viernes, 7 de junio de 2013

JACK VUELVE XXVII

   BUENOS VIERNES A TODOS
   YA ESTAMOS AQUÍ DE NUEVO. POR POCO, PORQUE ESTE VIERNES A PUNTO HE ESTADO DE NO LLEGAR A TIEMPO A NUESTRA CITA POR MOTIVOS PERSONALES EXCEPCIONALES.
   PERO SI ALGUNO PENSABA QUE YA NO LLEGARÍA, SE EQUIVOCA. AQUÍ ESTOY, CON NUESTROS PERSONAJES A PUNTO DE LLEGAR A UN NUEDO QUE NO SÉ MUY BIEN CÓMO SE DESATARÁ.
   QUE LOS DISFRUTÉIS...


Percy estaba furioso. Furioso consigo mismo. Se había comportado como un estúpido, dejando que la conversación con Constance llegara hasta un punto que él  no había deseado. Y ahora no sabía cómo iba a hacer para arreglar su error. Lo de aquella chica no había tenido la más mínima importancia, eran simples devaneos de joven soltero, pero uno no podía esperar que una mujer comprendiera eso. Y menos si esa mujer era tu prometida.

            Apretando los dientes, se subió las solapas para protegerse del viento y siguió rumiando su desdicha mientras se dirigía hacia su casa. Al día siguiente iría a hablar con Connie para explicarle que la única mujer que realmente le importaba era ella, y que sus pequeñas aventuras habían sido anteriores al momento de conocerla, que nunca había quebrantado su fidelidad desde el día en que habían empezado a salir juntos. Sí, eso la convencería. Quizás podría obsequiarla con alguna joya. A las mujeres les encantan esas cosas. Eso es lo que haría. Siguió adelante con la certeza de que todo estaría arreglado para el día siguiente a esa misma hora.

            Percy estaba muy equivocado, pero en ese momento lo ignoraba.

            Entonces un pensamiento cruzó su mente como un relámpago y le hizo detenerse. Alfred. Estaba completamente seguro que era él a quien había visto en la comisaria. No acertaba a imaginar cómo rayos podía estar vestido de policía y discutiendo con aquel otro hombre a la vista de todo el mundo, pero lo cierto es que apenas una hora antes eso es lo que había ocurrido.

            Pensándolo con más detenimiento, Percy comenzó a unir unos fragmentos con otros y una imagen nítida se fue formando delante de su vista, clara como un cielo sin nubes. Es como si cada pedazo de la historia hubiera estado ahí todo el tiempo pero tan disperso que no había atado cabos. Sin embargo, esa noche todas las piezas habían caído juntas sobre la mesa a la vez, y ahora lo podía ver sin ningún género de duda: la muerte de Daisy, la aparición “casual” de Alfred, su uniforme…

            «Es curioso», pensó Percy mientras permanecía detenido en medio de la calle como un pasmarote rememorando su primer encuentro con su supuesto amigo aquella tarde en el club de campo, «su aparición fue demasiado casual. A veces los árboles no dejan ver el bosque, pero entonces… entonces Faith está siendo objeto de una investigación secreta y encima aquel… malnacido ¡la está utilizando!»

            ¡No podía creerlo! ¡Tenía que avisarla! Ella no se merecía que la tratasen de esa manera. Era una mujer formidable y desde luego incapaz de cometer ningún crimen. Percy miró su reloj. Aún no era demasiado tarde. Tenía que contárselo todo a Faith antes de que se diera cuenta por sí misma y sufriese un daño aún mayor. Era mejor que si tenía que romper su noviazgo o romance o lo que fuese con aquel impostor lo hiciese ya mismo.

            A pesar del vendaval, aceleró el paso. No se hallaba muy lejos de la casa de Faith. Le explicaría a Sir Richard sus sospechas y el motivo de su visita y él comprendería. Aún siendo demasiado tarde para visitas, sus motivos suponían una justificación más que suficiente para tolerar su presencia a esas horas.

            En pocos minutos se detuvo frente a la cancela que daba paso a la finca. Cuando fue a tirar de la cadena que hacía sonar la campanilla, se dio cuentas de que la puerta estaba abierta. No lo pensó dos veces y entró. Menos de un centenar de metros del sendero que atravesaba los jardines le separaban de la puerta de la casa.

            Estaba a punto de hacer sonar el aldabón de la puerta principal cuando algo llamó su atención en un lateral de la casa. Le había parecido ver movimiento entre unos arbustos. Recordó la puerta de la cancela abierta y no pudo evitar sentir un escalofrío. Aún así, olvidó su cometido durante un momento y se dirigió hacia la zona donde había visto mover la maleza.

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