viernes, 24 de mayo de 2013

JACK VUELVE XXV (¡ATENCIÓN! REFORMAS EN EL BLOG)

   BUENOS VIERNES
   ADEMÁS DEL SEMPITERNO TROCITO DE "JACK..." ESTA SEMANA TENGO QUE DECIR UN PAR DE COSAS.
   LA PRIMERA, MIRAD POR FAVOR LA CABECERA DEL BLOG. UN UN MES VOY A CAMBIAR LA DIRECCIÓN URL DEL MISMO, DE MANERA QUE HABRÁ QUE BUSCARLO CON OTRA DIRECCIÓN WEB. CUANDO SE ACERQUE LA FECHA YA OS DIRÉ CUAL ES LA NUEVA. ESTE AVISO AFECTA ESPECIALMENTE A LAS PERSONAS QUE NO ESTÁN EN MI LISTA DE CORREO Y A LAS QUE TIENEN EL BLOG PEGADO A FAVORITOS EN SU DISPOSITIVO, YA SEA EL ORDENADOR, LA TABLET O EL MÓVIL
   LA SEGUNDA, DEBAJO DE LA ENTRADA DE HOY TENÉIS LA RESEÑA DE LA QUE OS HABLÉ HACE UNAS SEMANAS. ES CORTA, ECHADLE UN VISTAZO.
   YA OS DEJO CON JACK, QUE ESTA SEMANA VUELVE A HACER DE LAS SUYAS.
   HASTA PRONTO.
 
Mientras Percy y Constance terminaban de prestar declaración en la comisaría, Faith descansaba en su alcoba. Esa noche se había retirado pronto a dormir, no se sentía bien. Su padre le había dirigido una mirada velada por una sombra de preocupación y la había preguntado si estaba enferma para llamar al doctor. «No, no, no hay nada de qué preocuparse», había respondido ella con presteza «cosas de mujeres». Sir Richard parecía haber encontrado razonable la explicación y, tras besar a su hija en la frente y darle las buenas noches, se dirigió a la sala de lectura para reposar un buen rato frente a la chimenea leyendo unos de esos libros de historia que tanto gustaba de leer. Desde que Faith era una niña siempre había sido así, noche tras noche. Su padre era un hombre de ideas fijas, pensaba mientras ascendía las escaleras que conducían a la parte de arriba, donde se hallaban los dormitorios.
            Solo que no eran males de mujeres los que afectaban a Faith aquella noche. Llevaba todo el día desazonada. No le dolía nada en concreto ni se sentía mareada. Su malestar no tenía ninguna raíz fisiológica. Era algo tan sencillo y a la vez tan complicado como que desde que se levantase por la mañana le había perseguido la sensación de que algo turbio y amenazador flotaba en el ambiente. «Todo está en tu mente», se había repetido una y otra vez «no ocurre nada malo «se trata solo de la llegada del otoño y de la apatía que produce en las personas. Pero la inquietud persistía hora tras hora y cuando había llegado la hora de cenar no había podido probar bocado, tenía los nervios pellizcándole en el estómago.
            Apenas si había colocado la cabeza sobre la almohada cuando se quedó dormida. No era tarde aún, las calles bullían de actividad y mientras ella se rebullía incómoda en su lecho sus amigos aún no habían dejado la comisaria. De hecho, mientras Percy se quedaba boquiabierto ante la presencia de Alfred vestido de uniforme, las cortinas del cuarto de Faith empezaron a agitarse con una suave brisa otoñal que se había levantado.
            “Despierta, querida”
            Entre sueños, la voz resonó potente y áspera en la cabeza de Faith. No quería despertarse. Su inconsciente, a sabiendas de lo que le esperaba, se aferraba a la protectora comodidad del sopor.
            “Aquí estoy de nuevo. He vuelto. ¿Me echabas de menos?”
            Esta vez una sonora carajada acompañó a las palabras. La desagradable risa quedó prendida en el aire, como si el viento que entraba por la ventana se negase a soportar tan pesada carga.
            Faith sintió un soplo helado en la nuca. Eso la obligó a abrir los ojos, de mala gana. Aún soñolienta, se preguntó qué era lo que la había sacado de su reparador sueño. Contempló unos instantes el movimiento ondulante de las cortinas, aguzando el oído, pendiente de cualquier sonido. Ya se había convencido de que todo había sido una simple pesadilla cuando algo se movió entre la sombras, en la parte más alejada de la habitación. Era él.
            El hombre se acercó unos pasos hacia la cama y hacia Faith. Ella ahogó un grito de terror. Su corazón se disparó en su pecho.
—¿Cómo has…? —pero la pregunta no llegó a salir de sus labios. La ventana abierta.
A la luz de la luna, el rostro del hombre lucía un aspecto fantasmagórico. La cicatriz que cruzaba su rostro le confería un aspecto siniestro y Faith supo que estaba acorralada. Si quería salir de esta, tenía que ser más rápida y más lista que su contrincante. Respiró hondo e intentó tranquilizarse.

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