viernes, 29 de noviembre de 2013

SOMBRAS (VII) Y ¡¡MOLOBO EN DIGITAL!!!

   HOLA A TODOS:
   ESTA SEMANA OS TRAIGO UNA BUENA NOTICIA A TODOS AQUELLOS QUE VIVÍS LEJOS, INCLUSO EN OTROS PAÍSES, Y NO PODÉIS ADQUIRIR MOLOBO. YA ESTÁ EN VERSIÓN EBOOK, LISTO PARA LEER EN FORMATO DIGITAL. SE PUEDE DESCARGAR DESDE CUALQUIER PARTE DEL MUNDO, DE MODO QUE CUALQUIERA PUEDE TENERLO. EN CUANTO TENGA EL ENLACE DE DESCARGA LO PONDRÉ AQUÍ EN EL BLOG Y EN FACEBOOK.
   EN MEDIO DE ESTE FRÍO INVERNAL, OS DEJO CON SOMBRAS. VUELVE UNA PEQUEÑA DESCONOCIDA ¿O NO LO SERÁ TANTO?
   HASTA PRONTO...
 
—¿Estás loca? ¿Qué es lo que te ocurre hoy? ¡Desde que he entrado por la puerta te estás comportando de un modo muy extraño! ¡Dímelo ahora mismo Lorraine!
            La aludida se sentía como un marciano recién aterrizado en el planeta. Por un lado se sentía asqueada ante el panorama que tenía ente sus ojos. Por otra parte, sentía un alivio infinito por haber conseguido, si bien de un modo accidental, su propósito: nadie se comería aquello. Su madre gritaba y gritaba, pero a ella no le llegaba el eco estridente de sus bramidos. Era como si no estuviera en ese lugar: su mente había quedado bloqueada de tal manera que lo único que pudo hacer fue quedarse mirando a su madre con la misma cara de comprensión que una vaca que ve pasar un camión por la carretera.
            Susan tomó aliento para proseguir, pero algo en la expresión de su hija la contuvo.
            —¿Me estás prestando atención? —Lorraine no hizo el más mínimo gesto que delatara alguna emoción— ¿Acaso me estás tomando el pelo? ¿Es eso?
            En algún punto muy lejano Lorraine escuchó una vocecilla que intentaba zarandear sus pensamientos, hacerla volver a la realidad. Asomó su conciencia infantil a la superficie como un buceador que ha permanecido demasiado tiempo bajo el agua.
            —¿Qué? No, mamá, yo… en realidad… no es lo que tú crees…
            Susan no salía de su asombro. Esa no era su niña. Se la habían cambiado en el escaso tiempo que había tardado en acercarse a comprar al supermercado que había dos calles más abajo.
            —¿Lo que yo creo? ¿De qué me estás hablando? ¡Quiero una explicación ahora mismo! ¿Por qué te comportas de este modo? ¿Se trata de algún tipo de borma estúpida que has visto en la tele?
            —No, no… —el color volvía poco a poco a las mejillas de Lorraine. Su voz, sin embargo, permanecía en espera Dios sabía dónde—. No es una broma, mamá. Es… es… no lo entenderías. Yo…
            Susan estalló.
            —¿Eres tonta o qué? ¿Por quién me has tomado? ¡Vete ahora mismo a tu habitación! Mientras recojo este desastre pensaré si bajas a comer o no. ¡Fuera de aquí! —gritó con toda la potencia de sus pulmones cuando vio que su hija no obedecía.
            Finalmente algo se rompió dentro de Lorraine. De repente regresó de donde se había perdido y la conciencia de todo lo que acababa de ocurrir cayó sobre ella como un piano desde un quinto piso. Su madre allí, histérica, gritándola como nunca antes había hecho. El suelo y los muebles de la cocina cubiertos de… de… mejor ni pensarlo. Una lágrima asomó a los ojos de Lorraine.
            —¡Que te vayas he dicho! ¡si no desapareces de mi vista en este preciso instante no respondo de mí! ¡Fuera!
            Lorraine se echó a llorar, dio media vuelta y subió las escaleras como una centella. Entró en su cuarto y cerró la puerta tras de sí, arrojándose sobre la cama, desconsolada.
            —Te lo dije. Es mala. Nunca debiste dejarla entrar.
            Lorraine casi se cayó de la cama del susto. Por un momento su corazón dejó de latir. Al levantar la vista, la niña del vestido andrajoso y el moratón en la cara estaba allí, de pie junto al armario.

viernes, 22 de noviembre de 2013

SOMBRAS (VI)

   HOLA!!!!!
   UNA SEMANA MÁS (Y YA VAN MÁS DE DOS AÑOS) ME PRESENTO AQUÍ FIEL A MI CITA CON VOSOTROS, LOS QUE AGUANTÁIS ESTO DE CONTINUO.
   OS DEJO UN PEDACITO DE SOMBRAS UN PELÍN MÁS ABULTADO DE LO HABITUAL, DEBE SER QUE ESTA SEMANA LAS GANAS DE TRABAJAR ANDABAN CERCA.
   QUE LO DISFRUTÉIS....
   TA PRONTO.


Llenó su vaso y el de su madre de zumo, dispuso las servilletas, platos y tenedores sobre la mesa posponiendo el momento crítico todo lo posible, hasta que ya no tuvo más excusa: no le quedaba más remedio que coger aquella asquerosidad que bullía inquieta delante de sus narices. Volvió la vista un momento. Era obvio que su madre no veía lo que ella veía. No solo era un cuestión visual, bastante repugnante el resultaba el amasijo de gusanillos blancos y grises retorciéndose sobre la masa en putrefacción. Además estaba el olor. Era con diferencia lo peor que había llegado a sus fosas nasales en su vida. Casi no podía creer que su madre estuviera allí en la silla, tan pancha, esperando su trozo de «tarta» como si tal cosa.

            Miró a su madre, implorante. Susan le devolvió una mirada llena de curiosidad y preocupación, pero Lorraine no supo detectar ninguna de las dos cosas, en parte por los nervios que la recomían por dentro, en parte a causa de su edad. Resignada, se dispuso a ejecutar su plan. «Que Dios me asista», pensó mientras sacaba unos paños de cocina de un cajón. Lo último en su lista de intenciones era tocar esa cosa asquerosa y maloliente con las manos. Llegó a la encimera y suspiró, aún confiando en que pudiera ocurrir un milagro.

            —¿Qué estás haciendo, Lorraine?

            Se volvió, desconcertada.

            —No sé a qué te refieres, mamá. Voy a servir la tarta.

            —Eso ya lo veo. Me refiero a los paños de cocina. Esa tarta no ha salido del horno. Al menos no en la última hora. Dudo que puedas quemarte.

            —¡Ah, esto…! —Lorraine miró los paños como si los viera por primera vez en su vida—. Es porque… bueno… tengo un herida en un dedo y me pareció más higiénico. Solo eso.

            Susan se quedó pasmada. Esto no podía continuar.

            —Lorraine, hija, desde que he llegado te estás comportando de un modo muy extraño. Que yo recuerde, cuando salí esta mañana eras la misma de siempre. Sin embargo, ahora no sé si delante de mí está mi hija o un señuelo extraterrestre que han dejado en su lugar. ¿Ha ocurrido algo mientras yo estaba fuera?

            Lorraine estaba al borde del llanto, pero no podía explicar a su madre la verdad. Pensaría que se había vuelto loca y la llevaría a un psicólogo o algo así. Luego le aplicarían corrientes eléctricas para curarla y se quedaría inútil de por vida. Una vez lo había visto en una película cuando su madre no estaba en casa. Y no tenía ningunas ganas de pasar por ello.

            —No, mamá —mintió lo mejor que pudo—. No ha pasado nada.

            —Sabes que puedes contármelo ¿verdad? Si no confiamos la una en la otra ¿Qué otra cosa nos queda?

            —En serio, mamá. Siéntate. Te aseguro que no ocurre nada. Tomemos ese trozo de tarta juntas, por favor.

            Susan se sentó en la silla. Si antes tuvo alguna duda, ahora había desaparecido. Todas las alarmas habían saltado en su cerebro y su instinto de madre gritaba como un mono poseído. A su hijita le había ocurrido algo y no quería contárselo. Si alguna vez se había visto en una situación de emergencia, desde luego era allí y ahora. Y lo peor de todo era que no sabía qué hacer para atajar lo que fuese que estuviera pasando.

            Lorraine se dispuso a realizar el numerito que tenía previsto. Sin embargo, el destino se alió con ella, o sus plegarias fueron escuchadas, porque no necesitó fingir un accidente. Al dar el primer paso resbaló y la fuente con la tarta salió volando por los aires para estrellarse sobre el suelo de la cocina. Quedó allí, sentada, con el trasero dolorido, mientras contemplaba miles de formas diminutas arrastrándose desesperadas por todas partes, entre pegotes de una masa grisácea y pestilente imposible de identificar.

viernes, 15 de noviembre de 2013

SOMBRAS (V) EN UNA SEMANA DE RESACA

     HOLA A TODOS
   EN ESTA SEMANA, TRAS LA PRESENTACIÓN, HA LLEGADO EL MOMENTO REDONDO. LA GENTE HA EMPEZADO A DECIRME QUE LE HA ENCANTADO MOLOBO, QUE QUÉ CHULADA (DEBE SER QUE ESPERABAN UNA PATA POR SER YO EL AUTOR, COMO SI STEPHEN KING NO HUBIERA TENIDO UNA PRIMERA NOVELA ALGUNA VEZ, Y NO ES QUE ME COMPARE CON ÉL, SOLO ERA UN EJEMPLO). PERO PODÉIS SEGUIR DICIÉNDOLO TODO EL TEIMPO QUE HAGA FALTA ¡¡SABE A GLORIA!!!
     Y AHORA OS DEJO CON EL NUEVO CORTE DE "SOMBRAS", QUE TAMBIÉN MERECE UNA OPINIÓN DE VEZ EN CUANDO, EL POBRE. NO HAGÁIS CABREAR A TAJIMA, QUE DA MUY MALA ESPINA, MUAJAJAJA!!!!
     HASTA PRONTO...
 
Susan se quedó petrificada, mirando a su hija como si la viera por primera vez. La expresión de Lorraine era de puro terror. Susan dejó el tenedor sobre la fuente y adoptó un semblante severo.
—¿Se puede saber qué te pasa? Tampoco es tan grave si le doy un bocado a la tarta ¿no? Ya sé que siempre te digo que es de mala educación empezar a comer antes de que todo el mundo se siente a la mesa, pero quizás en este caso podríamos hacer una excepción, si te parece.
Lorraine no supo qué contestar. Su mente trataba por todos los medios de inventar una excusa, algo que impidiera que su madre se metiera en la boca… aquello. «No los ve. Ella solo ve un pastel» pensaba, frenética, mientras buscaba las palabras, un motivo, una excusa.
            —No es eso… es solo que… bueno, yo… Debes estar cansada, mamá. Siéntate y deja que sea yo quien sirva la mesa, por favor —Lorraine iba improvisando a medida que trazaba una estrategia para hacerse con el control de aquella inmundicia que reposaba sobre la encimera—. ¿No te importa, mamá? ¿Me permitirás hacerlo por ti?
            Susan era, en ese instante, una de las personas más desconcertadas sobre la faz de la Tierra. No es que Lorraine no colaborase en las tareas del hogar, desde pequeña la habían educado para que lo hiciese. Lo que no terminaba de cuadrar era la sobrerreacción de su hija, el grito, la expresión de puro miedo.  Algo no iba bien y sabía que si le preguntaba directamente, Lorraine lo negaría todo. Había salido tan tozuda como ella misma. Pero desde luego iba a averiguar qué era lo que preocupaba a su hija o dejaría de llamarse Susan Harper.
            —Está bien. Si tan importante resulta para ti, te dejaré hacer de madre y servir la mesa. Adelante. No hay nada que debas contarme ¿verdad?
            Lorraine había recuperado la compostura de nuevo. La niña asustada había dado paso a la preadolescente de siempre, segura y sensata.
            —No sé a qué te refieres, mamá —Lorraine fingió una actitud de falsa indignación—. Solo se trata de que quiero hacerlo yo, pues tú siempre te ocupas de mis cosas, del trabajo, de las tareas de la casa... Solo quiero ayudar. Nada más.
            «Lo que suponía», pensó Susan. Ahora sí que estaba segura de que su hija ocultaba algo. Se removió en la silla, inquieta a causa de la incómoda sensación que se le estaba acumulando en el estómago. Por un momento se hizo evidente ante sus ojos que su niña ya no lo era tanto. ¿La había subestimado? ¿Tendría algún problema en la escuela y no había comentado nada para no preocuparla? Su cabeza empezó a girar, barajando las ideas más peregrinas: chicos, acoso, incluso drogas. Tenía que sonsacarla como fuese. No podría dormir esa noche con la duda rondando por su cabeza. Sería mejor seguirle la corriente de momento. Por muy madura que fuese, no dejaba de ser una niña y ella era una adulta. Al final tendría lo que quería.
            —Muy bien, hija. Juguemos a tu juego. Ya puedes servir unos refrescos y un buen trozo de ese apetitoso pastel para cada una. Prometo quedarme aquí quietecita.
            Lorraine miró a su madre durante un segundo. Ceder con tanta facilidad no era propio de ella. Se esforzó por adivinar qué era lo que su madre estaba tramando, pero no se le ocurría nada. Se dio media vuelta y sacó dos vasos de un armario, un par de servilletas y el brik de zumo de uva y piña de la nevera. Lo mejor era seguir con el plan. Después, ya saldría del brete como mejor pudiera.

lunes, 11 de noviembre de 2013

TOCANDO EL CIELO CON LA PUNTA DE LOS DEDOS


Todo el mundo debería tener, al menos una vez en la vida, un momento como el que un servidor disfrutó el pasado sábado 9 de noviembre.

                Ese día  tuvo lugar la puesta de largo de Molobo, mi primera novela. Lo cierto es que la novia (es decir, yo) a punto estuvo de llegar tarde a su propia boda. En realidad, mi padrino de extra lujo (Magnus Dagon, nunca hubiera pensado que tomaría la alternativa de la mano de un maestro de su categoría) y yo llegamos pronto, pero el encargado de la tienda de La Casa del Libro en Alcalá de Henares nos sugirió ir a dar una vuelta (equivalente a un “aquí no pintáis nada”) y casi se nos echó la hora encima.

                Cuando llegamos el público ya estaba esperándonos como agua en mayo. Si yo fuera del gobierno, diría que había unas 20 personas, si fuera de la oposición, 20.000. La verdad es que habría unas 60 o 70, menos de las que yo esperaba, pues faltó mucha gente que había confirmado su asistencia. Esto que veis aquí es aproximadamente la tercera parte del populacho asistente.

 
 






                Amigos, familiares, alumnos, desconocidos (firmé ejemplares para gente a la que no conocía de nada, supongo que pasaban por allí, se quedaron mirando y ¡compraron el libro!

                Todos muy atentos a lo que yo iba a decir, así que cuando me acerqué el micro para hablar llegaron los nervios, que habían estado bajo control hasta ese momento, y me dejé la mitad de lo que había planeado contar en el tintero. Menos mal que como era un poco de autobombo, nadie se dio cuenta. Aquí tenéis una foto del momento crucial, la introducción a cargo de Magnus



                He de decir que tuve el enorme placer de conocer en persona no solo a Magnus, sino también a otros compañeros de padecimiento, Luis González (Odín), aún más simpático en persona, y Lg Morgan, encantadora como ella sola. Los tres me hicieron el honor de acudir a hacerme compañía en un momento tan especial, y desde aquí me quito el sombrero ante su talento  y sus respectivas carreras literarias. ¡De mayor quiero ser como vosotros!

                Para el resto de asistentes no tengo palabras que puedan reflejar cómo me hicieron sentir, tan atentos y emocionados. ¡Incluso rieron mis chistes (sin cobrar nada a cambio, jajaja!!! – es broma)! Lo único que se me ocurre, lo que me sale del alma, es que os quiero muchísimo, por más años que viva el tiempo no podrá borrar la huella que quedó en mi corazón. ¡¡Mil gracias a todos!!

                Si en algún momento tuve dudas acerca de cómo iba a salir el evento, ahora solo puedo decir

¡¡¡ A por la próxima!!!

 

 
 

viernes, 1 de noviembre de 2013

SOMBRAS (IV)

   BUENOS VIERNES, (AUNQUE ESTA VEZ ME HE PASADO UNOS MINUTOS...)
   ESTA SEMANA HE ANDADO UN POCO APURADO PARA ESCRIBIR Y PUBLICAR EL TROCITO DE "SOMBRAS" QUE NOS TOCA, PERO AQUÍ ESTOY PUNTUAL. AÚN SIN NERVIOS, NI AGOBIOS, YA VEREMOS DE AQUÍ A UNOS DÍAS.
   OS DEJO TRANQUILOS PARA QUE PODÁIS DISFRUTAR DE ESTA HISTORIA DE FANTASMAS.
   HASTA PRONTO


—¿Por qué pones esa cara de boba? Anda ayúdame con estas bolsas mientras voy al coche a por el resto. Puedes ir colocando la compra mientras vuelvo, entre las dos no tardamos nada y luego podemos sentarnos un rato juntas en el salón.

Lorraine obedeció como un autómata. ¿Cómo iba a explicar a su madre que había dejado entrar en casa a una extraña, aunque se tratase de una anciana a primera vista inofensiva? Se iba a aponer hecha una furia. Eso por no mencionar lo otro, lo de la niña que había aparecido y desaparecido por arte de magia. De esa manera no podía contarlo, desde luego. Ella siempre había sido responsable, siempre le decían que parecía mayor de lo que en realidad era, pero ese asunto le hacía sentir ridícula. Estaba segura de no haberlo soñado, pero seguramente las personas que sufren alucinaciones piensan lo mismo, lo había visto una vez en un programa de televisión.

Llegó hasta la cocina y, al posar las bolsas sobre la mesa, se dio cuenta de no le iba a quedar más remedio que contar a su madre al menos una de las dos cosas: allí sobre la encimera, se hallaba la fuente que Tajima había traído. No se veía el contenido, se hallaba cubierta de papel de aluminio. Una vocecilla se coló dentro de su cabeza. «No te preocupes, solo es una tarta de bienvenida. No hay nada malo en ello». Sin embargo, algo que no alcanzaba a definir le decía que esa mujer no era de fiar. Lorraine no podía explicarlo, pero no le había gustado ni un pelo la forma en que había entrado y le había hablado.

Una idea llegó resplandeciente como el sol en verano. Podía arrojar la tarta al triturador de basura antes de que su madre volviera y meter la fuente en una bolsa y esconderla. Dejó a un lado las bolsas que le había dado su madre y se acercó a la encimera, decidida a deshacerse de aquel objeto inoportuno.

—Ya estoy aquí, nena. ¿Qué haces? Te he dicho que fueras poniendo las cosas en su… ¿y eso? ¿qué es eso?

No le había dado tiempo ni de coger la fuente. Al menos, su madre no la había visto deshacerse de ella. «Estoy exagerando con lo de la tarta», pensó Lorraine. «Si me llega a pillar en el momento de tirarla, habría tenido que dar un montón de explicaciones, como si fuera poco lo que tengo que contar.

—Esto… esto es… Verás mamá. Esto es una tarta que ha dejado aquí una anciana que se ha presentado como nuestra vecina. Se trata de un detalle de bienvenida, ya sabes cómo es la gente de los pueblos pequeños.

La cara de su madre no dejó lugar a duda alguna. Sorpresa. Indignación. Cabreo en grado máximo.

—Creo haberte dicho mil veces que no abras la puerta a nadie cuando estás sola. No eres tan niña como para no entenderlo, Lorraine —el rostro de su madre iba subiendo de color a medida que reprimía las ganas de gritar—. Por si fuera poco, no conocemos a nadie aún, acabamos de mudarnos al vecindario.

—Pero mamá, no podía dejarla ahí fuera con la fuente en la mano. Es una anciana encantadora, ya verá cuando vuelva.

—Esa no es la cuestión, cariño, y lo sabes. Haré la vista gorda por esta vez pero si lo haces de nuevo vas a estar castigada sin televisión hasta que cumplas los cuarenta. Supongo que me he explicado bien.

—Claro, mamá —Lorraine bajó la vista, aliviada por haberse librado de una buena—. No volverá a suceder. Te lo prometo.

La atención de Susan se desvió hacía un punto tras la espalda de Lorraine.

—Bien, vamos a echar un vistazo a esa tarta. Ya no podemos hacer nada al respecto, así que vamos a mirar el lado positivo. Cuando visite la báscula me arrepentiré, pero ahora mismo se me está haciendo la boca agua. Vamos a tomarnos un trozo de ese lo que sea.

Susan se acercó a la encimera y retiró el papel de aluminio. Lorraine no veía la tarta. Su prioridad, eludir el castigo, había pasado a un segundo plano de repente. Ni siquiera tenía hambre a causa de la tensión que acababa de experimentar.

—Tiene buena pinta —dijo Susan—. Casi es la hora de comer, así que cortaré un pedazo pequeño para cada una.

Abrió un cajón y extrajo un cuchillo. Tomó dos platos de escurreplatos y se entregó a la faena. Lorraine se sentó a la mesa tras sacar un par de servilletas de papel y llenar un par de vasos de refresco. Susan cortó un pequeño pedazo de la tarta con un tenedor y se dispuso a tomar un anticipo. Lorraine se volvió, y centró su atención por fin en la tarta. Un grito quedó ahogado en su garganta. La estampa era una pesadilla.

Su madre estaba a punto de meterse en la boca un pedazo de aquello.

—¡No, mamá! ¡No lo hagas!

La tarta o lo que hubiera sido en su momento era un hervidero de gusanos, que se retorcían asustados por la luz o por el movimiento. Uno de ellos colgaba del tenedor a escasos centímetros de la boca de su madre.