viernes, 26 de octubre de 2012

IDA... Y VUELTA (II)

   BUENOS VIERNES
   AQUÍ OS TRAIGO UNA NUEVA ENTREGA DEL RELATO QUE NOS OCUPA DURANTE UNAS SEMANAS, ADEMÁS DE UNA NOTICIA: ANTEAYER ME LLEGÓ LA  CONTESTACIÓN DE LA PRIMERA EDITORIAL DONDE ENVIÉ "MOLOBO", DICIENDO QUE NO LES INTERESA, QUE LA PROSA NO ES MADURA Y QUE NO ES LO QUE ELLOS BUSCAN. AÚN QUEDAN UN PAR DE EDITORES POR MANIFESTARSE Y LUEGO... YA VERÉ LA MANERA DE QUE LA NOVELA VEA LA LUZ. HAY UNA EDITORIAL EN MÁLAGA QUE EDITA EL LIBRO Y ORGANIZA UNA PRESENTACIÓN SI A CAMBIO UNO SE COMPROMETE A VENDER 40 EJEMPLARES. ES UNA POSIBILIDAD QUE NO DESCARTO. YA OS IRÉ CONTANDO.
   HASTA PRONTO
 
La sonrisa se borró de pronto de su cara, cuando los fantasmas del pasado empezaron a llamar a la puerta. En 1983 había perdido al sol de su vida, su hijita, su preciosa Carolina. Sólo tenía cinco años. El viejo dolor conocido y arrinconado en su alma volvió a llenar su pecho una vez más. Una vez más, las lágrimas quisieron adueñarse pero él se hizo fuerte y las contuvo, como tantas veces a lo largo de tantos años.
Mientras pensaba, le dio una patada a algo que había en el suelo. Se agachó y lo cogió. Era una chapa de esas que se prende en la ropa con la foto de Michael Jackson y su eterna sonrisa con ese traje blanco. Sin pensar en ello, se la metió en el bolsillo de la camisa. A su niña le encantaba bailar, y la volvía loca el vídeo de los zombies tan famoso del cantante.
No podía dejar de pensar en su hija ni un minuto. Carolina había nacido con un pequeño defecto en el corazón, algo que la cirugía actual hubiera reparado sin mayor dificultad pero en aquel momento resultó letal. Con ocho años empezó a fatigarse por todo. Llevar la mochila al colegio era misión imposible. En poco tiempo ni siquiera podía levantarse de la cama. Sus enormes ojos castaños se fueron apagando, ni una sonrisa salía de sus labios, hasta que un día…
Al llegar al escaparate de la floristería, levantó la vista y, por un momento, todo se le fue de la cabeza. No podía dar crédito a lo que estaba viendo. ¡De nuevo era joven!. Ya no recordaba su aspecto de entonces. Mirarse al espejo cada día le había hecho olvidar su propia imagen, qué ironía. Veía, a menudo,  las fotos de su hija y las de su mujer, pero apenas reparaba en sí mismo. Por supuesto, siempre procuraba tener un aspecto pulcro, pasada la mala racha el tiempo fue empañando la ventana de sus recuerdos y el dolor también había adquirido un matiz de lejanía, ya se sabe, la vida sigue…
De pie frente al escaparate, volvió a retomar el hilo de sus pensamientos. Pensó en Bárbara, su mujer. Ella no había podido superar la muerte de su hija. Después de enterrar a la criatura, él había intentado que siguieran adelante, le había propuesto viajar, proyectó reformar la casa, pero ella no quería hacer nada. Intentó que se mudaran a otro barrio, pero ella se negaba a dejar su casa… que era donde había vivido su hijita. Y así fueron transcurriendo días, semanas…
Bárbara era como un robot programado. Hacía sus tareas diarias de una forma tan minuciosa como ausente. Cuando Luis volvía del trabajo, intentaba entablar conversación, aunque fuera sobre cualquier tema sin trascendencia, algo que estuvieran poniendo en la tele, lo primero que se le venía a la mente con tal de romper aquel silencio aterrador. Su mujer respondía de vez en cuando sí, no, ya ves…
Al final, había tirado la toalla y la vida de ambos se tornó gris, monótona, repetitiva. Hasta el cariño pareció diluirse en un mar de abandono. Hasta que un día, al volver de comprar el pan y el periódico, con un ramo de flores en la mano, entró en casa y Bárbara no respondió a su llamada.

viernes, 19 de octubre de 2012

IDA... Y VUELTA (I)

   BUENOS VIERNES
   ESTA SEMANA OS TRAIGO LA PRIMERA PARTE DEL RELATO QUE QUEDÓ 2º  EN EL CONCURSO "EL CHALANÍN" DEL MUNICIPIO DE LAVIANA EN AUSTURIAS. ESPERO QUE OS GUSTE. LA SEMANA QUE VIENE NOS LEEMOS.
   HASTA PRONTO
 
 
IDA… Y VUELTA.
 
—¡ Pásame el nivel, Luis!
—¿Cómo?
—Hoy estás más p’allá que p’acá, me parece a mí…
Y era verdad, esa mañana se había levantado con la antena orientada en otra dirección, le hablaban y no se enteraba, así que al cabo de un rato los compañeros decidieron que era mejor dejarle en su mundo, ya volvería.
                 —Por cierto, ¿qué pasa con el arnés? ¿estáis reñidos?
    —No pasa nada Jaime –qué pesado era algunas veces el encargado de la obra- estamos en un primer piso y tengo cuidado dónde pongo el pie. Vale, ahora mismo me lo pon…
Justo entonces, Luis tropezó con un cubo y se cayó del andamio. Sólo fueron dos metros, suficiente para quedarse inconsciente. Al menos llevaba el casco, pensó en la décima de segundo que tardó en impactar contra la acera.
****
Al abrir los ojos estaba rodeado de un buen número de personas, y entre el barullo y el desconcierto al volver en sí, oyó:
—Déjenme pasar, soy médico.
De repente, notó que le tomaban el pulso, le palpaban la nuca, las costillas…
—Ha tenido usted suerte joven, podía haberle matado el coche, hay que mirar cuando uno cruza la calle.
¿Qué coche?¿Qué calle?¿Qué estaba diciendo aquel hombre? Le había llamado joven y era mucho más mayor que él. Se sentó en el suelo y echó un vistazo alrededor. Estaba donde había caído pero… la calle no era la misma, los escaparates, el tráfico, ¡los coches no eran normales!. El andamio no estaba allí, la obra que estaban llevando a cabo tampoco se veía por ninguna parte, ni hormigoneras, ni materiales, ni el personal…todo había desparecido, pero todo era muy familiar. Era la misma calle, él llevaba toda su vida viviendo en aquel barrio y la conocía bien, pero no era el mismo lugar donde estaba trabajando. Desconcertado, levantó la vista al hombre que le estaba atendiendo.
— No tiene nada roto. Váyase a casa y descanse, que para eso es domingo. Y la próxima vez mire el semáforo antes de cruzar.
Pero si hoy es martes… Algo no estaba es su lugar, pensó Luis para sí mismo. Además, allí no había semáforo desde hacía por lo menos diez años. De repente, una chispa de entendimiento saltó en su cabeza. Se volvió y miró cincuenta metros más atrás, en los mismos soportales donde se hallaba.
¡Pues claro, ahí estaba! La floristería de Doña Carmencita. Ya había encontrado la clave, pero no la explicación. ¿Estaría soñando? Desde luego, para ser un sueño, todo se veía muy real, especialmente el dolor de la espalda y de la cabeza. Doña Carmencita se murió hace siete u ocho años, y sus hijos vivían fuera en otras ciudades, así que vendieron el negocio y se acabó la floristería. Por eso todo le resultaba conocido, la ciudad era la misma pero hace ¿cuánto? ¿quince años?. Se levantó y se acercó al quiosco de la plaza, a la vuelta de la esquina. Al llegar, vio a Lorenzo (otro que estaba ya criando malvas) y saludó:
—Buenos días, vengo por el periódico.
—Pues claro, cójalo usted mismo.
Cuando fue a pagar, se dio cuenta de que el periódico costaba cien pesetas y en su cartera llevaba… ¡pesetas!. Esto era increíble. Estaba empezando a acostumbrarse a la nueva “experiencia” (a ver si luego, al despertar, se acordaba de todo). Miró la fecha del periódico: 26 de mayo de 1984. Pues no eran quince, eran veinte años. Empezó a sonreír, y decidió disfrutar de ese soleado día de primavera.

viernes, 12 de octubre de 2012

UN MILAGRO (III Y ULTIMA) + NOTICIAS FRESCAS

   BUENOS VIERNES FESTIVO Y LLUVIOSO
   EMPECEMOS POR LAS NOTICIAS. EL RELATO "¿EN QUÉ PIENSAN LAS ESTRELLAS?", QUE PODÉIS LEER ARRIBA EN RELATOS CORTOS, HA ESTADO TODA LA SEMANA ENTRE LOS TREES MÁS LEÍDOS, LO CUAL ES UNA SATISFACCIÓN ENORME PARA MÍ, AUNQUE NO PUEDA SER PUBLICADO EN EL LIBRO AL FINAL POR SUS CARACTERÍSTICAS.
   POR OTRO LADO, YA SALIÓ A LA VENTA "BOCADOS SABROSOS 2", DONDE APARECE EL MICRO "SHEREZADE". YA SABÉIS QUE ES UN LIBRO SOLIDARIO, LOS BENEFICIOS SE DEDICARÁN ÍNTEGRAMENTE A LA ASOCIACIÓN DE FAMILIARES DE ENFERMOS DE ALZHEIMER DE CASTELLÓN. SI ALGUIEN ESTÁ INTERESADO, SÓLO TENÉIS QUE PINCHAR SOBRE LA FOTO QUE ESTÁ A LA DERECHA Y ACCEDERÉIS A LA WEB DE LA LIBRERÍA ARGOT, DONDE SE COMERCIALIZA.
   POR ÚLTIMO, UNA DE CAL Y OTRA DE ARENA. "REVANCHA" PASÓ SIN PENA NI GLORIA, COMO DE COSTUMBRE, PEEEEERO EL DÍA 10 ME LLAMARON POR TELÉFONO (¡ME LLAMARON!) PARA COMUNICARME QUE HE QUEDADO SEGUNDO EN EL CONCURSO DE RELATO CORTO "EL CHALANÍN", QUE ME ENVIARÁN UN PREMIO A PESAR DE NO ESTAR CONTEMPLADO EN LAS BASES Y QUE GRABARAN EN VÍDEO LA CEREMONIA DE ENTREGA DE PREMIOS Y COLGARÁN EL VÍDEO EN YOUTUBE. LA SEMANA QUE VIENE OS PONDRÉ LOS ENLACES, PUESTO QUE AÚN NO LOS HAN HECHO PÚBLICOS.
   Y AHORA VAMOS A TERMINAR CON ESTA HISTORIA QUE TENEMOS ENTRE MANOS.
 
- Zí, te queremos, mami. Toma mi ozito para que duerma contigo ezta noche.
            - Gracias, nena.
            - Adiós, cariño –dijo Enrique.
            - Hasta mañana -contestó ella-. Ambos la besaron y acto seguido se fueron.
            Ángel empezó a quedarse amodorrada, feliz de pensar que sus seres queridos estaban bien. Justo cuando se estaba quedando completamente dormida, la puerta se volvió a abrir y esta vez quien entró por ella fue su madre. ¡¡SU MADRE!! ¿No había dicho Enrique que estaba en casa? ¿Qué hacía allí entonces?. Cuando su madre vio que estaba despierta, se sorprendió tanto que no puedo articular palabra. Simplemente abrió mucho los ojos, se quedó boquiabierta y salió corriendo de la habitación.
            Al cabo de un minuto escaso volvió a entrar, esta vez acompañada de su padre, de un médico y de una enfermera. El médico comenzó inmediatamente a tomarle el pulso, la temperatura y toda esa parafernalia, aunque se le veía un tanto sorprendido.
            - ¿Cómo se encuentra? ¿Le duele algo? ¿Puede usted hablar y mover alguna parte de su cuerpo?
            - Por supuesto que sí, doctor. Me encuentro relativamente bien, aunque tengo dolores por todo el cuerpo. ¿Qué hacéis vosotros aquí? -volvió la mirada hacia sus padres-. Enrique ha estado aquí hace un momento y me ha dicho que no vendríais hasta mañana.
            Durante un momento que se le hizo eterno, los otros cuatro se intercambiaron miradas de estupefacción, como si ella acabara de hablar en arameo o algo semejante. El que tomó la palabra fue el doctor.
            - Señora, debe de haber tenido una alucinación por el shock o por la medicación. El impacto la ha afectado seguramente más de lo que a simple vista parece. Lamento tener que comunicarle que su marido y su hija murieron en el accidente. Es posible que el momento no sea el más adecuado, pero es mi obligación como médico ser sincero con mis pacientes. Si le sirve de algún consuelo, aunque supongo que no mucho, le diré que no sufrieron, murieron en el acto. La verdad es que es un milagro que esté usted viva. Estaba usted en coma y ha salido de él como por arte de magia. Sí, la verdad es que es un auténtico milagro.
            Ángela tardó un buen rato en asimilar estas palabras. Entonces empezó a llorar desesperadamente, si bien en su interior sentía el consuelo de haber visto a su marido y su hija por última vez. Y no había sido una alucinación. Era más de lo que mucha gente podía tener en un momento así. El doctor había hablado de un milagro, aunque él no sabía hasta qué punto eran ciertas sus palabras. Vaya si lo eran, y Ángela lo sabía muy bien. Y si no, que se lo peguntaran a aquel simpático osito que descansaba a los pies de la cama…

viernes, 5 de octubre de 2012

UN MILAGRO(II)

   BUENAS A TODOS
   UN PAR DE BATACAZOS MÁS SE UNIERON ESTA SEMANA A LA LEGIÓN. ES MI SINO...
   ESTE MES, A FALTA DE ÍMPETU LITERARIO, HE ENVIADO A "ESTA NOCHE TE CUENTO" UN RELATO MULTIMEDIA. LA PRIMERA PARTE ES ESCRITA Y LA SEGUNDA ES UN VÍDEO DE UNOS 30 SEGUNDOS. Y SE TRATA DE UN TOQUE DE HUMOR ÁCIDO. HA QUEDAD BASTANTE GRACIOSO. LO PODÉIS VER ARRIBA, EN RELATOS CORTOS.
   LA PRÓXIMA SEMANA SE AVECINAN DOS NUEVAS TEMPESTADES, PERO YA OS CONTARÉ.
    DE MOMENTO, SEGUIMOS CON "UN MILAGRO"
    TA PRONTO...
 
- Parece que nos hemos preocupado sin motivo –dijo Enrique. Resulta que hay menos jaleo que en una noche normal. A estas horas ya casi todo el mundo debe estar en casa de sus familiares preparando el banquete y comiendo chucherías antes de tiempo.
            - Pues mejor. Más pronto llegaremos y me quedaré tranquila, ya sabes que esto de conducir de noche no gusta nada, y en el estado en que está la carretera, mucho menos.
            Entonces, al salir de un semáforo, una luz cegadora llegó hasta ellos desde la izquierda. Junto con la luz, el sonido de un claxon bramando igual que si se hubieran abierto los infiernos. Ángela se volvió y vio un enorme camión que se dirigía hacia ellos a una velocidad de vértigo. Todo sucedió en menos de dos segundos, pero en su mente era como si lo estuvieran proyectando a cámara lenta. Recordaba el grito de Mayte, el frenazo de Enrique, y el terrible choque que sufrieron. Después, lo siguiente era aquella solitaria habitación de hospital, a oscuras y en silencio.
            Abrió los ojos y miró por la ventana. Aún  era de noche. En ese momento, cayó una estrella fugaz y Ángela formuló un deseo, por eso que se dice de que después se cumplen. Deseó que nada de aquello hubiera ocurrido, que su vida siguiera siendo tan tranquila como hasta ese momento, y que su marido y su hija estuvieran sanos y salvos.
            Entonces, un haz de luz le indicó que la puerta de la habitación se estaba abriendo. Ella no veía la puerta, situada tras un recodo para evitar miradas indiscretas.
            Dolorosamente, giró la cabeza. Allí estaban Enrique y Mayte, junto a la cama y casi perfectamente ilesos. Su marido tenía unos rasguños en la cara y una mano vendada. Mayte no tenía nada visible. Por fortuna, iba bien atada en su sillita en el asiento trasero. Ángela, sin palabras, se puso a llorar de alegría, emocionada al verlos vivos. Enrique se sentó en el borde de la cama, y aupó a Mayte.
- Vamos, cariño, no es para tanto. Ya ves que no nos ha pasado nada. Lo peor es lo tuyo, así que deja ya de llorar.
Se inclinó y la besó en la frente. Mayte estaba jugando con su osito de peluche, que le habían comprado un par de días antes. Ángela hizo un esfuerzo, se calmó y dijo:
- Dejadme que os toque para comprobar que de verdad estáis bien. Por un momento pensé que los dos podríais estar muertos, y ya no quería vivir más…
            - La verdad es que fue una suerte –dijo Enrique-. El camión iba por lo menos a cien por hora, el conductor había bebido de más y por eso no pudo frenar a tiempo.
            - ¿Estás bien cariño? ¿Te duele algo? –preguntó Ángela a Mayte.
            - No, mami. Nena no tene pupa.
            - Gracias a Dios. Casi no me lo puedo creer –las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos, de tanta felicidad como sentía.
            - Hemos venido un rato nada más. El doctor dice que no tienes nada grave, pero que debes descansar para recuperarte pronto. Por cierto, no te preocupes por tus padres, ya los he avisado y vendrán mañana a visitarte. Esta noche no se podía quedar nadie aquí, pero nosotros hemos convencido a la enfermera de turno para que nos permita entrar un ratito ¿verdad, nena?.
            - Sí, papi.
            - De todas formas, ya nos vamos. Nada más queríamos decirte una cosa muy importante que no debes olvidar nunca: te queremos Ángela, y siempre estaremos contigo.