viernes, 3 de mayo de 2013

JACK VUELVE XXII Y UNA CURIOSIDAD

   HOLA, ESTIMADOS LECTORES!!!
   ESTA SEMANA LAS HISTORIA DE "JACK VUELVE" SE EMPIEZA A ENMARAÑAR (PROMETO MÁS LÍO EN LAS SIGUIENTES ENTREGAS, JEJEJE), LOS PERSONAJES VAN A COMENZAR A METERSE EN CAMISA DE ONCE VARAS Y LUEGO... A VER CÓMO SALEN DEL BRETE.
   ANTES DE DEJAROS CON FAITH Y EL RESTO, QUISIERA DECIROS QUE PRÓXIMAMENTE PUBLICARÉ AQUÍ EN EL BLOG UNA RESEÑA, ALGO QUE NO HABÍA HECHO NUNCA. SE TRATA DEL COMENTARIO DE UN LIBRO, Y LO HARÉ DENTRO DE UN CONCURSO DE RESEÑAS CUYO PLAZO SE AGOTA EL 31 DE MAYO. NO OS LO PERDÁIS...
   Y AHORA, AQUÍ OS QUEDÁIS CON UN EPISOCIO MÁS DE ESTA HISTORIA QUE CADA VEZ SE ACERCA MENOS A SU FINAL...
 
Alfred Hedges había vuelto sobre sus pasos tras despedirse de sus tres nuevas “amistades”. Por delante tenía otra noche de trabajo. A eso se había dedicado las últimas semanas: a la vigilancia nocturna. Apostado entre las sombras permanecía oculto mientras su mirada escrutadora no se apartaba de la entrada del jardín de los Thornton. La verdad es que no había habido mucho movimiento en las semanas que llevaba allí vigilando. Aparte de la servidumbre que se marchaba a su casa cuando terminaban su jornada, en aquella casa no se recibían visitas pasada cierta hora de la tarde ni tampoco había advertido ningún movimiento sospechoso ni nadie que anduviera merodeando por los alrededores.
Se subió las solapas de la chaqueta para protegerse del incipiente fresco otoñal. Atrás quedaba ya el calor veraniego y a Alfred se le antojaba que cuando el frío comenzase a arreciar sus noches se harían eternas y duras. Cambió el sombrero por una gorra para pasar desapercibido de miradas inoportunas y se la caló para ocultar su rostro de los viandantes que se iban haciendo más escasos a medida que la noche avanzaba.
 Se trataba de un cometido penoso y aburrido, pero se hacía necesario si quería probar que aquella mujer tenía algo que ver con el asesinato que había tenido lugar unas calles más abajo a principios del verano. La policía había perdido completamente todas las pistas y se encontraba en un punto muerto de la investigación. Pero él era un hombre de los que no se rinden a las primeras de cambio y se le había metido entre ceja y ceja resolver aquel misterio. Con el paso de las semanas, la insistencia del inspector Higgs sobre el caso en cuestión se había diluido. A fin de cuentas, se trataba del asesinato de una simple sirvienta, y no se había repetido con el tiempo.
Pero a Alfred le parecía que había algo en todo ello que le inquietaba, como el detalle de la desaparición del corazón y el hígado de la víctima. Higgs afirmaba que probablemente se trataba de un crimen pasional. Quizás la muchacha se había liado con alguien de clase social superior a ella, o quizás con un hombre casado, y cuando él se había aburrido de ella es posible que ella  le hubiera extorsionado o amenazado de algún modo y al final todo había acabado de la peor manera. «Si es así», había aseverado Higgs, «podemos despedirnos de encontrar al asesino».  Pero Alfred seguía en sus trece, a él no le parecía nada pasional semejante carnicería. A su modo de ver, detrás de aquel crimen se hallaba una personalidad profundamente psicopática, y si estaba en lo cierto el asesino volvería a las andadas tarde o temprano. Tampoco le encontraba sentido al hecho de que Faith estuviera presente en el escenario del crimen y hubiera salido indemne de semejante trance. ¿Por qué el asesino la había dejado con vida? Es más ¿por qué ella afirmaba no recordar nada de lo acontecido esa noche?
Las circunstancias le seguían pareciendo de lo más sospechosas, y si seguía en el caso era gracias al apoyo del sargento Pileggi, que compartía sus mismas inquietudes al respecto, pero la falta de evidencias le restaba cada día más posibilidades de seguir al pie del cañón. «No podemos permitirnos tener un agente apostado ahí de por vida» le había dicho Higgs con un mal humor que evidenciaba que estaba recibiendo presiones desde arriba para archivar el caso.
Para colmo de males, después de conocer a Faith de una manera más o menos cercana, si bien tampoco habían intimado en exceso, Alfred sentía que sus sospechas perdían peso cada día un poco más. No le parecía que ella se aproximase al perfil de un asesino sangriento y despiadado. A pesar de lo innegable de su fuerte personalidad y de su indomable carácter, Faith era una joven encantadora y una dama de indiscutible categoría, por más que se empeñase en comportarse como “una más”, según su propia definición. A Alfred le costaba creerlo, pero no podía negarse a sí mismo que ella le estaba empezando a gustar. «No solo como persona», pensaba mientras se arrebujaba en su chaqueta.
En aquel momento Bastian, el jardinero, salía por la puerta de la verja. Alfred sintió cómo sus músculos se tensaban. No por la presencia de aquel hombre, al que conocía de vista, sino por lo que llevaba en las manos. El instinto de sabueso de Alfred se espabiló de repente cuando vio que Bastian empujaba un carretón sobre el que reposaba un enorme saco. El saco era alargado y abultado, del tamaño exacto de… una persona. Cuando Bastian depositó los agarraderos en el suelo para cerrar la puerta de la verja, el fardo se bamboleó ligeramente hasta el borde, a punto de caer al suelo. El jardinero se apresuró a empujarlo de nuevo al centro de la carretilla y, mirando a ambos lados de la calle, comenzó a tirar del carro en dirección opuesta al lugar donde Alfred se hallaba. «Esto no puedo perdérmelo», pensó Alfred mientras se disponía a seguir a aquel hombre con esa carga tan sospechosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario