viernes, 27 de diciembre de 2013

SOMBRAS (IX) Y... HASTA EL AÑO PRÓXIMO!!!!

   HOLA A TODOS
   TRAS UN PARÓN DE UN PAR DE SEMANAS DEBIDO A UN COMPROMISO (LITERARIO) QUE ME HA TENIDO OCUPADO TODO ELMES, NO QUIERÍA DESPEDIR EL AÑO SIN UN TROCITO MÁS DE ESTE "SOMBRAS".
   HA SIDO ESTE 2013 UN AÑO BUENO PARA MÍ EN EL TERRENO LITERARIO (DE OTRAS COSAS MEJOR NO HABLAMOS, EJEM), Y ESTE ÚLTIMO VIERNES ES UN MOMENTO INMEJORABLE PARA DESPEDIRLO CON ACTITUD POSITIVA PARA EL FUTURO. VAYA DESDE AQUÍ MI AGRADECIMIENTO A TODOS LOS QUE SEGUÍS MIS ANDANZAS SEMANA TRAS SEMANA, PADECIENDO CONMIGO, LEYENDO MIS COSAS Y CELEBRANDO CUANDO TOCA. SI EL BLOG SIGUE EN MARCHA ES POR VOSOTROS Y SOLO POR VOSOTROS. ESPERO TENEROS AQUÍ MUCHO TIEMPO MÁS IMPULSANDO A ESTE POBRE ESCRITORZUELO A SEGUIR ADELANTE.
   GRACIAS Y
 
¡¡¡FELIZ 2014!!!
 
   AHORA SÍ, OS DEJO CON LAS AVENTURAS DE LORRAINE Y SU MADRE, ¡HASTA EL AÑO QUE VIENE! ¡¡¡A SER FELICES!!!
 
Susan recogía el desastre producido en la cocina. Aún le daba vueltas al extraño comportamiento de su hija. No era ajena a los cambios que se producen cuando los niños se aproximan a la adolescencia, más temprano en el caso de las niñas, pero Lorraine no había dado muestras de ese cambio hasta la fecha. Además estaba el hecho de que su comportamiento solo había resultado extraño ese día en particular, siempre había sido una niña relativamente dócil y razonable.
            «Tendré que esperar a que se le pase el enfado», pensó mientras suspiraba con resignación. «Quizás entonces pueda sonsacarle al respecto». Mientras barría con lástima los últimos añicos de la fuente de cristal donde había venido el pastel se dio cuenta de un detalle: Lorraine había abierto la puerta a una extraña, cosa que era aún más extraña que su comportamiento esa mañana. Desde muy pequeña la habían educado para que desconfiase de las personas ajenas a la familia y ella lo había asimilado por completo, nunca hasta ese día había hecho algo tan insensato. ¿Qué le estaba ocurriendo a su hija? Ahora la preocupación atenazó su corazón con fuerza. No podía esperar ni un minuto más, decidió mientras se desataba el delantal y se disponía a subir las escaleras.
            Entonces ocurrieron de forma simultánea dos cosas: en la parte superior se oyó un golpe sordo procedente de la habitación de Lorraine, como si algo pesado hubiera caído sobre la alfombra, y el timbre sonó.
            Indecisa, se quedó con un pie levantado sin llegar a posarse sobre el primer escalón.
            —¿Lorraine? ¿Va todo bien, cielo? ¿Qué ha sido ese ruido?
            La respuesta no llegó. Ni tampoco se repitió el golpe. Nada. El timbre repicó de nuevo, con insistencia.
            Susan decidió posponer su excursión a la planta superior durante unos minutos y deshizo el camino hasta la puerta principal. La abrió y se encontró con una anciana menuda que mantenía el dedo índice en alto, a punto de aporrear el timbre de nuevo.
            —Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarla?
            La anciana dudó un momento hasta que decidió retirar el dedo.
            —Buenas tardes, querida. He estado aquí esta mañana. Supongo que es usted la madre de Lorraine. Me he acercado un momento para saludarla y presentarme como es debido. Soy Tajima. Su vecina. Espero que les gustara la tarta que preparé.
            —Bueno… sí, estaba buena. Pero me temo que la fuente se rompió al fregarla. Lo siento. La repondré, no se preocupe —Susan estaba pensando que, no contenta con abrir a una desconocida, Lorraine incluso se había presentado ¿en qué estaría pensando?—. Estaba a punto de preparar la comida, pero si quiere pasar puedo ofrecerle un poco de café, té o un refresco. Me temo que no mucho más.
            Tajima no respondió. Miraba hacia arriba por las escaleras, como si supiera que Lorraine estaba allí. Era una idea estúpida, pero es lo que vino a la mente de Susan. Entonces pareció percatarse de dónde estaba de nuevo y carraspeó levemente.
            —No se preocupe, ya volveré en otro momento. Ya le digo que nada más venía a presentarme. Veo que acaban de llegar al vecindario y solo quiero que sepa que si necesita cualquier cosa, solo tiene que…
            En ese momento el gritó procedente del piso superior hizo que el corazón de Susan saltase un latido y empezase a latir más rápido. Sin siquiera una disculpa, se lanzó escaleras arriba como perseguida por el diablo.
            —¡Lorraine! ¡Lorraine! ¿Qué ocurre?
            Llegó hasta la puerta de la habitación de su hija e intentó abrirla, pero estaba cerrada por dentro. El picaporte estaba literalmente helado, cubierto de escarcha.
            —¡Lorraine! ¡Ábreme ahora mismo!
            Un rumor sordo le llegaba del otro lado de la puerta, como un murmullo bajo, igual que si estuviera escuchando tras la puerta de una iglesia en plena celebración.
            —¡Lorraine, te ordeno que abras la puerta ya! ¡Si no lo haces, te aseguro que lo vas a lamentar! ¡Lorraine!
            Más sonidos llegaron desde el otro lado. Muebles moviéndose, una especie de rugido que parecía provenir de las mismas paredes. Susan luchaba frenéticamente por abrir la puerta, gritándole a su hija sin éxito.
            Entonces el silencio tomó el lugar del alboroto anterior. Susan tiró tan fuerte del picaporte que, cuando la puerta por fin se abrió, cayó de culo en el suelo a causa de su propio impulso.
            Despeinada y descompuesta, se puso en pie y se asomó a la habitación. Todo se veía revuelto, igual que si un huracán hubiera asolado la habitación. No se veía ni rastro de Lorraine.
            —¡Lorraine! ¿Dónde estás? ¡Contesta!
            La posibilidad de que a su hija le hubiera ocurrido algo terrible se hizo visible a los ojos de Susan. Empezó a lanzar los objetos que se le ponían por delante, cada vez más histérica, pero no veía a su hija. Nada debajo de la cama, ni bajo la cómoda, que estaba volcada en medio de la habitación. Entonces la luz se hizo en su mente. Apartando juguetes y cachivaches a patadas, llegó hasta el armario ropero y lo abrió.
            Allí, hecha un ovillo, empapada, estaba Lorraine. Por un momento Susan pensó que estaba muerta, pero el pecho de la niña subía y bajaba. Susan la tomó en brazos. Estaba helada.  

sábado, 7 de diciembre de 2013

SOMBRAS(VIII) Y DOS BUENAS NOTICIAS PARA ACABAR EL AÑO

   HOLA!!!
   ESTA SEMANA, ANTES DE ENTRAR CON LO NUESTRO OS TENGO QUE CONTAR UN PAR DE BUENAS NOTICIAS. POR UN LADO, HA SALIDO UN LIBRO DE MICRORRELATOS (DE UNA PA´GINA O MENOS CADA UNO), BAJO EL TÍTULO "LA PARCA DE VENUS" QUE INCLUYE UN RELATO MÍO, TITULADO "TORMENTA". COMO LO DL LIBRO HA SIDO UNA SORPRESA, EL RELATO YA ESTABA PUBLICADO EN EL BLOG, LO PODÉIS LEER PINCHANDO EN LA PARTE SUPERIOR, EN LA PESTAÑA "RELATOS CORTOS". AQUÍ OS DEJO EL ENLACE DE LA NOTICIA DE LAPUBLICACIÓN. EL MÍO ESTÁ EN EL N º 5.
 
 
   AHORA VIENE LA SEGUNDA, AÚN MEJOR: ESTA SEMANA HICIERON PÚBLICA LA SELECCIÓN DE RELATOS HISTÓRICOS DENTRO DE UNA CONVOCATORIA DE EDICIONES RUBEO. EL LIBRO SALDRÁ EN LOS PRÓXIMOS MESES, YA COLGARÉ EL ENLACE POR AQUÍ. DE MOMENTO SE PUEDE VER LA SELECCIÓN PINCHANDO AQUÍ
 
 
   Y AHORA OS DEJO CON EL CORRESPONDIENTE PEDACITO DE "SOMBRAS". QUE LO DISFRUTÉIS.
   TA PRONTO.
 
Le costó un buen rato hasta que su respiración se normalizó de nuevo. La niña seguía allí, inmóvil, mirándola con sus ojos extraños, oscuros y hundidos en un mar de ojeras. Lorraine pensó que se podían pasar así toda la tarde, como dos estatuas, que tenía que romper con aquella situación o su corazón estallaría de un momento a otro.
            —¿Cómo has entrado aquí? —preguntó, sintiéndose estúpida al oír su propia voz formulando una cuestión tan absurda; empezaba a sospechar, aunque pareciera una locura, qué era lo que estaba sucediendo, aunque no podía imaginar el porqué.
            —No he entrado por ninguna parte —respondió la niña sin mostrar ninguna emoción—. Vivo aquí ¿Cuál es tu nombre?
            Lorraine enarcó las cejas un momento. No se le había escapado el detalle.
            —Lorraine. Me llamo Lorraine ¿y tú?
            La niña pareció sopesar la posibilidad de contestar a Lorraine. Sin embargo, tras un segundo de vacilación prosiguió con acento monocorde.
            —Yo soy Sarah Jane. Supongo que ahora te has convencido de que lo que te dije antes es cierto ¿verdad?
            Lorraine bajó la guardia un poco. Sarah Jane tenía razón. Antes le había advertido acerca de la intenciones de Tajima y ella no había hecho caso. Tampoco es que se le pudiera culpar de nada ¿quién creería a una niña que aparece y desaparece como por ensalmo? Pensándolo bien, ¿quién en su sano juicio daría crédito a Lorraine si le dijese que hablaba con una aparición, fantasma o lo que fuese? De todas formas, debía ir con precaución. No podía hacer nada por evitar esa situación, así que tendría que averiguar la razón por la que Sarah se había presentado de repente y que tenía Tajima que ver  con ello. Luego venía el obstáculo más difícil de salvar: ¿cómo convencería a su madre de que todo esto era real y no imaginaciones suyas?
            —Sí, es cierto. Tenías razón. Siento no haber hecho caso de tus palabras. Ahora que nos hemos presentado, como dijiste antes, podemos considerar que somos amigas ¿no es así?
            Sarah asintió. A pesar del tono conciliador utilizado por Lorraine, nada que se aproximase a una sonrisa afloró en su rostro. «Más bien parece triste», pensó Lorraine, intrigada. El temor estaba dando paso a la curiosidad. Sarah replicó.
            —Yo creo que sí, más o menos somos amigas. No debes permitir que ella entre de nuevo en esta casa. Si lo haces, tu vida y la de tu madre correrá peligro ¿me entiendes?
            —No la dejé entrar —se defendió Lorraine—, se coló sin permiso. Fue abrir la puerta un segundo y…
            —Así es como actúa. Se cuela por el mínimo resquicio. Nunca ¿me oyes? Nunca le abras la puerta. Lo de hoy ha sido una advertencia. Si no me haces caso… —y entonces calló, como si alguien pudiera escuchar lo que estaba a punto de decir.
            —Continúa, no temas, no le contaré nada a nadie —la curiosidad de Lorraine se había despertado.
            —Yo… no… no puedo. Ahora tengo que…
            En ese momento, la luz de sol que entraba por la ventana se apagó. Una sombra negra y oscura cubrió el cristal y empezó a extenderse por la pared y por el techo. Sarah comenzó a gritar como si acabara de ver al diablo.
            —¡¡NOOO!! ¡No lo hagas! ¡Otra vez no, por favor! ¡Me duele! ¡No sigas, por favor! ¡No lo soporto! ¡¡Noooooooo!!!
            Lorraine, aterrada, se bajó de la cama y corrió hacia la puerta. En es momento le importaba un comino lo que su madre pudiera pensar o decir. Tenía que escapar de allí fuera como fuese. Llegó hasta la puerta y tiró del picaporte con todas sus fuerzas, pero no se abrió.

viernes, 29 de noviembre de 2013

SOMBRAS (VII) Y ¡¡MOLOBO EN DIGITAL!!!

   HOLA A TODOS:
   ESTA SEMANA OS TRAIGO UNA BUENA NOTICIA A TODOS AQUELLOS QUE VIVÍS LEJOS, INCLUSO EN OTROS PAÍSES, Y NO PODÉIS ADQUIRIR MOLOBO. YA ESTÁ EN VERSIÓN EBOOK, LISTO PARA LEER EN FORMATO DIGITAL. SE PUEDE DESCARGAR DESDE CUALQUIER PARTE DEL MUNDO, DE MODO QUE CUALQUIERA PUEDE TENERLO. EN CUANTO TENGA EL ENLACE DE DESCARGA LO PONDRÉ AQUÍ EN EL BLOG Y EN FACEBOOK.
   EN MEDIO DE ESTE FRÍO INVERNAL, OS DEJO CON SOMBRAS. VUELVE UNA PEQUEÑA DESCONOCIDA ¿O NO LO SERÁ TANTO?
   HASTA PRONTO...
 
—¿Estás loca? ¿Qué es lo que te ocurre hoy? ¡Desde que he entrado por la puerta te estás comportando de un modo muy extraño! ¡Dímelo ahora mismo Lorraine!
            La aludida se sentía como un marciano recién aterrizado en el planeta. Por un lado se sentía asqueada ante el panorama que tenía ente sus ojos. Por otra parte, sentía un alivio infinito por haber conseguido, si bien de un modo accidental, su propósito: nadie se comería aquello. Su madre gritaba y gritaba, pero a ella no le llegaba el eco estridente de sus bramidos. Era como si no estuviera en ese lugar: su mente había quedado bloqueada de tal manera que lo único que pudo hacer fue quedarse mirando a su madre con la misma cara de comprensión que una vaca que ve pasar un camión por la carretera.
            Susan tomó aliento para proseguir, pero algo en la expresión de su hija la contuvo.
            —¿Me estás prestando atención? —Lorraine no hizo el más mínimo gesto que delatara alguna emoción— ¿Acaso me estás tomando el pelo? ¿Es eso?
            En algún punto muy lejano Lorraine escuchó una vocecilla que intentaba zarandear sus pensamientos, hacerla volver a la realidad. Asomó su conciencia infantil a la superficie como un buceador que ha permanecido demasiado tiempo bajo el agua.
            —¿Qué? No, mamá, yo… en realidad… no es lo que tú crees…
            Susan no salía de su asombro. Esa no era su niña. Se la habían cambiado en el escaso tiempo que había tardado en acercarse a comprar al supermercado que había dos calles más abajo.
            —¿Lo que yo creo? ¿De qué me estás hablando? ¡Quiero una explicación ahora mismo! ¿Por qué te comportas de este modo? ¿Se trata de algún tipo de borma estúpida que has visto en la tele?
            —No, no… —el color volvía poco a poco a las mejillas de Lorraine. Su voz, sin embargo, permanecía en espera Dios sabía dónde—. No es una broma, mamá. Es… es… no lo entenderías. Yo…
            Susan estalló.
            —¿Eres tonta o qué? ¿Por quién me has tomado? ¡Vete ahora mismo a tu habitación! Mientras recojo este desastre pensaré si bajas a comer o no. ¡Fuera de aquí! —gritó con toda la potencia de sus pulmones cuando vio que su hija no obedecía.
            Finalmente algo se rompió dentro de Lorraine. De repente regresó de donde se había perdido y la conciencia de todo lo que acababa de ocurrir cayó sobre ella como un piano desde un quinto piso. Su madre allí, histérica, gritándola como nunca antes había hecho. El suelo y los muebles de la cocina cubiertos de… de… mejor ni pensarlo. Una lágrima asomó a los ojos de Lorraine.
            —¡Que te vayas he dicho! ¡si no desapareces de mi vista en este preciso instante no respondo de mí! ¡Fuera!
            Lorraine se echó a llorar, dio media vuelta y subió las escaleras como una centella. Entró en su cuarto y cerró la puerta tras de sí, arrojándose sobre la cama, desconsolada.
            —Te lo dije. Es mala. Nunca debiste dejarla entrar.
            Lorraine casi se cayó de la cama del susto. Por un momento su corazón dejó de latir. Al levantar la vista, la niña del vestido andrajoso y el moratón en la cara estaba allí, de pie junto al armario.

viernes, 22 de noviembre de 2013

SOMBRAS (VI)

   HOLA!!!!!
   UNA SEMANA MÁS (Y YA VAN MÁS DE DOS AÑOS) ME PRESENTO AQUÍ FIEL A MI CITA CON VOSOTROS, LOS QUE AGUANTÁIS ESTO DE CONTINUO.
   OS DEJO UN PEDACITO DE SOMBRAS UN PELÍN MÁS ABULTADO DE LO HABITUAL, DEBE SER QUE ESTA SEMANA LAS GANAS DE TRABAJAR ANDABAN CERCA.
   QUE LO DISFRUTÉIS....
   TA PRONTO.


Llenó su vaso y el de su madre de zumo, dispuso las servilletas, platos y tenedores sobre la mesa posponiendo el momento crítico todo lo posible, hasta que ya no tuvo más excusa: no le quedaba más remedio que coger aquella asquerosidad que bullía inquieta delante de sus narices. Volvió la vista un momento. Era obvio que su madre no veía lo que ella veía. No solo era un cuestión visual, bastante repugnante el resultaba el amasijo de gusanillos blancos y grises retorciéndose sobre la masa en putrefacción. Además estaba el olor. Era con diferencia lo peor que había llegado a sus fosas nasales en su vida. Casi no podía creer que su madre estuviera allí en la silla, tan pancha, esperando su trozo de «tarta» como si tal cosa.

            Miró a su madre, implorante. Susan le devolvió una mirada llena de curiosidad y preocupación, pero Lorraine no supo detectar ninguna de las dos cosas, en parte por los nervios que la recomían por dentro, en parte a causa de su edad. Resignada, se dispuso a ejecutar su plan. «Que Dios me asista», pensó mientras sacaba unos paños de cocina de un cajón. Lo último en su lista de intenciones era tocar esa cosa asquerosa y maloliente con las manos. Llegó a la encimera y suspiró, aún confiando en que pudiera ocurrir un milagro.

            —¿Qué estás haciendo, Lorraine?

            Se volvió, desconcertada.

            —No sé a qué te refieres, mamá. Voy a servir la tarta.

            —Eso ya lo veo. Me refiero a los paños de cocina. Esa tarta no ha salido del horno. Al menos no en la última hora. Dudo que puedas quemarte.

            —¡Ah, esto…! —Lorraine miró los paños como si los viera por primera vez en su vida—. Es porque… bueno… tengo un herida en un dedo y me pareció más higiénico. Solo eso.

            Susan se quedó pasmada. Esto no podía continuar.

            —Lorraine, hija, desde que he llegado te estás comportando de un modo muy extraño. Que yo recuerde, cuando salí esta mañana eras la misma de siempre. Sin embargo, ahora no sé si delante de mí está mi hija o un señuelo extraterrestre que han dejado en su lugar. ¿Ha ocurrido algo mientras yo estaba fuera?

            Lorraine estaba al borde del llanto, pero no podía explicar a su madre la verdad. Pensaría que se había vuelto loca y la llevaría a un psicólogo o algo así. Luego le aplicarían corrientes eléctricas para curarla y se quedaría inútil de por vida. Una vez lo había visto en una película cuando su madre no estaba en casa. Y no tenía ningunas ganas de pasar por ello.

            —No, mamá —mintió lo mejor que pudo—. No ha pasado nada.

            —Sabes que puedes contármelo ¿verdad? Si no confiamos la una en la otra ¿Qué otra cosa nos queda?

            —En serio, mamá. Siéntate. Te aseguro que no ocurre nada. Tomemos ese trozo de tarta juntas, por favor.

            Susan se sentó en la silla. Si antes tuvo alguna duda, ahora había desaparecido. Todas las alarmas habían saltado en su cerebro y su instinto de madre gritaba como un mono poseído. A su hijita le había ocurrido algo y no quería contárselo. Si alguna vez se había visto en una situación de emergencia, desde luego era allí y ahora. Y lo peor de todo era que no sabía qué hacer para atajar lo que fuese que estuviera pasando.

            Lorraine se dispuso a realizar el numerito que tenía previsto. Sin embargo, el destino se alió con ella, o sus plegarias fueron escuchadas, porque no necesitó fingir un accidente. Al dar el primer paso resbaló y la fuente con la tarta salió volando por los aires para estrellarse sobre el suelo de la cocina. Quedó allí, sentada, con el trasero dolorido, mientras contemplaba miles de formas diminutas arrastrándose desesperadas por todas partes, entre pegotes de una masa grisácea y pestilente imposible de identificar.

viernes, 15 de noviembre de 2013

SOMBRAS (V) EN UNA SEMANA DE RESACA

     HOLA A TODOS
   EN ESTA SEMANA, TRAS LA PRESENTACIÓN, HA LLEGADO EL MOMENTO REDONDO. LA GENTE HA EMPEZADO A DECIRME QUE LE HA ENCANTADO MOLOBO, QUE QUÉ CHULADA (DEBE SER QUE ESPERABAN UNA PATA POR SER YO EL AUTOR, COMO SI STEPHEN KING NO HUBIERA TENIDO UNA PRIMERA NOVELA ALGUNA VEZ, Y NO ES QUE ME COMPARE CON ÉL, SOLO ERA UN EJEMPLO). PERO PODÉIS SEGUIR DICIÉNDOLO TODO EL TEIMPO QUE HAGA FALTA ¡¡SABE A GLORIA!!!
     Y AHORA OS DEJO CON EL NUEVO CORTE DE "SOMBRAS", QUE TAMBIÉN MERECE UNA OPINIÓN DE VEZ EN CUANDO, EL POBRE. NO HAGÁIS CABREAR A TAJIMA, QUE DA MUY MALA ESPINA, MUAJAJAJA!!!!
     HASTA PRONTO...
 
Susan se quedó petrificada, mirando a su hija como si la viera por primera vez. La expresión de Lorraine era de puro terror. Susan dejó el tenedor sobre la fuente y adoptó un semblante severo.
—¿Se puede saber qué te pasa? Tampoco es tan grave si le doy un bocado a la tarta ¿no? Ya sé que siempre te digo que es de mala educación empezar a comer antes de que todo el mundo se siente a la mesa, pero quizás en este caso podríamos hacer una excepción, si te parece.
Lorraine no supo qué contestar. Su mente trataba por todos los medios de inventar una excusa, algo que impidiera que su madre se metiera en la boca… aquello. «No los ve. Ella solo ve un pastel» pensaba, frenética, mientras buscaba las palabras, un motivo, una excusa.
            —No es eso… es solo que… bueno, yo… Debes estar cansada, mamá. Siéntate y deja que sea yo quien sirva la mesa, por favor —Lorraine iba improvisando a medida que trazaba una estrategia para hacerse con el control de aquella inmundicia que reposaba sobre la encimera—. ¿No te importa, mamá? ¿Me permitirás hacerlo por ti?
            Susan era, en ese instante, una de las personas más desconcertadas sobre la faz de la Tierra. No es que Lorraine no colaborase en las tareas del hogar, desde pequeña la habían educado para que lo hiciese. Lo que no terminaba de cuadrar era la sobrerreacción de su hija, el grito, la expresión de puro miedo.  Algo no iba bien y sabía que si le preguntaba directamente, Lorraine lo negaría todo. Había salido tan tozuda como ella misma. Pero desde luego iba a averiguar qué era lo que preocupaba a su hija o dejaría de llamarse Susan Harper.
            —Está bien. Si tan importante resulta para ti, te dejaré hacer de madre y servir la mesa. Adelante. No hay nada que debas contarme ¿verdad?
            Lorraine había recuperado la compostura de nuevo. La niña asustada había dado paso a la preadolescente de siempre, segura y sensata.
            —No sé a qué te refieres, mamá —Lorraine fingió una actitud de falsa indignación—. Solo se trata de que quiero hacerlo yo, pues tú siempre te ocupas de mis cosas, del trabajo, de las tareas de la casa... Solo quiero ayudar. Nada más.
            «Lo que suponía», pensó Susan. Ahora sí que estaba segura de que su hija ocultaba algo. Se removió en la silla, inquieta a causa de la incómoda sensación que se le estaba acumulando en el estómago. Por un momento se hizo evidente ante sus ojos que su niña ya no lo era tanto. ¿La había subestimado? ¿Tendría algún problema en la escuela y no había comentado nada para no preocuparla? Su cabeza empezó a girar, barajando las ideas más peregrinas: chicos, acoso, incluso drogas. Tenía que sonsacarla como fuese. No podría dormir esa noche con la duda rondando por su cabeza. Sería mejor seguirle la corriente de momento. Por muy madura que fuese, no dejaba de ser una niña y ella era una adulta. Al final tendría lo que quería.
            —Muy bien, hija. Juguemos a tu juego. Ya puedes servir unos refrescos y un buen trozo de ese apetitoso pastel para cada una. Prometo quedarme aquí quietecita.
            Lorraine miró a su madre durante un segundo. Ceder con tanta facilidad no era propio de ella. Se esforzó por adivinar qué era lo que su madre estaba tramando, pero no se le ocurría nada. Se dio media vuelta y sacó dos vasos de un armario, un par de servilletas y el brik de zumo de uva y piña de la nevera. Lo mejor era seguir con el plan. Después, ya saldría del brete como mejor pudiera.

lunes, 11 de noviembre de 2013

TOCANDO EL CIELO CON LA PUNTA DE LOS DEDOS


Todo el mundo debería tener, al menos una vez en la vida, un momento como el que un servidor disfrutó el pasado sábado 9 de noviembre.

                Ese día  tuvo lugar la puesta de largo de Molobo, mi primera novela. Lo cierto es que la novia (es decir, yo) a punto estuvo de llegar tarde a su propia boda. En realidad, mi padrino de extra lujo (Magnus Dagon, nunca hubiera pensado que tomaría la alternativa de la mano de un maestro de su categoría) y yo llegamos pronto, pero el encargado de la tienda de La Casa del Libro en Alcalá de Henares nos sugirió ir a dar una vuelta (equivalente a un “aquí no pintáis nada”) y casi se nos echó la hora encima.

                Cuando llegamos el público ya estaba esperándonos como agua en mayo. Si yo fuera del gobierno, diría que había unas 20 personas, si fuera de la oposición, 20.000. La verdad es que habría unas 60 o 70, menos de las que yo esperaba, pues faltó mucha gente que había confirmado su asistencia. Esto que veis aquí es aproximadamente la tercera parte del populacho asistente.

 
 






                Amigos, familiares, alumnos, desconocidos (firmé ejemplares para gente a la que no conocía de nada, supongo que pasaban por allí, se quedaron mirando y ¡compraron el libro!

                Todos muy atentos a lo que yo iba a decir, así que cuando me acerqué el micro para hablar llegaron los nervios, que habían estado bajo control hasta ese momento, y me dejé la mitad de lo que había planeado contar en el tintero. Menos mal que como era un poco de autobombo, nadie se dio cuenta. Aquí tenéis una foto del momento crucial, la introducción a cargo de Magnus



                He de decir que tuve el enorme placer de conocer en persona no solo a Magnus, sino también a otros compañeros de padecimiento, Luis González (Odín), aún más simpático en persona, y Lg Morgan, encantadora como ella sola. Los tres me hicieron el honor de acudir a hacerme compañía en un momento tan especial, y desde aquí me quito el sombrero ante su talento  y sus respectivas carreras literarias. ¡De mayor quiero ser como vosotros!

                Para el resto de asistentes no tengo palabras que puedan reflejar cómo me hicieron sentir, tan atentos y emocionados. ¡Incluso rieron mis chistes (sin cobrar nada a cambio, jajaja!!! – es broma)! Lo único que se me ocurre, lo que me sale del alma, es que os quiero muchísimo, por más años que viva el tiempo no podrá borrar la huella que quedó en mi corazón. ¡¡Mil gracias a todos!!

                Si en algún momento tuve dudas acerca de cómo iba a salir el evento, ahora solo puedo decir

¡¡¡ A por la próxima!!!

 

 
 

viernes, 1 de noviembre de 2013

SOMBRAS (IV)

   BUENOS VIERNES, (AUNQUE ESTA VEZ ME HE PASADO UNOS MINUTOS...)
   ESTA SEMANA HE ANDADO UN POCO APURADO PARA ESCRIBIR Y PUBLICAR EL TROCITO DE "SOMBRAS" QUE NOS TOCA, PERO AQUÍ ESTOY PUNTUAL. AÚN SIN NERVIOS, NI AGOBIOS, YA VEREMOS DE AQUÍ A UNOS DÍAS.
   OS DEJO TRANQUILOS PARA QUE PODÁIS DISFRUTAR DE ESTA HISTORIA DE FANTASMAS.
   HASTA PRONTO


—¿Por qué pones esa cara de boba? Anda ayúdame con estas bolsas mientras voy al coche a por el resto. Puedes ir colocando la compra mientras vuelvo, entre las dos no tardamos nada y luego podemos sentarnos un rato juntas en el salón.

Lorraine obedeció como un autómata. ¿Cómo iba a explicar a su madre que había dejado entrar en casa a una extraña, aunque se tratase de una anciana a primera vista inofensiva? Se iba a aponer hecha una furia. Eso por no mencionar lo otro, lo de la niña que había aparecido y desaparecido por arte de magia. De esa manera no podía contarlo, desde luego. Ella siempre había sido responsable, siempre le decían que parecía mayor de lo que en realidad era, pero ese asunto le hacía sentir ridícula. Estaba segura de no haberlo soñado, pero seguramente las personas que sufren alucinaciones piensan lo mismo, lo había visto una vez en un programa de televisión.

Llegó hasta la cocina y, al posar las bolsas sobre la mesa, se dio cuenta de no le iba a quedar más remedio que contar a su madre al menos una de las dos cosas: allí sobre la encimera, se hallaba la fuente que Tajima había traído. No se veía el contenido, se hallaba cubierta de papel de aluminio. Una vocecilla se coló dentro de su cabeza. «No te preocupes, solo es una tarta de bienvenida. No hay nada malo en ello». Sin embargo, algo que no alcanzaba a definir le decía que esa mujer no era de fiar. Lorraine no podía explicarlo, pero no le había gustado ni un pelo la forma en que había entrado y le había hablado.

Una idea llegó resplandeciente como el sol en verano. Podía arrojar la tarta al triturador de basura antes de que su madre volviera y meter la fuente en una bolsa y esconderla. Dejó a un lado las bolsas que le había dado su madre y se acercó a la encimera, decidida a deshacerse de aquel objeto inoportuno.

—Ya estoy aquí, nena. ¿Qué haces? Te he dicho que fueras poniendo las cosas en su… ¿y eso? ¿qué es eso?

No le había dado tiempo ni de coger la fuente. Al menos, su madre no la había visto deshacerse de ella. «Estoy exagerando con lo de la tarta», pensó Lorraine. «Si me llega a pillar en el momento de tirarla, habría tenido que dar un montón de explicaciones, como si fuera poco lo que tengo que contar.

—Esto… esto es… Verás mamá. Esto es una tarta que ha dejado aquí una anciana que se ha presentado como nuestra vecina. Se trata de un detalle de bienvenida, ya sabes cómo es la gente de los pueblos pequeños.

La cara de su madre no dejó lugar a duda alguna. Sorpresa. Indignación. Cabreo en grado máximo.

—Creo haberte dicho mil veces que no abras la puerta a nadie cuando estás sola. No eres tan niña como para no entenderlo, Lorraine —el rostro de su madre iba subiendo de color a medida que reprimía las ganas de gritar—. Por si fuera poco, no conocemos a nadie aún, acabamos de mudarnos al vecindario.

—Pero mamá, no podía dejarla ahí fuera con la fuente en la mano. Es una anciana encantadora, ya verá cuando vuelva.

—Esa no es la cuestión, cariño, y lo sabes. Haré la vista gorda por esta vez pero si lo haces de nuevo vas a estar castigada sin televisión hasta que cumplas los cuarenta. Supongo que me he explicado bien.

—Claro, mamá —Lorraine bajó la vista, aliviada por haberse librado de una buena—. No volverá a suceder. Te lo prometo.

La atención de Susan se desvió hacía un punto tras la espalda de Lorraine.

—Bien, vamos a echar un vistazo a esa tarta. Ya no podemos hacer nada al respecto, así que vamos a mirar el lado positivo. Cuando visite la báscula me arrepentiré, pero ahora mismo se me está haciendo la boca agua. Vamos a tomarnos un trozo de ese lo que sea.

Susan se acercó a la encimera y retiró el papel de aluminio. Lorraine no veía la tarta. Su prioridad, eludir el castigo, había pasado a un segundo plano de repente. Ni siquiera tenía hambre a causa de la tensión que acababa de experimentar.

—Tiene buena pinta —dijo Susan—. Casi es la hora de comer, así que cortaré un pedazo pequeño para cada una.

Abrió un cajón y extrajo un cuchillo. Tomó dos platos de escurreplatos y se entregó a la faena. Lorraine se sentó a la mesa tras sacar un par de servilletas de papel y llenar un par de vasos de refresco. Susan cortó un pequeño pedazo de la tarta con un tenedor y se dispuso a tomar un anticipo. Lorraine se volvió, y centró su atención por fin en la tarta. Un grito quedó ahogado en su garganta. La estampa era una pesadilla.

Su madre estaba a punto de meterse en la boca un pedazo de aquello.

—¡No, mamá! ¡No lo hagas!

La tarta o lo que hubiera sido en su momento era un hervidero de gusanos, que se retorcían asustados por la luz o por el movimiento. Uno de ellos colgaba del tenedor a escasos centímetros de la boca de su madre.

viernes, 25 de octubre de 2013

SOMBRAS (III), PREPARATIVOS DE LA PRESENTACIÓN Y ALGO QUE SE AVECINA

   HOLA DE NUEVO:
   A FALTA DE UN PAR DE SEMANAS PARA LA PRESENTACIÓN YA SE VAN ATANDO CABOS: LA CASA DEL LIBRO YA TIENE LOS EJEMPLARES PREPARADOS Y LA CARTELERÍA LISTA PARA EL DÍA DE AUTOS, YO YA TENGO PREPARADO EL DISCURSO... (ES BROMA). AÚN ME FALTA CONTRATAR EL PADRINO/ MADRINA PERO DE MOMENTO LOS NERVIOS ESTÁN LEJOS, LEJOS...
   OTRA COSA QUE AÚN NO PUEDO CONTAR PORQUE NO LO HAN HECHO PÚBLICO AÚN ES QUE PRONTO LLEGARÁ OTRO RELATO DEL MENDA PUBLICADO EN OTRO LIBRO, EN ESTE CASO UN RELATO HISTÓRICO (EL PACK INCLUYE PACTO CON EL DIABLO Y PODERES PARANORMALES ¡GRATIS!). PERO SERÁ EN UNAS SEMANAS Y YA LLEGARÁ EL MOMENTO.
   POR AHORA, OS DEJO LA TERCERA ENTREGA DE "SOMBRAS". EMPIEZA LA ACCIÓN...
   HASTA PRONTO
 
Lorraine permaneció unos segundos mirando la puerta de la calle, cerrada, preguntándose cómo era posible que aquello hubiera sucedido. Había dejado que aquella anciana se paseara por su casa como si llevase toda la vida haciéndolo y ni siquiera había sido capaz de mover un dedo para impedirlo. Decididamente, cuando su madre volviese iba a escuchar algo más que voces. Se había comportado como una niñita estúpida. Un bebé lo habría hecho mejor que ella, eso seguro.
—No debiste dejarla pasar. Es mala.
El corazón de Lorraine se detuvo por un instante. Se dio media vuelta de un modo tan brusco que casi perdió el equilibrio. Se frotó los ojos, pero no estaba soñando. Allí, delante de ella, había otra niña, un poco más pequeña que ella, al menos de estatura.
—¿Te comió la lengua el gato? —exclamó la niña, dejando escapar una risita traviesa.
No le había comido la lengua nadie. Sencillamente, no sabía qué decir, ni acertaba a imaginar de qué manera aquella otra niña podía haberse colado en la casa. Tajima había venido sola y ella no se había movido de la entrada.
—¿Qui-quién eres tú?¿Por dónde has entrado? –el color había desaparecido de las mejillas de Lorraine.
La otra niña llevaba un vestido que había visto tiempos mejores. Lucía el mismo aspecto que si lo hubieran sacado de un contenedor de basura. Su cabello, moreno, se veía sucio y estaba lleno de pajas o algo similar. Lo más inquietante era un enorme moratón en su mejilla izquierda. A pesar de todo, sonreía, allí de pie, descalza sobre el suelo helado.
—¿Nadie te ha enseñado modales? Lo primero que deberías preguntarme es cómo me llamo. Aún no hemos sido presentadas formalmente, de modo que no podemos considerarnos amigas.
Lorraine pestañeó. Aquella niña debía estar loca. Se había metido en su casa sabe Dios por dónde, y estaba allí de pie, con su aspecto de pordiosera, reprochándole su mala educación y diciendo que no eran amigas. Tragó aire y fue directa al grano, intentando que su voz sonase lo más firme posible.
—No sé quién eres, ni por qué estás aquí, pero te aseguro que no somos amigas ni vamos a serlo, y ahora mismo te vas a marchar de mi casa. No te he invitado a entrar. Ni a ti ni a esa… mujer. Por mucho que trajera un pastel de bienvenida —una lucecilla se encendió en el cerebro de Lorraine. Tajima había entrado sola hasta la cocina. Tenía que ir y revisar que todo estaba bien. Podía haber cogido cualquier cosa y entonces la bronca de su madre sería morrocotuda. Iba a estar castigada sin televisión para el resto de su vida—. Desaparece de mi vista, doña entrometida.
La niña no se movió. Se quedó allí, mirando a Lorraine con una expresión indescriptible pintada en el rostro. No se le había borrado la sonrisa del semblante.
—He dicho que salgas. No lo voy a repetir —y se giró para abrir la puerta de la calle.
Un segundo antes de que su mano se posara sobre el pomo de la puerta, esta se abrió sola. La hubiera golpeado en las narices de no ser porque tropezó antes con su pie. Una exclamación de sombro se oyó por el lado de fuera. A continuación el rostro de su madre asomó por la rendija abierta.
—¡Lorraine! ¿Se puede saber que estás haciendo detrás de la puerta? ¡Me has dado un susto de muerte!
Lorraine se quedó boquiabierta, mientras su madre entraba. Todo se confundió en su mente ¿cómo le explicaría a mamá la presencia de aquella…?
Cuando se dio la vuelta, pensó que se estaba volviendo loca. Allí no había nadie.

viernes, 18 de octubre de 2013

SOMBRAS (II) Y MÁS COSILLAS...

   BUENOS VIERNES!!!!
   AQUÍ ME TENÉIS DE NUEVO, SEMANA TRAS SEMANA AL PIE DEL CAÑÓN. EL DÍA DE LA PRESENTACIÓN SE ACERCA, LOS QUE VIVÍS CERCA PRONTO PODRÉIS VER LA CARTELERÍA ANUNCIANDO EL EVENTO EN LA CASA DEL LIBRO DE ALCALÁ. QUE SEPÁIS QUE AÚN NO ESTOY ATACADO, PERO YA LLEGARÁ EL DÍA, YA...
   MIENTRAS TANTO, OS DEJO UNA SEGUNDA ENTREGA DE "SOMBRAS". ¿QUIÉNES SERÁN "ELLOS"?¿NADIE SE LO HA PREGUNTADO??? JEJEJE!
   BUENA SEMANA Y HASTA PRONTO.


La mujer esbozó una sonrisa llena de huecos y de dientes negros. Lorraine sintió un escalofrío. No se podía asegurar si aquella mueca podía pasar por un destello de amabilidad o de malicia.

—Abre pequeña, soy Tajima Robins, vuestra vecina. Me he dado cuenta de que alguien se había mudado a la casa y llevo varios días con la intención de acercarme a saludar a mis nuevos vecinos y a traer un detalle sin importancia para darles la bienvenida al barrio.

Lorraine se ablandó. Había sido una estúpida. Se trataba solo de una inofensiva anciana con ganas de cotillear. Pero su madre había sido tajante en lo tocante a abrir la puerta a desconocidos.

—No puedo abrirle, señora Robins. Vuelva más tarde, y así podrá hablar con mi madre. En unos minutos estará de nuevo aquí.

—¡Oh! ¡Qué lástima! Pensé que un sábado por la mañana era el momento más apropiado para que tus padres estuvieran en casa. Ya volveré luego, claro.

A punto estuvo Lorraine de decir que su padre no vivía allí, pero el segundo que se demoró en contestar fue suficiente para darse cuenta de que a aquella mujer le importaba un rábano quien vivía en la casa.

—Muy bien. Hasta luego, señora R…

—Un momento, preciosa —Lorraine no pudo cerrar la puerta, la mujer la había trabado con un pie y esgrimía en alto el objeto que traía en las manos—. Para no volverme con esto en las manos a casa y hacer dos viajes, te agradecería si lo pudieras coger tú misma. Es un pastel de carne. Mi especialidad. Solo será un momento.

—Pero es que no puedo…

—¡Oh, no te preocupes! Ya entiendo que no puedes abrir la puerta a nadie mientras no vuelvan tus padres, pero yo no soy precisamente una desconocida ¿no crees?

La duda asaltó a Lorraine. Esa mujer tenía razón. No podía causar ningún daño a nadie si ella cogía el bulto, que había identificado como una de esas fuentes de cristal que se ponen en el horno para cocinar algún guiso. A fin de cuentas, no tenía que dejarla pasar. Con abrir la puerta y coger la tarta, listo. Ya tendrían oportunidad de conocerse su madre y la vecina, y de contarse su vida entera.

—Bueno, yo… —contestó, a punto de ceder a los ruegos de la anciana.

—Apresúrate, cielo, ya estoy mayor y me estoy fatigando de estar aquí de pie.

Al fin Lorraine corrió la cadena y abrió la puerta, tendiendo los brazos para recibir el regalo. En lugar de ello, la señora Robins entró en la casa con una rapidez pasmosa y enfiló el pasillo junto a las escaleras, como si supiera exactamente dónde tenía que ir.

—Gracias, cariño, yo misma lo pongo en la mesa de la cocina. No es necesario que me acompañes, sé dónde está. En un minuto estoy de vuelta.

Cuando pasó frente a la puerta del salón, a su izquierda, Tajima volvió la cabeza y miró dentro de la habitación. Durante un segundo que pareció dilatarse sin fin en el tiempo, el pie que había levantado para dar un paso permaneció en el aire, como si dudara si avanzar o no. Lorraine aprovechó el lapsus.

—No es necesario que entre, señora Robins. Deme el pastel, puedo con él de sobra.

Eso pareció convencer a Tajima, que aceleró el paso y se perdió por la puerta de la cocina. Lorraine maldijo su estupidez por haberse dejado convencer por aquella mujercilla con aspecto de tierna anciana y sonrisa macabra. Antes de que pudiera hacer nada, Tajima volvió y se plantó en el umbral de la puerta de la calle.

—Hasta luego, querida. Eres una niña muy obediente. Ha sido un placer conocerte —y de nuevo obsequió a Lorraine con otra sonrisa estremecedora. Solo que esta vez los ojos de Tajima no sonreían.

viernes, 11 de octubre de 2013

SOMBRAS I, NOVEDADES SOBRE MOLOBO Y... JACK NO VUELVE

   HOLA A TODOS!!!!
   YA ESTOY AQUÍ TRAS EL DESCANSO VERANIEGO Y POSTVERANIEGO. AUNQUE EN EL BLOG TODO HA ESTADO PARADO, YO HE ESTADO MUY OCUPADO CON MIS COSILLAS, RELATOS, CONCURSOS... MOLOBO!!!
   1- PARA EMPEZAR, YA TENEMOS FECHA PARA LA PRESENTACIÓN OFICIAL. SERÁ EN EL CASA DEL LIBRO DE ALCALÁ DE HENARES EL PRÓXIMO 9 DE NOVIEMBRE A LAS 19.00 SI LA CLIMATOLOGÍA NO LO IMPIDE Y TODO SALE SEGÚN ESTÁ PREVISTO. OS ESPERO A TODOS ESE DÍA, AUNQUE SOLO SEA PARA HACER BULTO Y REVENTAR LA TIENDA. DESPUÉS DE UNA (BREVE) CHARLA, FIRMARÉ EJEMPLARES A TODO AQUEL QUE ASÍ LO DESEE.
   2- POR EL MISMO MOTIVO QUE DEJÉ DE PUBLICAR MOLOBO EN EL BLOG, OS COMUNICO (YA SÉ QUE ALGUIEN LO SENTIRÁ UN POCO) QUE "JACK VUELVE" NO VOLVERÁ A ESTE SITIO, SERÁ MI PRÓXIMA NOVELA, Y ESPERO QUE ESTARÁ TERMINADA EN TRES O CUATRO MESES. LUEGO VIENEN LAS CORRECCIONES Y EL PASEÍLLO POR LAS EDITORIALES. Y YA SABÉIS QUE NO SE PUEDE PUBLICAR COMPLETA PORQUE ENTONCES NADIE LA QUERRÍA PUBLICAR.
   3- EN SU LUGAR OS TRAIGO UN NUEVO RELATO, POR ENTREGAS SEMANALES COMO ES HABITUAL, TITULADO "SOMBRAS". ESPERO QUE SEA DE VUESTRO AGRADO. LA TEMÁTICA ES LA HABITUAL: MISTERIO Y SUSPENSE A ESPUERTAS, JEJE.
   AQUÍ OS LO DEJO. YA VOLVEMOS NUESTRA RUTINA HABITUAL.
   HASTA PRONTO
 
Los había visto por primera vez una oscura mañana de febrero. Su madre y ella se habían mudado poco tiempo antes y aún había cajas de cartón por todas partes, muchas de ellas sin vaciar. Lo que necesitaban a diario con más urgencia lo habían desempacado y colocado en su sitio: unos platos y cubiertos para comer, las cazuelas y la sartenes pare poder cocinar algo que no fuera comida preparada todos los días a la hora de comer y a la de cenar, su ropa y unos juegos de sábanas. Todo con ese aire provisional del que se va de excursión al campo y se aloja en una tienda de campaña.
            Los muebles los había acomodado el personal de una compañía de mudanzas durante los primeros dos días. Tras eso habían quedado solas junto a una montaña de cajas repletas de objetos a los que iban adheridos millones de recuerdos, unos buenos, otros no tanto. Felicidad y tristeza, risas y lágrimas. Todas las tardes dedicaban un par de horas a sacar retratos, discos, libros y demás.
            Era sábado, Lorraine lo recordaba porque no había ido al colegio. Su madre había salido un momento, dejándola sola en casa.
            —Vuelvo en un segundo, cariño. No salgas a la calle ni abras la puerta a nadie mientras estoy ausente.
            —Tranquila mamá. No soy una cría. Ya tengo diez años ¿recuerdas?
            —Precisamente por eso. Haz caso de lo que te digo. Ponte la tele un rato o escucha un poco de música. En media hora estoy aquí de nuevo. Solo voy al supermercado de la esquina a por algo para la comida, el refrigerador está vacío. Con la mudanza no doy abasto, aún no he recuperado mi rutina.
            —De acuerdo, mamá. Ve tranquila. Estaré bien.
            Su primer impulso había sido encender el televisor según le había indicado su madre. Sin embargo, abrió una de las cajas que permanecían sin vaciar y se dedicó a husmear el contenido. Un revistero que esperaba su lugar en el salón, unas cuantas fotos junto a su padre… se detuvo a mirarlas un poco. El tiempo del llanto ya había pasado, decía su madre, pero a Lorraine aún se le encogía el alma cuando veía esas fotos. Le echaba tanto de menos…
Por fin encontró una revista de moda y decidió que sería más interesante ojearla que ver la tele. Se dirigió a la cocina para servirse un vaso de zumo con la idea de acomodarse en el sofá mientras examinaba los modelos que aparecían en la revista. Se dio la vuelta y al llegar a la puerta del salón casi derramó el zumo. Le había parecido que alguien cruzaba por delante de la puerta que comunicaba el salón con el recibidor.
—¿Mamá? ¿Eres tú?
Nadie contestó. Se acercó a la mesa de centro intentando no hacer ruido alguno con sus pisadas. Por suerte, la mullida alfombra acudió en su ayuda. Depositó el vaso y la revista con exquisito cuidado sobre la superficie de cristal sin quitar el ojo de la puerta del recibidor. «Eres una cagueta. Te quedas sola un momento y ya estás imaginado cosas», pensaba mientras se acercaba con sigilo a la puerta. Cuando llegó tuvo que armarse de valor para asomarse al pequeño pasillo que llevaba a la escalera para acceder al piso superior y a la parte trasera de la casa. Tomó aire y contó mentalmente: uno, dos, ¡tres!
No había nadie a la vista. Se estaba comportando como una niña pequeña, pensaba mientras volvía al sofá. No debía leer esos cómics de terror que tanto le gustaban. Esos que su madre le había prohibido pero ella mantenía escondidos bajo el colchón de su cama. Le había costado un gran esfuerzo ocultarlos en una caja cuando su madre no estaba delante y volverlos a ocultar en su nueva casa, pero menos del que hubiera esperado gracias a que su madre se encontraba ocupadísima con el asunto de la mudanza. 
Ni siquiera habían transcurrido quince minutos desde que su madre se había marchado cuando sonó el timbre de la puerta. Lo ignoró pero volvió a emitir aquel chirrido tan molesto, en esta ocasión con más determinación. Al tercer toque Lorraine decidió que no habría peligro si abría la puerta con la cadena echada.
Se acercó maldiciendo para sus adentros mientras el timbre lanzaba una nueva y estridente andanada. Se asomó a la mirilla, pero no se veía nada. Enganchó la cadena y abrió la puerta apenas lo suficiente para asomar un ojo por la rendija. Una anciana permanecía allí de pie, con un objeto en las manos. Era de corta estatura, más baja que Lorraine, por eso no la había podido ver a través de la mirilla.