jueves, 19 de abril de 2012

LA BESTIA(VI)

    ¡UN SALUDO PARA TODOS!

   ESTA SEMANA LLEGO CON UN POCO DE ANTELACIÓN PORQUE, POR MOTIVOS PERSONALES, MAÑANA VIERNES NO PODRÉ ESTAR CON VOSOTROS.
    COMO SIEMPRE, AQUÍ OS DEJO UN NUEVO PEDACITO DE ESTE RELATO QUE YA SE ACERCA A SU FIN. QUE LO DISFRUTÉIS.

    HASTA PRONTO...


****
            Llegar al castillo no resultó difícil. Un estrecho sendero serpenteaba hasta la cima de la montaña donde se asentaban sus raíces. Una densa niebla helada lo rodeaba, calando hasta los huesos de los dos. Cuando tenían el portón delante de sí, Tiago tomó la palabra.
            - ¿Y ahora qué? ¿Llamamos a la puerta?
            Romeo se volvió, a punto de contestar una barbaridad, pero se dio cuenta de que le estaba tomando el pelo.
            - Espera un poco y verás.
            Con un chirrido estremecedor a pesar de que la niebla amortiguaba los ecos, las cadenas comenzaron a moverse, descolgando la puerta sobre el foso a modo de puente levadizo. Los goznes crujían como si fueran a partirse en cualquier momento.
            - ¿Cómo saben que estábamos esperando?
            - Lo saben todo. Ya has oído al oráculo.
            - No me dirás que has creído lo que ha dicho la bruja. Eres más ingenuo de lo que yo pensaba.
            - El que no sabe de qué habla eres tú. Prepárate. La acción está a punto de comenzar.
            No hubo recibida. Nadie salió a su encuentro. Indecisos, cruzaron el puente y se detuvieron en el patio del castillo. No se movía nada a la vista. Ni siquiera el aire, que parecía haberse detenido junto con el tiempo en aquel lugar. El puente se elevó poco a poco detrás de ellos.
            - Pero… -dijo Tiago- no podremos volver atrás.
            - Tú lo has dicho. El único camino es hacia adelante. Siempre puedes echarte atrás y salir pulsando una puerta como la que viste en el oráculo. Hay más en diferentes salas del castillo.
            Tiago permaneció unos segundos en silencio sin saber muy bien qué decir. Una vez dentro, la idea no parecía tan buena. La atmósfera allí era lúgubre. No sabía decir por qué, pero un negro presentimiento atenazaba su corazón. Algo le decía que esa aventura no iba a salir como él había previsto. Pero ya era demasiado tarde para arredrarse, así que miró hacia las escaleras que había al fondo del patio y que conducían al castillo.
            - Es por ahí ¿no? ¿A qué esperamos?
            - Los esperamos… a ellos –Romeo señaló con un dedo a un lateral del patio, donde se hallaban las caballerizas.
            Tiago estuvo tentado de frotarse los ojos. Una treintena de personas avanzaba en su dirección. Al acercarse, comprobó que no eran exactamente personas. Vestían ropas hechas jirones y avanzaban con dificultad, como si les costase caminar. Sus gargantas sólo emitían gemidos guturales, ininteligibles. Cuando estuvieron a escasos metros, horrorizado, comprobó el motivo de todo ello. La carne de aquellos seres se caía a trozos, putrefacta, dejando ver sus entrañas, o lo que quedaba de ellas. El olor llegó como una oleada hedionda, que penetró en sus pulmones, anegándolos hasta hacer imposible la respiración.
            - Son… son….
            - Lo son. Prepárate a defender tu vida, chaval, -exclamó Romeo preparando su arco-. La espada ígnea te será de gran utilidad. Si no acabas con ellos, ellos acabarán contigo. No dudes. Es matar o morir. Deja los remilgos para otro momento.
            Resistiéndose a creer lo que tenía ante sí, desenvainó su espada y ambos se lanzaron a la carga.

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