viernes, 17 de mayo de 2013

JACK VUELVE XXIV

   HOLA A TODOS
   DESPUÉS UNA SEMANA DE REPOSO LITERARIO (MÁS BIEN HE ESTADO PENDIENTE DE OTRAS OCUPACIONES, LA PELA ES LA PELA), AQUÍ OSTRAIGO UN POCO MÁS DE ESTA NOVELA CORTA (QUE YA LO ES) QUE SE PROLONGA UNA SEMANA TRAS OTRA.
   LA SEMANA PASADA LO DEJAMOS EN UN INESPERADO ENCUENTRO QUE DEJA AL DESCUBIERTO LA ESTRATEGIA DE ALFRED ¿QUÉ PASARÁ? NO TE QUEDES SIN SABERLO...
   OS DEJO CON ALFRED, PERCY Y EL RESTO.
   HASTA PRONTO
 
Constance charlaba animadamente con el sargento Pileggi. La noche le había sentado bien y si veinticuatro horas antes tenía el mismo aspecto que le hubiera pasado un huracán por encima, ahora se la veía resplandeciente y fresca. Percy había perdido el interés en la declaración. Estaba aburrido de repetir una y otra vez las mismas cosas. Ya había explicado lo ocurrido de tres o cuatro maneras distintas, y al final tampoco era gran cosa lo que había que explicar, según lo veía él. Un callejón oscuro, un mendigo borracho… pero aquel policía insistía en preguntarles por qué motivo habían entrado allí, qué les había dicho aquel vagabundo maloliente con palabras exactas, como si uno se pudiera acordar, cómo era posible que la sombrilla hubiera podido ir a parar allí…
Apartó el rostro para bostezar disimuladamente y se fijó en las mesas cercanas para luchar contra el tedio que le invadía. En ese momento una especia de algazara se produjo en un despacho situado no muy lejos de donde ellos se hallaban. Dentro de las paredes acristaladas del pequeño despacho había dos hombres discutiendo acaloradamente. Uno de ellos se encontraba de espaldas a Percy, y aunque este supo explicar por qué aquel tipo le resultaba familiar. El otro, que parecía el superior porque llevaba la voz cantante, estaba tan rojo que parecía que iba a reventar en cualquier momento.
El sujeto que estaba de espaldas gesticulaba con gran vehemencia ambos gritaban y las voces se oían desde fuera del despacho, pero Percy no podía entender lo que decían. En un momento dado, el que parecía el subordinado hizo un gesto extraño, como si arrojara algo al suelo y se giró con violencia para salir por la puerta del despacho como un vendaval. Solo que no llegó a salir. Sus ojos se cruzaron con los de Percy en una singular batalla entre el asombro y la estupefacción. Una O se dibujo en la boca de aquel hombre al mismo tiempo que lo hacía en la de Percy. No podía creerlo. Alfred. ¿Qué diantre estaría haciendo allí vestido de policía?
Percy se giró solo un breve instante para rozar el codo de Constance y llamar su atención sobre tan singular circunstancia, pero ella reía despreocupada ante una observación que había hecho el sargento.
—Constance, mira esto…
—¡Un momento Percy, estoy hablando con el sargento! Ahora mismo te hago caso, no es de buena educación interrumpir las conversaciones ajenas.
—Pero Constance, no te lo vas creer…
Ella se giró, airada.
—¿Se puede saber qué mosca te ha picado? ¿Qué es eso tan importante que no puede esperar a que termine de hablar con el sargento?
—No te vas a creer quién está aquí ahora mismo. ¡Y vestido de uniforme! ¡Mira!
Constance dirigió la vista hacia donde el dedo de Percy señalaba, agitado. Al momento se volvió, con expresión molesta.
—Ya he mirado. ¿Qué es eso tan extraordinario, si puede saberse? —su voz sonaba indignada, aunque trataba de contenerse.
Percy miró hacia el despacho. La puerta estaba abierta. Alfred había desparecido.

2 comentarios:

  1. ¡Hola Vidal!
    He estado desaparecida un tiempo de por estos lares.
    Espero que ya sabrás por qué. No tenía muchos ánimos para comentar nada.
    Ahora que volví, todavía no se si seré capaz. pero lo que he leído, me ha gustado lo último. Ahí está la línea entre el asombro y lo irreal.
    Un abrazo chico.

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  2. ¡Bienvenida, Lía!
    Me alegro de corazón de que hayas encontrado por fin los ánimos, no solo por pasarte por aquí, sino por ver que el sol aún está ahí. Yo también he pasado una época bastante mala, pero la tormenta al final pasa.
    ¡¡¡Muchos besos!!!!

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