viernes, 3 de enero de 2014

SOMBRAS (X) Y ¡¡¡LLEGA RASPUTÍN!!!

   BUEN VIERNES
   A PUNTO DE VENIR LOS REYES MAGOS (SI OS HABÉIS PORTADO BIEN), OSA TRAIGO ALGUNA NOVEDAD DE AÑO NUEVO. EN BREVE (UNAS SEMANAS) SALDRÁ A LA VENTA EL LIBRO ANTOLOGÍA DE RELATOS HISTÓRICOS QUE CONTIENE "GRIGORI", DE UN SERVIDOR. EL RELATO OCUPA UNAS TREINTA PÁGINAS DEL LIBRO Y SE PODRÁ ADQUIRIR PIDIÉNDOLO EN CUALQUIER LIBRERÍA. AQUÍ OS DEJO EL ENLACE DONDE SE ANUNCIÓ LA SELECCIÓN.
 
  
   AHORA SÍ, OS DEJO CON LORRAINE Y SU MADRE Y LAS "SOMBRAS". QUE LO DISFRUTEIS...
 
La aséptica luz de los fluorescentes daba al pasillo del hospital la apariencia de un mundo alienígena. Así se lo parecía a Susan, al menos, mientras esperaba sentada a que saliera el médico de guardia. La gente entraba, salía, iba y venía sin orden aparente mientras los minutos se le hacían horas. En realidad llevaba esperando algo menos de cuarenta y cinco minutos, pero tenía el alma en vilo. Se estrujaba las manos de forma compulsiva a falta de algo mejor que hacer, pero no se había movido ni un centímetro desde que se llevaron a Lorraine para examinarla. Era como si una fuerza invisible la mantuviera atada a la silla.
            Ni cinco minutos más tarde una puerta se abrió y una doctora salió por ella deshaciendo el nudo de su mascarilla.
            —¿Susan Harper?
            Susan casi saltó de la silla, como impulsada por un resorte. Iba adecir algo, pero la doctora la detuvo con un gesto de la mano.
            —Soy la doctora Jameson. En primer lugar, ha de saber que la salud de Lorraine no corre ningún peligro. Su estado físico es normal, presentaba una ligera hipotermia pero nada más. Esto en cuanto a lo físico. Sin embargo, cuando ha recuperado la consciencia hemos apreciado una desorientación bastante profunda y persistente. De hecho, al principio ni siquiera era capaz de decirnos su nombre. Supongo que se lo habrán preguntado cuando ha llegado, pero no lo he visto en el informe, así que me temo que se lo he de preguntar de nuevo ¿qué ha ocurrido?
—La verdad es que no lo sé, doctora —Susan contestó con un gesto de preocupación dibujado en el rostro—. Ella estaba en su habitación cuando oímos en un grito. Al subir encontré toda la habitación patas arriba, y mi hija estaba dentro del armario, empapada y fría como un témpano. Sin sentido. No puedo explicarle más.
La doctora no pareció satisfecha con la explicación.
—Aunque no haya aparecido nada extraño en el análisis de sangre ¿su hija se ha comportado de modo habitual en los últimos tiempos? No estoy afirmando que consuma ninguna sustancia, pero hemos de descartarlo todo. Ya sabe que los niños hoy en día toman contacto con ese tipo de cosas a una edad muy temprana.
—Hasta hoy ha sido la misma de siempre. Sin embargo… hoy se ha comportado de un modo extraño, como si ocultase algo. Pero esto es una sensación de madre, realmente no me ha dado tiempo de hablarlo con ella. Ocurrió un accidente en la cocina, se rompió una fuente con comida y discutimos por ello. Por eso subió a su habitación. Nada más. Yo no creo…
—No, no, ya le digo que era por descartar posibilidades. ¿Su marido estaba en casa también?
—Mi marido murió hace tres años en un accidente de coche. Lorraine y yo vivimos solas. Tampoco mantengo ninguna relación amorosa, antes de que lo pregunte.
—No se ofenda, señora Harper. Comprenda que necesitamos tener en cuenta todas las variables para poder ofrecer un diagnóstico fiable. Y en este caso no hay muchos datos. De todas formas, le hemos dado un tranquilizante suave a su hija. Se la puede llevar a casa. Si hay alguna recaída, por favor, vuelva de inmediato. Pregunte por mí, por si estoy de guardia. No es preciso ningún tipo de medicación, ya le he dicho que su hija tiene una salud de hierro. Si su hija no se encuentra bien mañana, quiero decir si la desorientación persiste, tendrá que acudir de inmediato a su médico de cabecera. Pero no creo que sea el caso. Buenas tardes.
 
Susan no quitaba el ojo de encima a Lorraine por el retrovisor mientras conducía. La niña la había reconocido al reunirse con ella, pero ahora miraba por la ventanilla del automóvil con aire ausente. A pesar de que la doctora le había dicho que no la presionara hasta que todo volviera a su lugar, no pudo reprimir el impulso de preguntar:
            —¿Te sientes bien, cariño? Ta sé que te lo he preguntado al menos cuatro veces, pero…
            —Sí mamá, estoy bien.
            «Y ya está», pensó Susan. Su pequeña parlanchina contestando de esa forma telegráfica. Ahora estaba absolutamente segura de que tras esa máscara su hija ocultaba algo.
            —¿Puedo preguntarte una cosa, cariño?
            —Claro, mamá.
            —Si lo prefieres, podemos hablar mañana. Entiendo que no apetezca conversar en este preciso instante.
            —Es igual, mamá. Dime.
—¿Qué es lo que te ocurre? Quiero decir hoy. Desde que volví de la compra, estás rarísima. ¿Hay algo que te preocupe? ¿Cosas de chicos? ¿Tus nuevos compañeros en el colegio?
—No mamá… todo va bien.
Susan percibió que la barrera entre ambas estaba cayendo. El labio inferior de su hija temblaba y las lágrimas empezaron a rodar por las mejillas de la niña. Llegaron a casa. Susan detuvo el coche y entraron en casa. Fueron directas al salón. Abrazó a su hija con fuerza y se sentaron juntas en el sofá.
—Oh, cariño, por favor, cuéntame lo que sea que te ocurre. No puedo soportarlo más. Somos una familia. Si no podemos confiar la una en la otra, ¿qué más nos queda?
Lorraine se echó a llorar. Lloró y lloró durante varios minutos, incapaz de articular ni una sola palabra. Susan aguantó el aguacero, sabedora de que había ganado el asalto. Cuando las lágrimas y los hipidos cesaron, Lorraine se sonó la nariz y dijo:
—Mamá, vas a pensar que estoy loca, pero no es así. Te contaré lo que me ha pasado hoy, pero antes he de preguntarte algo.
Susan enarcó las cejas.
—Adelante, hija.
—¿Puedo dormir esta noche contigo?

6 comentarios:

  1. No es el último capítulo ¿No? Porque no puede ser....

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  2. No lo es, en efecto. Ya contesté a quien lo dijo a través de facebook. Siempre aviso cuando se acaba el relato o cambiamos de tercio.
    Besos, Sandra

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  3. "Cuando oímos en un grito", esa frase y alguna otra letra juntada a otra palabra que no es, es lo único que he detectado de tu exquisito escrito.

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  4. Las prisas, que no son buenas consejeras. Eso y un teclado nuevo y diferente. Es mejor, pero aún no nos entendemos, jaja
    Una abrazo, Ricardo!!!

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