viernes, 1 de noviembre de 2013

SOMBRAS (IV)

   BUENOS VIERNES, (AUNQUE ESTA VEZ ME HE PASADO UNOS MINUTOS...)
   ESTA SEMANA HE ANDADO UN POCO APURADO PARA ESCRIBIR Y PUBLICAR EL TROCITO DE "SOMBRAS" QUE NOS TOCA, PERO AQUÍ ESTOY PUNTUAL. AÚN SIN NERVIOS, NI AGOBIOS, YA VEREMOS DE AQUÍ A UNOS DÍAS.
   OS DEJO TRANQUILOS PARA QUE PODÁIS DISFRUTAR DE ESTA HISTORIA DE FANTASMAS.
   HASTA PRONTO


—¿Por qué pones esa cara de boba? Anda ayúdame con estas bolsas mientras voy al coche a por el resto. Puedes ir colocando la compra mientras vuelvo, entre las dos no tardamos nada y luego podemos sentarnos un rato juntas en el salón.

Lorraine obedeció como un autómata. ¿Cómo iba a explicar a su madre que había dejado entrar en casa a una extraña, aunque se tratase de una anciana a primera vista inofensiva? Se iba a aponer hecha una furia. Eso por no mencionar lo otro, lo de la niña que había aparecido y desaparecido por arte de magia. De esa manera no podía contarlo, desde luego. Ella siempre había sido responsable, siempre le decían que parecía mayor de lo que en realidad era, pero ese asunto le hacía sentir ridícula. Estaba segura de no haberlo soñado, pero seguramente las personas que sufren alucinaciones piensan lo mismo, lo había visto una vez en un programa de televisión.

Llegó hasta la cocina y, al posar las bolsas sobre la mesa, se dio cuenta de no le iba a quedar más remedio que contar a su madre al menos una de las dos cosas: allí sobre la encimera, se hallaba la fuente que Tajima había traído. No se veía el contenido, se hallaba cubierta de papel de aluminio. Una vocecilla se coló dentro de su cabeza. «No te preocupes, solo es una tarta de bienvenida. No hay nada malo en ello». Sin embargo, algo que no alcanzaba a definir le decía que esa mujer no era de fiar. Lorraine no podía explicarlo, pero no le había gustado ni un pelo la forma en que había entrado y le había hablado.

Una idea llegó resplandeciente como el sol en verano. Podía arrojar la tarta al triturador de basura antes de que su madre volviera y meter la fuente en una bolsa y esconderla. Dejó a un lado las bolsas que le había dado su madre y se acercó a la encimera, decidida a deshacerse de aquel objeto inoportuno.

—Ya estoy aquí, nena. ¿Qué haces? Te he dicho que fueras poniendo las cosas en su… ¿y eso? ¿qué es eso?

No le había dado tiempo ni de coger la fuente. Al menos, su madre no la había visto deshacerse de ella. «Estoy exagerando con lo de la tarta», pensó Lorraine. «Si me llega a pillar en el momento de tirarla, habría tenido que dar un montón de explicaciones, como si fuera poco lo que tengo que contar.

—Esto… esto es… Verás mamá. Esto es una tarta que ha dejado aquí una anciana que se ha presentado como nuestra vecina. Se trata de un detalle de bienvenida, ya sabes cómo es la gente de los pueblos pequeños.

La cara de su madre no dejó lugar a duda alguna. Sorpresa. Indignación. Cabreo en grado máximo.

—Creo haberte dicho mil veces que no abras la puerta a nadie cuando estás sola. No eres tan niña como para no entenderlo, Lorraine —el rostro de su madre iba subiendo de color a medida que reprimía las ganas de gritar—. Por si fuera poco, no conocemos a nadie aún, acabamos de mudarnos al vecindario.

—Pero mamá, no podía dejarla ahí fuera con la fuente en la mano. Es una anciana encantadora, ya verá cuando vuelva.

—Esa no es la cuestión, cariño, y lo sabes. Haré la vista gorda por esta vez pero si lo haces de nuevo vas a estar castigada sin televisión hasta que cumplas los cuarenta. Supongo que me he explicado bien.

—Claro, mamá —Lorraine bajó la vista, aliviada por haberse librado de una buena—. No volverá a suceder. Te lo prometo.

La atención de Susan se desvió hacía un punto tras la espalda de Lorraine.

—Bien, vamos a echar un vistazo a esa tarta. Ya no podemos hacer nada al respecto, así que vamos a mirar el lado positivo. Cuando visite la báscula me arrepentiré, pero ahora mismo se me está haciendo la boca agua. Vamos a tomarnos un trozo de ese lo que sea.

Susan se acercó a la encimera y retiró el papel de aluminio. Lorraine no veía la tarta. Su prioridad, eludir el castigo, había pasado a un segundo plano de repente. Ni siquiera tenía hambre a causa de la tensión que acababa de experimentar.

—Tiene buena pinta —dijo Susan—. Casi es la hora de comer, así que cortaré un pedazo pequeño para cada una.

Abrió un cajón y extrajo un cuchillo. Tomó dos platos de escurreplatos y se entregó a la faena. Lorraine se sentó a la mesa tras sacar un par de servilletas de papel y llenar un par de vasos de refresco. Susan cortó un pequeño pedazo de la tarta con un tenedor y se dispuso a tomar un anticipo. Lorraine se volvió, y centró su atención por fin en la tarta. Un grito quedó ahogado en su garganta. La estampa era una pesadilla.

Su madre estaba a punto de meterse en la boca un pedazo de aquello.

—¡No, mamá! ¡No lo hagas!

La tarta o lo que hubiera sido en su momento era un hervidero de gusanos, que se retorcían asustados por la luz o por el movimiento. Uno de ellos colgaba del tenedor a escasos centímetros de la boca de su madre.

5 comentarios:

  1. Ohhh me mueroo si me pasara ajaj.
    Ya me enganchaste con la historia.
    Besos!

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  2. Sí, el gusanillo también estaba enganchado, jajaja!!!! Mis relatos son así, una de cal y dos de arena. Espero que te guste todo entero!!! Un abrazote!

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  3. Vaya con la viejita... ¿Se la comerán pronto los gusanos a ella también?

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  4. Por supuesto que No voy a revelar lo que viene después, Sandra! jajaja!!! Todo a su tiempo...

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