado inmóvil en el aire. La bestia parecía esforzarse por continuar con su ataque, pero una barrera invisible le impedía llegar a sus víctimas. Cuando vio que no podía llegar a ellas, intentó recoger la cola para efectuar un nuevo intento, pero tampoco pudo. Estaba atrapado de alguna manera, inmovilizado en el gesto de la joven. El animal forcejeó para liberarse una y otra vez, en vano. Siguió tirando y tirando una y otra vez durante unos segundos que se hicieron eternos.
            Etneilav vio su oportunidad, pero al intentar acercarse, sus movimientos se vieron imposibilitados por algo invisible. Era como si el aire de la caverna hubiera cobrado consistencia y se hubiera vuelto espeso y pegajoso, igual que una inmensa tela de araña en la que él, al igual que el escorpión, estaba atrapado.
            Algo cambió de repente. El escorpión comenzó a cambiar. Su caparazón oscuro se tornó gris, empezando primero por el aguijón y extendiéndose luego a todo el cuerpo del animal.  «Está congelado», pensó Etneilav. De hecho, se dio cuenta de que la temperatura de la caverna había descendido bruscamente en apenas un momento. La bestia quedó paralizada y entonces Latsirc hizo un movimiento extraño con la mano, un giro en el aire como si estuviera retorciendo algo invisible, y el escorpión estalló en miles de pedazos que se esparcieron por todo el suelo y rebotaron contra las paredes y el techo de la cueva.
            Etneilav, mudo por la sorpresa, miró a la muchacha. Esta tenía los ojos abiertos. Abiertos y en blanco. No había en ellos ni rastro de las pupilas, solo dos bolas blancas, terribles y luminosas. El poder que provenía de Larsirc se adueñó de toda la materia que había en la cueva, haciendo vibrar las moléculas como si de un terremoto se tratase. Etneilav pensó que aquella energía desatada acabaría con todo lo que había allí, pero entonces todo cesó de súbito. La realidad sufrió una contracción, como si el aire, las rocas y los cuerpos fuesen succionados hacía el cuerpo de la chica. Etneilav cayó de rodillas, exhausto, dominado por el influjo, pero entonces Latsirc se desvaneció y todo quedó de nuevo a oscuras.

viernes, 18 de julio de 2014

EL OCASO DE LA MAGIA(VII)

   BUENOS VIERNES
   NO SÉ CÓMO PUEDO ESTAR VIVO AÚN CON ESTA OLA DE "CALÓ" AFRICANO (YA PODÍAN MANDAR FRESQUITO DE VEZ EN CUANDO, CONNIO!!!), PERO CON ESO Y CON TODO ME LAS HE APAÑADO PARA TRAEROS OTRO POQUITO DE ESTA HISTORIA DE FANTASÍA.
   ESPERO QUE LA DISFRUTÉIS (A LA SOMBRA MEJOR).
   TA PRONTO


Al término del bosque, sus ojos se perdieron en un mar de arena, que se extendía inabarcable allá donde la vista llegaba.
            —¿Seremos capaces de cruzarlo y llegar con via al otro lado? —Latsirc no pudo inhibir el escalofrío que la sacudió, a pesar del calor reinante. La temperatura nada tenía que ver con aquello.
            —No nos queda otro remedio, niña —Simara tampoco veía con buenos ojos el hecho de internarse en aquel infierno, pero si querían llegar al Templo a tiempo para la confluencia no podían perder semanas en rodearlo. Las cosas eran así.
            —Todo camino, por muy largo que sea, comienza con un paso —dijo Etneilav, y Simara enarcó las cejas, sorprendida. No hubiera esperado algo tan profundo de aquel joven guerrero.
            Se aseguraron de llenar los odres con agua antes de partir. «La travesía nos llevará unas dos semanas», había dicho Simara. Caminarían de noche para evitar el intenso calor y dormirían de día en alguna oquedad rocosa. El desierto estaba lleno de enormes rocas que sobresalían como islas de la arena, fantasmas de un mar que se había secado en eras pretéritas.
            Pronto no tuvieron más remedio que cubrir sus rostros con la tela de sus ropajes para evitar que el viento llenares de arena su boca y su nariz. Cuando el sol despuntó sobre el horizonte, Simara indicó un pico rocoso, no muy lejos de donde se hallaban.
            —Descansaremos allí.
            No tardaron demasiado en llegar a la montaña y encontrar una pequeña cueva que les alejara del calor diurno. Tuvieron que trepar un poco por las rocas pero no fue difícil. El hueco no era grande pero ellos cabían con holgura. Desde la parte de atrás partía un pequeño túnel hacia el interior de la montaña. Se podía entrar en él a gatas, pero ninguno de ellos sintió el más mínimo deseo de hacerlo.
            —Deberíamos tapar esa entrada con una roca o algo así. No puede estr tranquilo pensando que puede habar algo vivo ahí.
            Simara cerró los ojos y murmuró unas extrañas palabras. Entonces un ligero temblor sacudió las paredes de la cueva. Sin saber cómo, el agujero había desaparecido. Latsirc y Etneilav miraban el lugar donde momentos antes había estado el túnel, sorprendidos.
            —¡Lo has hecho desparecer! —Latsirc fue la dueña de la exclamación.
            —El conjuro durará tan solo unas horas, pequeña —objetó Simara—. Suficiente para que descansemos y podamos proseguir la marcha.
            Se acomodaron y prendieron una hoguera con un poco de leña que portaban en sus fardos. Pronto las mujeres se durmieron, pero Etneilav no podía conciliar el sueño. Su espíritu guerrero le decía que no estaban seguros allí. El reducto no era muy grande y no había recovecos donde pudiera esconderse un hombre o una fiera, ni tampoco habían visto señales de que allí habitase ningún tipo de animal: restos de comida, excrementos o pelo. Aún así, su sexto sentido le decía que debía permanecer despierto.
            Unas horas después cabeceaba junto a los rescoldos de la hoguera cuando escuchó un ruido. Como unas piedrecillas resbalando a la entrada de la cueva. Se espabiló de inmediato y permaneció inmóvil, escuchando, casi sin respirar. Sí, ahí estaba el sonido de nuevo. Unas patas rozando la roca. Agarró su espada y se puso en pie con sigilo, al tiempo que se acercaba a la entrada. Al girar un recodo no pudo por menos de gritar para dar la alarma.
            —¡Despertad, rápido, os necesito aquí! ¡Nuestra vida depende de ello!

            Frente a él, dos enormes escorpiones tan altos como una persona preparaban sus pinzas y sus aguijones. Les habían traído la cena a casa esa noche.

viernes, 11 de julio de 2014

EL OCASO DE LA MAGIA (VI)

   HOLA A TODOS:
   ¡¡YA VIENE LA OLA DE CALOR!!! TODOS AQUELLOS QUE OS ESTABAIS QUEJANDO DE QUE NO LLEGABA EL VERANO YA PODÉIS ESTAR CONTENTOS. YO, POR MI PARTE, ME RESIGNO A SUFRIR EN SILENCIO HASTA QUE LLEGUE SEPTIEMBRE.
   NO ME ENROLLO MÁS, OS DEJO CON "EL OCASO DE LA MAGIA"
   HASTA PRONTO

Los tiempos de decadencia comenzaron. Los magos oscuros, que habían salvado al pequeño Orrodep del sacrificio, hicieron una buena labor. Demasiado buena, quizás. Ni siquiera ellos pudieron prever hasta dónde podría llegar el poder de aquel pequeño bebé que habían rescatado. «El señalado»; así lo llamaban. Él se encargaría de dar la vuelta al equilibrio de poderes que existía en el mundo, las profecías no dejaban lugar a dudas. Él traería de nuevo la barbarie, la degeneración, la muerte a un mundo que nunca las había olvidado por completo.
Los señores del Templo de la Luz buscaron por todas partes, sin éxito. El hechizo tejido por sus oponentes era demasiado poderoso y protegía al pequeño de su visión mágica.
            Transcurrieron los años. Cuando Orrodep llegó a la edad estipulada se sometió al ritual y se convirtió en uno de los más poderosos hechiceros sobre la faz de la Tierra. Su sed de poder y de sangre no tenían límite. Los señores oscuros organizaron un ejército compuesto por seres abyectos, desterrados del mundo unos, creados para las artes mágicas los otros, todos ellos llenos de odio y ansias de venganza, y atacaron el reino de Ymeria. Los señores de la luz resistieron el envite una y otra vez. La guerra prosiguió durante años y años, durante los cuales el poder de Orrodep se iba incrementando mientras decaía el de los magos blancos. Entonces el mago cometió un error, un error crucial que impidió que el mundo se viera sumido en la barbarie: mordió la mano que lo había alimentado.
            A espaldas de los señores oscuros, Orrodep se dedicó a planear su propia estrategia: pensó en traicionar a los magos negros, dejarlos a merced de sus adversarios, para detentar pos sí mismo el señorío absoluto sobre las fuerzas siniestras, erigiéndose a sí mismo como emperador del mal. Una noche se hallaba en sus aposentos, vislumbrando el avance de sus fuerzas a través de un orbe de cristal, cuando la bola escapó de sus manos y se estrelló contra la pared, fragmentándose en un millar de pedazos. Una voz cavernosa resonó en la estancia.
            —¿Qué has hecho, desgraciado? ¡Nos has traicionado!
El Sumo Sacerdote se hallaba de pie, casi invisible en la oscuridad de un rincón. Orrodep ni siquiera le había oído entrar. «Subestimé su capacidad», pensó, «y ahora ya es demasiado tarde».
El Sumo Sacerdote levantó una mano y con un gesto creó una bola de energía y la arrojó contra Orrodep, pero este la esquivó con facilidad. Contraatacó con un hechizo, intentando congelar a su oponente, pero este era mucho mayor y más experto. Los carámbanos cayeron al suelo y se deshicieron al instante. En menos tiempo del que se tarda en pestañear el Sumo Sacerdote le acorraló contra la pared y, agarrándole del cuello, lo elevó sobre el suelo un palmo. Orrodep se asfixiaba por momentos, era su final. Sin embargo en el último segundo una chispa de lucidez le salvó.
Dado que era imposible vencer al Sumo Sacerdote, Orrodep le dio la vuelta a la situación. Con sus últimas energías hizo algo tan doloroso que le llevó décadas superar. Lanzó un conjuro contra sí mismo y separó su esencia vital de su cuerpo, que quedó muerto como una cáscara hueca en las manos del Sumo Sacerdote. Su espíritu se deshizo como una voluta de humo y se alojó temporalmente en un plano de la realidad paralelo, esperando el momento adecuado para volver al mundo. Mientras tanto sufrió lo indecible, suspendido en un limbo de dolor, tan agudo como jamás hubiese pensado que podía existir. Casi un siglo más tarde, restablecido del trauma, Orrodep tomó el cuerpo de un pastor moribundo y volvió a la existencia carnal.
Mientras tanto, la guerra había acabado. El mundo se hallaba prácticamente destrozado, ambos bandos habían agotado sus fuerzas y la magia fue despareciendo de la tierra de forma gradual: los que la practicaban habían resultado diezmados en la contienda y los pocos que habían quedado iban muriendo sin encontrar sucesores. Apenas quedó un pequeño reducto  que se reagrupó en el Templo de la Luz.

Y, del otro lado, como amo y señor de la magia negra, Orrodep.

viernes, 4 de julio de 2014

EL OCASO DE LA MAGIA (V)

   BUENOS VIERNES
   DESPUÉS DEL ATRACÓN PULP (ESPERO QUE TODOS, PERO TODOS, LE ECHÉIS UN OJO A LA ANTOLOGÍA, ESTÁ MUY BIEN) DE ESTA SEMANA, VOLVEMOS A LAS ANDADAS. NUESTROS PERSONAJES SIGUEN SU CAMINO TRAS EL ENCUENTRO CON LA SERPIENTE ENVIADA POR ORRODEP. ¿QUÉ LES ESPERARÁ MÁS ADELANTE?
   NO OS LO PERDÁIS, SEMANA TRAS SEMANA DESCUBRIREMOS EL FINAL DE ESTA HISTORIA Y EL ORIGEN DE LOS NOMBRES DE LOS PERSONAJES, QUE TIENE SU PROPIA HISTORIA...
   HASTA PRONTO

Latsirc se apresuró a socorrer a Simara, que yacía inmóvil al otro lado del claro. Se agachó y la sacudió un poco. No hubo reacción.
            —¡Simara! ¡Vuelve! ¡No te vayas, no me dejes! ¡No aquí y ahora!
            —¿Te molesta la compañía? No lo parecía hace un momento cuando te he quitado a esa serpiente de encima —la voz de Etneilav sonó detrás de ella. La joven se giró, airada.
            —¡No digas idioteces y ayúdame con ella! Llevémosla junto al fuego.
            La reacción sorprendió al guerrero. Aquella mujer desprendía fuego a través de su mirada. Decidió dejar las bravatas para después, aquella no era gallina que se dejara impresionar por cualquier gallo. Tomó el cuerpo de la hechicera en brazos y, con una aparente facilidad a pesar del peso del mismo, lo depositó con facilidad junto a la hoguera. Latsirc tomó un pequeño recipiente extraído de un fardo que reposaba en el suelo, retiró el tapón y lo acercó a los labios de Simara. No estaba muerta, pero tampoco volvía en sí. Sin ella no podría completar su misión, no llegaría hasta su objetivo. Con un gesto inconsciente, se apartó el pelo del rostro e intentó que la anciana bebiera un poco.
            —¿Qué es eso? —Etneilav señaló una especie de mancha que había aparecido en la frente de la chica al retirar el cabello hacia atrás— ¿Alguna marca especial que usáis en tu tribu? ¿Eres una esclava? No puedes estar casada aún. Ningún marido permitiría que su mujer anduviese perdida en medio de la Selva de la Perdición.
            Latsirc se revolvió. Aquel tipo estaba consiguiendo sacarla de sus casillas.
            —¿Quién eres tú? ¿Es que no puedes mantener la boca cerrada? Preguntas, preguntas… pareces una alcahueta en lugar de un guerrero. Quizás los dioses se equivocaron de cuerpo para tu espíritu.
            —De acuerdo, de acuerdo —Etneilav replegó sus velas. De nuevo había errado el tiro—. Quizás hemos empezado con mal pie. Empezaré yo, tranquila: soy uno de los pocos que sobrevivieron cuando los Satars gigantes de Orrodep atacaron el poblado donde yo vivía. El techo de paja del establo donde me hallaba en aquel momento cayó sobre mí y pensaron que estaba muerto. Unos días después un mercader que pasó por allí encontró un niño herido, hambriento y deshidratado, al borde de la muerte. Ese niño era yo. Me recogió y me llevó con él en calidad de semiesclavo. A mí me dio igual, mi familia había muerto y tampoco tenía donde ir. Era un buen hombre. En poco tiempo ya no era mi amo sino mi amigo, un sustituto de mi verdadero padre. Murió hace poco, ya era muy anciano. Entonces pensé que lo más acertado sería ir a Lartania, la capital. Quizás me acepten como escolta en el Templo. Soy un buen guerrero. ¿Qué me dices de ti?
            Latsirc pensó un momento antes de contestar. El joven era un poco atontado y engreído, pero no parecía una mala persona.
            —No hay mucho que contar. Hasta hace poco vivía tranquilamente en mi casa, en un pequeño poblado lejos de aquí. Casi buscando marido, como decías —le regaló una mirada significativa y él se encogió de hombros mostrando las palmas de las manos como diciendo «qué querías que te dijera»—. Parece mentira que haya recorrido toda esta distancia, jamás había traspasado los límites de la aldea. Un día se presentó Simara en el pueblo y preguntó por el jefe. Este a su vez llamó a mi padre y luego a mí. Ella —señaló con un dedo a la anciana inconsciente— es una de los pocos magos que restan en el mundo. Pertenece a la Orden de la Luz, aunque si me preguntas no sabría explicarte mucho. Me dijo que debía acompañarla sin demora, que se trata de un asunto de vital importancia. Para el mundo, fíjate. Yo, la hija de un campesino, con el destino del mundo en mis manos. Bueno, no exactamente en mis manos. Parece ser que la cosa está relacionada con esto.
            Entonces Latsirc levantó su negra melena y dejó al descubierto la parte posterior del cuello. Etneilav se inclinó para ver mejor a qué se refería. Cuando lo vio enarcó las cejas, sorprendido. Desde el punto donde nacía el cabello comenzaba una marca, una sorprendente marca en forma de una serpiente enroscada y mordiéndose la cola.
            —¡Increíble! ¡He visto eso en algún lado, aunque no recuerdo su nombre!
            —Es un Uróboro, jovencito —la que contestó fue Simara. Había abierto los ojos y se incorporaba con dificultad. Un ser mágico y místico. Pero podéis seguir hablando como dos bobos, no hace falta que acudáis a ayudar a una pobre anciana dolorida.
            —¡Simara, estás bien! Pensé que… que te iba a perder —Latsirc suspiró de alivio.
            —Una simple serpiente no es suficiente para deshacerse de una maga. Por muy decrépita que esté.
            Latsirc la abrazó con los ojos anegados en lágrimas.
            —¡Qué bien tenerte aquí! No se te ocurra darme un susto así de nuevo. No sé qué haría sin ti.
            —Mejor no lo pienses, pequeña. Si Orrodep te echa la zarpa encima, haz lo que te he explicado. No dudes, será mejor para ti.
            Latsirc metió la mano en uno de los bolsillos de su petate y tocó un pequeño frasquito. Según le había explicado la hechicera, contenía un veneno tan poderoso que ni siquiera tardaría dos segundos en matarla. «Si el Mago Negro te atrapa bébetelo. No te dará tiempo a pensar más antes de anular tu voluntad. Estarás mejor muerta que en sus manos, créeme». Se estremeció solo de pensar en esa posibilidad. Etneilav carraspeó.
            —Nos olvidamos de nuestro paladín —dijo Simara—. Te agradezco la ayuda, joven. Y ahora será mejor que durmamos un poco. En cuanto amanezca hemos de partir. Orrodep nos pisa los talones.
            —Voy en vuestro mismo camino —dijo Etneilav—. Si no os molesta, os acompañaré.
            Latsirc iba a replicar con un desplante, pero Simara se adelantó.

            —Cuantos más seamos mejor. Más brazos para luchar.

jueves, 3 de julio de 2014

¡¡¡YA ESTÁ AQUÍ AMANECER PULP 2014!!!!

   HOLA A TODOS
   ESTA SEMANA CUELGO UN POST ESPECIAL PARA INFORMAR DEL LANZAMIENTO EN EBOOK DEL RECOPILATORIO "AMANECER PULP 2014". UN PROYECTO EN EL QUE HE TENIDO EL PLACER DE COLABORAR Y QUE INCLUYE UN RELATO DE UN SERVIDOR.
   SE TRATA DE UN COMPENDIO DE RELATOS DE AUTORES NACIONALES Y OTROS TRADUCIDOS DEL INGLÉS E INÉDITOS EN ESPAÑA HASTA LA FECHA, TODOS DE CARÁCTER PULP, ES DECIR ACCIÓN, ACCIÓN Y MÁS ACCIÓN.

   PARA EMPEZAR, LA PORTADA ES FABULOSA, Y LOS RELATOS MERECEN LA PENA, GARANTIZADO QUE NO OS VAIS ARREPENTIR DE LEERLO.



   EL EBOOK, EN DIFERENTES FORMATOS, SE PUEDE DESCARGAR GRATUITAMENTE EN ESTA DIRECCIÓN:

http://www.relatospulp.com/publicaciones/serie-neo/350-amanecer-pulp-2014.html

   O TAMBIÉN ADQUIRIR UNA VERSIÓN EXTENDIDA EN AMAZON AL PRECIO DE 0.95 €. ESTA VERSIÓN COMERCIAL, ADEMÁS DE LOS RELATOS, INCLUYE CONTENIDOS EXTRA ACERCA DE LA LITERATURA PULP, SU HISTORIA, ILUSTRACIONES... A UN PRECIO SIMBÓLICO, YO NO ME LO PENSARÍA DOS VECES.
   EN FUNCIÓN DE LA REPERCUSIÓN Y LA DIFUSIÓN ES POSIBLE QUE LA EDITORIAL SE PLANTEE EDITAR EL LIBRO EN PAPEL. SI NECESITÁIS O ESTÁIS INTERESADO EN MÁS INFORMACIÓN ACERCA DEL PROYECTO, CONTACTAD CONMIGO O PEDIDME UN CORREO DE LA EDITORIAL PARA QUE OS CUENTEN LO QUE PRECISÉIS.

   HASTA PRONTO