lunes, 26 de diciembre de 2011

MOLOBO X

     ¡HOLA A TODOS!
    DESPUÉS DE LA RESACA DE NOCHEBUENA (POR ESO SE LLAMA NOCHEBUENA, DIGO YO), VOLVEMOS AL ATAQUE CON UN NUEVO CORTE DE MOLOBO. ENTRE ESTE EPISODIO Y EL SIGUIENTE CONOCEREMOS AL SHERIFF. AUNQUE PUEDA NO PARECERLO, TENDRÁ MUCHO QUE DECIR EN TODA ESTA HISTORIA, NO LE PERDÁIS DE VISTA.
    NOTA: YA SE HAN VENDIDO 20 EJEMPLARES DEL LIBRO. ESPERO QUE PARA LA PRIMAVERA ESTÉ LISTO Y EN VUESTRAS MANOS.
    UN SALUDO Y HASTA PRONTO


VI.
            La oficina del sheriff era un pequeño edificio al final de la calle, con un coche aparcado en la puerta. Nada más entrar, una pequeña habitación muy acogedora con una mesa y una silla donde no había nadie sentado. La pared de detrás estaba ocupada por estanterías medio vacías, con apenas una docena de archivadores. Todo pulcramente ordenado, se veía que la tal Srta. Jennings sentía aprecio por un trabajo bien hecho. De frente se veía un pasillo con varias puertas a ambos lados.
            - ¡Hola! ¿Hay alguien?
            - Primera puerta a la derecha –dijo una voz de hombre.
            Avancé hasta la puerta indicada y toqué con los nudillos.
            - Adelante. Entre.
            Y eso es lo que hice. Al traspasar el umbral el olor a sudor casi me hizo salir corriendo de allí. Detrás de una mesa, sentado, estaba el sheriff, con las manos detrás de la nuca. Me miró de alto en bajo, sin ninguna intención de moverse, y cuando se sintió satisfecho del examen, habló.
            - ¿Qué desea?
            La amabilidad no era su fuerte, desde luego. Este era un hombre de rostro rubicundo, con un fino bigote que adornaba sus abultados labios. Se trataba de uno de esos especímenes que te sugieren aquello de “se tarda menos en saltarte que en rodearte”. A ojo de buen cubero, serían unos ciento treinta kilos de bisonte. Deduje que las necesidades policiales del pueblo eran mínimas, a juzgar por lo bien cebado que estaba el máximo representante de la ley y el orden. Lo único que me habría impedido darle un par de bofetadas (si ése hubiera sido mi deseo) era que se me hubiera echado encima, lo cual habría acabado con mi vida al instante.
            - Me llamo Jim, recién venido a vivir al pueblo, y me han dicho que hay un puesto de trabajo libre aquí. Me pregunto si aún sigue vacante.
            -  Siéntese, Jim. Dígame, ¿tiene usted apellido?
            - Oh, discúlpeme, mi nombre completo es Jim Pons.
            - ¿Pons? ¿Qué clase de apellido es ése? ¿Judío o algo así?
            “Era el apellido de soltera de la ramera de tu madre” estuve por contestar, pero al fin y al cabo no habría tenido una repercusión muy positiva en la ”entrevista”, así que me mordí la lengua, muy a mi pesar.
            - Español. Pero llevo media vida viviendo aquí. Como observará, no tengo ningún acento.
            - ¿Español? –frunció el ceño. Typical paleto americano. Por momentos me estaba arrepintiendo de haber ido a solicitar el puesto, aquel pollo era como mínimo insoportable, por no mencionar la montaña de prejuicios que llevaba dentro. Así estaba como estaba, claro.
            - Espero que eso no supondrá ningún problema…
            - ¿Y a qué se dedica usted? Su profesión, quiero decir.
            - Soy agente de bolsa. En Wall Street. Lo era hasta hace poco. El médico me recomendó una vida más tranquila, tuve un ataque al corazón. Y decidí abandonar la ciudad y cambiarla por un poco de aire sin contaminar.
            La explicación le debió parecer convincente, puesto que hizo el inhumano esfuerzo de ponerse en pie y ofrecerme la mano. Su barriga se descolgaba por encima de los pantalones desafiando a la gravedad. “Seguro que la última vez que te viste la pilila fue en quinto de primaria”. Sonriendo a causa de esa posibilidad, yo también me puse en pie y nos estrechamos la mano.

2 comentarios:

  1. vidal me esta gustando mucho el relato me parece muy intrigante, lo malo es que nos hagas esperar para poder leer mas. un saludo

    ResponderEliminar
  2. por eso se llama "de intriga" jejej
    para conocer el final solo hay dos maneras: comprar el libro cuando vea la luz, o negociar conmigo una solución alternativa.
    me alegro de que te guste.
    gracias por el comentario...
    un saludo

    ResponderEliminar