viernes, 2 de agosto de 2013

JACK VUELVE XXXV

   HOLA, QUERIDOS LECTORES!!!!
   ESTA SEMANA OS TRAIGO EL PEDACITO DE JACK VUELVE Y EL ANUNCIO DE PRÓXIMAS Y SUCULENTAS NOTICIAS... QUE TENDRÁN QUE ESPERAR A LA VUELTA DE LAS VACACIONES, ME TEMO. EN BREVE EL BLOG Y YO NOS TOMAREMOS UN DESCANSO (NO MUY LARGO) VERANIEGO, PERO PROMETO QUE A LA VUELTA HABRÁ SORPRESA, Y DE LAS BUENAS. AÚN NO PUEDO HACER PÚBLICO NADA, HAY QUE ESPERAR UNAS SEMANILLAS.
   MIENTRAS TANTO, DIFRUTAD DEL VERANO, LA PISCINA, A PLAYA, ELTRABAJO...
   HASTA PRONTO



Sir Richard Thornton se encontraba repantingado en su sillón predilecto, fumando su pipa y leyendo el Times del día. Nada le proporcionaba más placer que tomarse un descanso a última hora del día, antes de irse a la cama, fumando y leyendo. Le hacía sentir una tranquilidad que sus ocupaciones diarias no le permitían. Cuando su esposa vivía solían charlar sobre cualquier cosa. Si el tiempo lo permitía salían a dar un paseo, dejando a la pequeña Faith en manos de Lisa, quien se encargaba de llevarla a la cama. Qué tiempos aquellos, pensaba mientras aspiraba el humo con delectación. Era una lástima no poder dar marcha atrás al reloj aunque solo fuese un ratito para volver a estar junto a su Mary, preguntarle qué tal había ido el día y escuchar, simplemente eso, mientras ella desgranaba la rutina del día con su voz alegre y despreocupada…

            El grito de Lisa le hizo dar un respingo en el sillón. El ama de llaves era una mujer severa y estricta, enemiga de cualquier tipo de algarabía. Dejó el periódico y posó la pipa sobre el velador que se hallaba junto al sillón y salió precipitadamente de la biblioteca, sin pensar que ni siquiera sabía de dónde había partido el grito. Tampoco tardó mucho en descubrirlo. Perkins, el mayordomo, pasó delante de él como una exhalación en dirección a la cocina.

            —¿Qué ocurre, Perkins?¿Qué es este alboroto a estas horas? —inquirió, pero el interpelado ni siquiera volvió la cabeza para responder.

            —Créame, señor, no tengo ni la más lejana idea. El grito parece que proviene de la cocina y la que ha gritado ha sido Lisa. Eso es todo.

            Cuando ambos llegaron al umbral de la puerta de la cocina, la silueta del ama de llaves se recortaba contra el perfil de la puerta del jardín abierta. Ella no se giró, absorta como estaba en lo que contemplaba, mirando al suelo. «Que me aspen», pensó Sir Richard, «pero esa mujer parece embobada, ni siquiera nos ha oído entrar en la cocina como una tromba».

            —Lisa, ¿qué…? —Perkins se quedó con la pregunta colgada en los labios cuando sus ojos encontraron la mancha en el suelo. Ya estaba tomando un color pardo oscuro a medida que se coagulaba.

            Lisa pareció volver a la realidad. Se volvió, blanca como el papel, y los miró como si se encontraran a millas de distancia, sin aparentar reconocerlos. Su vista volvió al suelo del exterior de la puerta y de nuevo hacia ellos, pero ninguna palabra salió de su garganta.

            Sir Richard y Perkins avanzaron unos pasos, indecisos por lo que iban a encontrar. La noche ya era cerrada, aunque la iluminación de la bombilla les proporcionaba una cierta seguridad, como si el hecho de estar bajo una luz supusiera algún tipo de protección.

            Fue Perkins el primero en llegar a la puerta. Lisa se apartó un poco y él se asomó. Se llevó la mano a la boca, que se había abierto de un modo involuntario. Dos segundos después, se inclinó y vomitó todo lo que tenía en el estómago. Le pareció que era incapaz de detener la vomitona, pero lo hizo cuando la voz de Sir Richard sonó a sus espaldas, menos firme que de costumbre.

            —¡Dios mío!¿Qué es esto?¡Que el Señor nos asista!

            Ninguno de los tres reconoció, en aquella masa sanguinolenta y destrozada que tenían delante, al desgraciado Percy de LaRue.

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