AQUÍ TENÉIS LA CORERSPONDIENTE ENTREGA DE LA BESTIA. ESPERO QUE OS GUSTE Y QUE OS RESULTE EMOCIONANTE.
DENTRO DE UNOS DÍAS TENDRÉ NOTICIAS (ESPERO QUE BUENAS, POR UNA VEZ) DE UN PAR DE CONCURSOS. OS MANTENDRÉ INFORMADOS.
HASTA PRONTO.
****
La lucha fue intensa, pero no duró mucho.
Enjugándose el sudor con la manga, Tiago permaneció observando los restos de la
batalla, miembros amputados, cabezas cortadas, torsos abiertos. Sin sangre, qué
curioso, pensó. Como aquellos seres no estaban vivos, nada corría por sus venas
y nada se derramó al cercenar sus cuerpos. Un vahído de irrealidad lo invadió.
Por primera vez, pensó que, a fin de cuentas todo era un juego.
- ¿Y ahora? –preguntó, aún sin
recuperar el aliento.
- Ya hemos limpiado la primera sala.
Esto era bastante fácil –Tiago enarcó una ceja-. Ahora vamos a atravesar la Primera Puerta. Pero primero
hemos de hacer algo muy importante.
Romeo se acercó a uno de los muros,
cerca del lugar donde se veía otro panel luminoso que indicaba una salida del
juego. Tiago lo siguió. Al aproximarse a la pared, se percató de que sobre una
de las piedras había una extraña marca tallada.
- ¿Qué es eso? ¿Qué significa?
- Paciencia, compañero. Tu
curiosidad se verá satisfecha en seguida. Esta marca es una runa, un símbolo
perteneciente a un antiguo alfabeto de una lengua ya muerta. Las runas fueron
los precedentes de las letras que usamos actualmente. Es una clave que indica
la existencia de una cámara secreta.
- ¿Una cámara secreta? ¿Y hacia
donde lleva?
- No lleva a ninguna parte. Lo que importa
es lo que hay dentro.
- Que es…
Romeo no contestó. Posó sus dedos
sobre la marca y susurró unas extrañas palabras, ininteligibles.
- ¿Qué has dicho?
- Es un privilegio de los Maestros
Arqueros. Como yo. Podemos invocar encantamientos con sólo tocarlos. Si te digo
la verdad, ignoro lo que he dicho. Pero es necesario pronunciar las palabras.
- ¿Las palabras? ¿Para qué?
Antes de que llegara la
contestación, una sección del muro se movió a un lado, dejando al descubierto una
oquedad que a Tiago le había pasado inadvertida.
- Para esto –contestó Romeo.
Dentro del hueco había dos objetos.
Uno de ellos era un escudo. El otro, un carcaj lleno de flechas. Romeo tomó una
de las flechas y la examinó con delectación.
- Increíble –murmuró-. Liviana como
una pluma.
- ¿Qué tiene de especial?
Romeo tomó su arco, preparó la
flecha y apuntó hacia uno de los cuerpos que yacía al otro lado de la estancia.
Tensó la cuerda y soltó. La flecha, al instante de salir despedida, se inflamó en
una llamarada cegadora. Cuando hizo blanco, el cuerpo se consumió en unos
instantes, quedando reducido a un rastro de cenizas. El calor generado fue tal
que la temperatura de la sala aumentó varios grados en apenas un minuto. Tiago
no salía de su asombro.
- Impresionante, sí.
- El escudo es para ti. Es
impenetrable. Te hará falta en la siguiente sala. Cógelo y familiarízate con
él.
Tiago lo tomó y comprobó que, a
pesar de tener una apariencia robusta y un tamaño considerable, pues le cubría
todo el cuerpo, el escudo parecía flotar en el aire. Podía hacerlo girar sólo
con la muñeca y sin esfuerzo aparente.
- ¿Listo? Vamos allá, entonces –y se
dispusieron a atravesar la Primera Puerta.