viernes, 15 de junio de 2012

JACK VUELVE (III) Y UNA CURIOSIDAD

   HOLA A TODOS
   DE NUEVO ESTAMOS AQUÍ, PUNTUALES A NUESTRA CITA SEMANAL. ESTA SEMANA, ADEMÁS DEL CORRESPONDIENTE PEDACITO DE "JACK VUELVE", OS TRAIGO UN MICRORRELATO PRESENTADO A UNA CONVOCATORIA ESPECIAL DE "ESTA NOCHE TE CUENTO". EL TEMA ES "1000 CUENTOS" Y EL RELATO SE TITULA "S". ESPERO QUE OS GUSTE.
   http://estanochetecuento.blogspot.com.es/2012/06/jun74-1000-1000-cuentos-de-vidal.html´

   HASTA LA PRÓXIMA SEMANA


- ¿Desea algo más la señora antes de que nos marchemos? Hoy es nuestra tarde libre…

- No, Daisy, lo único que necesito es un poco de aire fresco. Todo el día aquí en casa me ahogo. Creo que iré a buscar a Constance, a ver si quiere que demos un paseo juntas.

- Muy bien, señora. Nos vamos, pues. Que se mejore.

Cuando la doncella hubo cerrado la puerta, Faith se sentó delante del tocador y permaneció unos instantes observando fijamente su imagen en el espejo. Era la señora de la casa porque su madre había muerto de tuberculosis unos años atrás, de modo que vivía con su padre, Sir Richard Thornton. A pesar de habitar bajo el mismo techo, la relación entre ambos era más bien distante. Sir Richard nunca se había repuesto de la pérdida de su esposa. Al principio permaneció en casa, aferrado a su ostracismo, con una botella de bourbon en una mano y la foto de la pobre Mary en la otra. Después empezó a salir y se entregó a una vida disipada, dejando a la joven Faith al cargo de los asuntos de la casa y de las propiedades de la familia. Los primeros momentos fueron duros, pero ella finalmente había tomado las riendas de todo, y ahora el servicio se dirigía a la joven señora en lugar de hacerlo a su padre, como debiera ser.

Se recogió el pelo en un moño al uso de la época y se aplicó un ligero toque de maquillaje, tal y como correspondía a una dama de su alcurnia. Aún no se había asentado el calor estival, de modo que cogió un chal antes de enfilar las escaleras que conducían al hall de la entrada. Se encontró con su padre, que también se disponía a salir.

- ¿Dónde vas, querida? ¿No es un poco tarde para salir a la calle en tu estado?

- Voy a ver a Constance, padre. Estas cuatro paredes me agobian.

Un gesto de preocupación asomó al rostro de Sir Richard. Cuando estaba sobrio, era un hombre encantador. Todo un caballero, de esos que ya escaseaban.

- Como gustes. Ya sabes que no tengo voluntad para negarte nada. No vuelvas tarde, lo último que te conviene es una recaída.

- Descuida, padre. Yo tampoco quisiera volver a indisponerme –le besó, abrió la puerta y salió a la calle.

En realidad, Faith no padecía ningún mal físico. Llevaba una semana postrada en cama desde la noche de la sesión de espiritismo. Lo ocurrido había afectado gravemente a su ánimo, hasta el punto de no poder engullir bocado sin vomitarlo al momento y de no poder conciliar el sueño. El recuerdo de los ojos de la agonizante Therese, clavados en su mente como puñales, no la abandonaba ni un segundo. Su mano aferrando su brazo. El último estertor, cuando dijo: ¡Es él! Se habían quedado sin saber quién era él, puesto que la mujer murió desangrada mucho antes de que el médico acudiera a socorrerla, pero Faith había quedado tan profundamente impresionada que durante la última semana había perdido peso a ojos vistas, y lucía unas hermosas sombras violáceas bajo sus ojos color esmeralda, que siempre habían captado la atención de todos, y que habían perdido su natural brillo a causa de la falta de sueño.

Constance había acudido a visitarla un par de veces, pero no habían tocado el tema. Una especie de acuerdo tácito se interponía entre ambas. Sólo habían charlado de banalidades y Constance había aprovechado cualquier excusa para marcharse. Faith decidió que esa tarde era tan buena como cualquier otra para zanjar la cuestión antes de que se convirtiese en una brecha en la amistad que las dos mantenían.

Cuando salió a la calle, el bullicio de coches y gente le hizo detenerse unos segundos.  

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