viernes, 16 de agosto de 2013

JACK VUELVE XXXVII ... Y VACACIONES!!!

   HOLA A TODOS!
   EN MEDIO DE ESTE CALOR QUE NO CESA OS TRAIGO UN NUEVO TROCITO DE "JACK VUELVE" Y ME DESPIDO HASTA DENTRO DE UN MES... SALVO QUE HAYA ALGO INTERESANTE QUE COMUNICAR, QUE ESPERO LO HABRÁ.
   QUE DISFRUTÉIS DE JACK Y DE LA PISCINA.... 
 
El pánico, mezclado con la terrible impresión sufrida, se apoderó de los tres espectadores que permanecían asomados a la puerta del jardín de los Thornton. Ninguno se atrevió a romper el silencio. Solo miraban los despojos humanos que salpicaban el césped a sus pies.
Sir Richard dirigía, de forma alternativa, su mirada del guiñapo sangriento que yacía delante de ellos al cuchillo que Lisa sostenía en sus manos. Tardó un par de segundos en darse cuenta de que la hoja del enorme cuchillo estaba limpia. Durante una fracción de segundo, un pensamiento descabellado había recorrido su aturdida mente.
            —Por el amor de Dios, Lisa, ¿qué está haciendo usted con eso en la mano?
            Ella miró el cuchillo con expresión desconcertada, como si lo viera por vez primera.
            —Yo… yo… vi una mancha en el suelo y me di cuenta de que es sangre. Como la puerta estaba abierta, pues…
            Sir Richard se recompuso un poco al percatarse de que tanto el ama de llaves como el mayordomo, que aún estaba inclinado intentando sacar de su estómago lo que ya no había, estaban desconcertados.
            —Perkins, envíe a alguien a visar a la policía —ante la mirada perdida del mayordomo, Sir Richard recuperó su habitual energía—. ¡Dese prisa, hay un cadáver destripado en el jardín!
            El mayordomo se dispuso a acatar la orden, y ya estaba en el quicio de la puerta de la cocina, cuando una idea se deslizó en su mente. Se giró, pálido como la luna llena.
            —Sir Richard…
            —¿Qué ocurre, Perkins? ¿Qué hace ahí parado en lugar de hacer lo que le he dicho?
            —Es solo un detalle, señor. Es por algo que ha dicho Lisa hace un momento.
            Sir Richard enarcó las cejas. ¿A qué se refería aquel hombre?
            —No le comprendo, Perkins, Explíquese mejor.
            —Bueno, es porque ella ha dicho que… que vio una mancha de sangre en el suelo, que la puerta del jardín estaba abierta, y que por ese motivo había tomado un cuchillo, para defenderse ¿no es así?
            Lisa asintió. No sabía dónde quería llegar el mayordomo. Siempre había sido un hombre más bien parco en palabras, pero ese no era el momento de andarse con acertijos.
            —Cogí el cuchillo sin pensar, la verdad. No tenía intención de utilizarlo, ni mucho menos. Como comprenderán, yo solo…
            Sir Richard vio con claridad lo que Perkins tenía en mente. Una sensación de vacío se apoderó de su estómago. Y no era hambre.
            —¡Dios mío, Perkins, tiene usted razón! La mancha está dentro de la cocina. Eso quiere decir una de estas dos cosas: o el crimen se cometió aquí mismo, o… o…
            Lisa se tapó la boca cuando cayó en la cuenta.
            —O el asesino ha entrado en la casa después de… ¡Oh, Señor! ¿Qué vamos a hacer ahora?
            La indecisión duró apenas un par de segundos. Sir Richard se abalanzó sobre la puerta, apartando a Perkins.
            —¡No se separen de mí! ¡Vamos!
            Los tres dirigieron sus pasos hacia la sala de lectura. Sir Richard abrió una vitrina y extrajo un objeto que hacía años que no usaba. Ni siquiera era consciente de que lo guardaba allí. Cuando Lisa y Perkins lo vieron con la enorme escopeta de caza en las manos, enmudecieron de la sorpresa. Sir Richard introdujo un par de cartuchos en la recámara y cerró de nuevo el arma con un chasquido. El eco resonó en el ambiente oscuro y pesado de la habitación.
            —Y ahora, vamos a despertar a la servidumbre, a los que permanezcan en la casa. Hemos de registrarla de arriba abajo. No ha de quedar un rincón sin que… —la expresión de alarma que adquirió su rostro inquietó a los otros—. ¡Faith! ¡Subamos a su habitación! ¡Ahora mismo!
            Sin pensarlo, echó a correr escaleras arriba, seguido por Lisa. Perkins se dispuso a despertar a Mathew, que dormía en un pequeño cuarto en la parte trasera de la casa. Tomó el atizador de la chimenea y, en lugar de subir por la escalera, siguió el pasillo hasta la parte posterior de la misma, donde se hallaban los dormitorios del servicio. Su corazón palpitaba con tal fuerza que pensó que cualquiera podía oírlo. Tomó aire y se internó entre las sombras.

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