viernes, 7 de diciembre de 2012

EL OTRO LADO (III)

   BUENAS TARDES A TODOS:
   ESTA SEMANA HA FALLADO ALGÚN CONCURSO EN EL QUE NO HE ENTRADO, PERO SIGO ADELANTE CON OTROS PROYECTOS QUE ME MANTIENEN OCUPADO Y DE LOS QUE IRÉIS RECIBIENDO CUMPLIDA INFORMACIÓN.
   SI QUE QUIERO DESTACAR LA PRESENCIA DE NUEVOS AMIGOS POR AQUÍ: ANA MORÁN, FRANK SPOILER, TERE ARDIZ E ISABELLE LEBAIS. TODOS HAN LLEGADO A TRAVÉS DE UNA PUBLICACIÓN QUE HIZO EN FACEBOOK RICARDO CORAZÓN DE LEÓN (MUCHAS GRACIAS AMIGO). SED TODOS BIENVENIDOS, AQUÍ HAY SITIO PARA TODO EL QUE SE SIENTA CÓMODO LEYENDO Y COMPARTIENDO IMPRESIONES, PARA ESO ESTAMOS. 
   PERDÓN POR EL TOSTÓN, YA OS DEJO CON LA TERCERA ENTREGA DE "EL OTRO LADO"
 
Al abrirse la puerta, Jon se quedó sin aliento. Ya la había visto bien arreglada y maquillada en anteriores ocasiones, pero le costaba creer que la mujer que le abrió la puerta era su Laura. No acertaba a explicarse dónde había estado oculta hasta aquel momento aquella belleza deslumbradora que tenía ante sí.
            Reaccionó y se adelantó para besarla al tiempo que pasaba una mano por detrás de su cintura, acariciando la suave curva de sus nalgas. Sin embargo, ella no respondió como de costumbre a sus caricias, ni tampoco le devolvió el beso con la pasión acostumbrada. Jon se extrañó, pero decidió pasarlo por alto.
            —¡Hola, amor! ¿Ya estás lista? Vamos con el tiempo justo. No te había visto ese vestido antes. Vas a ser el centro de atención en el restaurante. Jamás había contemplado una mujer tan bella. Y menos aún la había tenido entre mis brazos —guiñó un ojo, palmeando ligeramente el trasero de ella.
            Si Laura captó el chiste, no mostró evidencia alguna de ello.
            —Dame cinco minutos, necesito unos retoques. En seguida estoy contigo.
            Él no acertó a comprender cuáles eran los retoques que necesitaba, pero las mujeres siempre necesitaban un último retoque, así que sentó pacientemente en el sofá a esperar.
            Cuando la vio bajar por las escaleras, ni la mismísima Cleopatra la hubiera igualado. La que descendía los peldaños era una auténtica diosa. El ceñido vestido carmesí venía enmarcado por unos zapatos con tacón de aguja de un suave color crema y un chal de muselina del mismo color, acompañado por un pequeño bolso de mano a juego. El moreno cabello estaba recogido en un moño alto y el maquillaje realzaba sus facciones mediterráneas deliciosamente. Por un momento Jon se sintió insignificante al lado de aquel prodigio de la naturaleza. Un único detalle desentonaba con el conjunto: ni siquiera el maquillaje podía esconder la intensa palidez de Laura. Jon salió de aquella ensoñación bruscamente. Aquella no podía ser su novia, no la reconocía. Algo anormal estaba ocurriendo. Se puso en pie en el mismo instante en que ella llegaba al último escalón.
            —¿Te encuentras bien, cari? —siempre la llamaba así—. Te veo un poco… no sé cómo explicarlo… desmejorada. «Distante. Esa es la palabra. Como si tuviera la mente en otra parte» pensó Jon, mirándola de arriba abajo.
            —Por supuesto que estoy bien, qué tonterías dices —respondió ella, y un instante después el rictus que Jon viera había desaparecido de su rostro, dejando en un lugar una tierna sonrisa—. Anda, vamos a disfrutar de esa romántica velada —dijo mientras le colocaba la pajarita y le devolvía el cachete en el culo—. Intuyo que va  a ser muy especial.
            Laura estaba en lo cierto. La cena fue inolvidable, anillo incluido. Y el postre también.

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